Christine, 42 años, cantautora y Chiara, 47 años, profesional especializada en violencia de género, acaban de instalarse definitivamente en Barcelona. Detrás han dejado toda su vida en Roma, su casa, sus amigos, su familia. Hace unos días acaba de nacer su segundo hijo, Sirio, por reproducción asistida y gozan, por primera vez, de un entorno, unas instituciones y un sistema que les pone todo fácil.
Hasta ahora su camino para formar una familia ha sido una yincana. Poco antes de que estallara la pandemia, se tuvieron que mudar a Turín. Allí alquilaron una casa y se registraron en el censo para que pudiese nacer su primer hijo, Arturo, en 2020. En aquel momento Chiara Appendino, alcaldesa por el M5S (Movimiento Cinco Estrellas), era de las únicas en comenzar a inscribir a los hijos nacidos de parejas homosexuales. Niños nacidos en el extranjero, ya que en Italia sigue siendo ilegal la fecundación asistida para, en este caso, mujeres homosexuales o solteras.
Son poco más de 800 km en línea recta desde Roma a Barcelona pero, en la historia de esta familia, es la distancia que lo cambió todo.
Fecundación ilegal
“Llevábamos ya tiempo yendo y viniendo a Barcelona para la fecundación asistida, ya que en Italia es ilegal. Digamos que España ya era desde hace años nuestro país amigo”, explica Chiara que conversa junto a su mujer para Artículo14. Valoraron también otras ciudades, pero la capital catalana reunía todos sus requisitos, especialmente el más importante: una legislación que protegía sus derechos civiles como pareja homosexual y como familia.
En Barcelona todo ha ido como la seda: Sirio ha nacido y, para la ley, es hijo de Christine y de Chiara. Además les preocupaba crecer en un entorno, Italia, donde los roles familiares son aún mucho más rígidos.
“Uno de los aspectos que más nos llamó la atención fue que nos dimos cuenta que aquí nuestro hijo Arturo, que ya tiene 3 años, podría acceder a referencias de una masculinidad más positiva. Cuando vamos al parque vemos a muchos padres con sus hijos mientras que en Italia, durante los años de infantil llevando a nuestro hijo a la escuela, conocimos a un único padre de toda la clase”, añade Christine.
Hostilidades en Italia
A los problemas más tradicionales, como las pocas ayudas del Estado, la pareja percibía poco más de 50 euros al mes como ayuda tras el nacimiento de Arturo, se suman las razones por las cuales en Italia su familia no era considerada como las demás. Tras años de hostilidades o de escenas como la que vivieron con un policía que, mientras realizaba el pasaporte de su hijo, se negó a escribir el nombre de las dos madres, a pesar de que así figuraba en el registro, han dicho basta.
“Estrés y ansias todos los días y una infinidad de situaciones por las cuáles nos hacían sentir, en un modo o en otro, mal”, comparten ambas. “Si Christine hubiese muerto durante el parto en Italia nuestro hijo hubiese sido dado en adopción”, exclama Chiara, debido a que el país no la reconocería como su otra madre. Un vacío legal que ha golpeado siempre a las familias LGTBI pero que, ahora, desde la llegada de la extrema derecha al Gobierno ha sido aprovechado para restringir al máximo sus posibilidades.
Fin a los certificados de nacimiento
La situación se concretó en marzo del año pasado cuando una circular del Ministerio de Interior pedía que los alcaldes dejasen de emitir certificados de nacimiento de hijos nacidos en el extranjero con gestación subrogada o, en el caso de dos mujeres por donación de esperma, también en el extranjero.
El Gobierno de Giorgia Meloni bloqueaba así la inscripción de hijos con padres del mismo sexo en todos los ayuntamientos y ponía en pausa la situación de muchas familias. La noticia saltó a la luz en concreto por el caso de Milán, que era uno de los pocos ayuntamientos en Italia que reconocía certificados de nacimiento con padres del mismo sexo.
Adopción y burocracia tediosa
Se establecía que sólo “el progenitor que tenga vínculo biológico con el nacido” podría mencionarse en el acta de nacimiento. La directiva apelaba a todo el país y la única opción que dejaba para estas familias era la adopción por parte del otro padre o madre, un proceso largo y extenuante. Esa circular, aunque en principio no tenía efecto retroactivo, abrió una serie de casos judiciales contra familias que ya habían sido inscritas en los registros de sus respectivos ayuntamientos.
“Decidimos que ya no nos íbamos a ir nunca de Barcelona”
“Cuando llegamos tardamos muy poco tiempo en darnos cuenta que este era nuestro sitio. Para empezar la gran comprensión y la acogida completamente diferente. Nos empadronamos los tres en un día, nos registramos en el sistema sanitario público y todo era fácil. Ahí, en pocas horas, decidimos que ya no nos íbamos a ir nunca de Barcelona”, explica convencida Chiara.
Ahora comienzan su vida en la ciudad condal, gracias a las posibilidades económicas que les han permitido dar este paso y continuar formando su familia. Aunque tienen claro que no es así para todos. “Uno nunca está contento del lugar en el que vive pero después, te paras, y piensas que en los últimos 30 años España ha dado muchos pasos, Italia parece que ha vuelto atrás en el tiempo. Y esta no es solo una decisión que hemos tomado por las condiciones de nuestra familia, es una decisión global, no nos gusta a dónde está llegando nuestro país en otros temas como el migratorio”, sentencian ambas.
“Italia es ese país que te pide que tengas hijos, para aportar a la sociedad, pero que te dice que los tengas como ellos quieren”, finaliza Chiara.
El vacío legal
En la ciudad de Padua, la Fiscalía, hace meses, realizando una lectura extremista de la circular del Gobierno de Giorgia Meloni, había llevado a los tribunales a 33 parejas de lesbianas para modificar las actas de nacimiento de sus hijos donde, defendía, debía figurar solo la madre biológica y la otra debía desaparecer por completo a efectos legales.
Hace pocas semanas, un Tribunal de la misma ciudad se pronunció determinando que el recurso de la Fiscalía era inadmisible y que dichas actas de nacimiento con dos madres eran completamente legales. Esta se considera una pequeña victoria para las familias LGTBI en Italia pero, como señalan Chiara y Christine, el gran problema es la incerteza derivada del vacío legal aún existe en la materia. Esta situación ha dado lugar a que, por ejemplo, en los últimos meses, el Tribunal de Milán emitiera una sentencia opuesta al de Padua. El Tribunal Constitucional ya señaló en más de una ocasión la necesidad de ofrecer claridad en este asunto.