El sueño de hacer aliyá, el término hebreo que define la inmigración judía a Israel, siempre rondó en la cabeza de Brooke Korda. Nacida Arizona, esta estadounidense se mudó a Los Ángeles en 2011, donde creció en un ambiente marcadamente judío. Estaba a gusto con su entorno familiar, con su sinagoga de carácter ortodoxo, y su círculo social, con el que festejaba las festividades religiosas. De hecho, denegó varias peticiones de su marido, que le insistía en emigrar al estado judío. “Pero el 7 de octubre me empujó a darle la luz verde. Creo que América ya no es un lugar seguro para nosotros”, reconoce durante una videoconferencia desde Ramat Beit Shemesh con Artículo14.
Brooke atiende la llamada mientras cuida a sus dos hijos. Ni las tremendas dificultades sanitarias del más pequeño, que superó dos cirugías a corazón abierto, frenaron el deseo de la familia Korda por empezar una nueva vida en Israel. Su hermana ya vivió en el país durante siete años. Durante un viaje de “Birthright” -tours financiados para que judíos de la diáspora conozcan Israel-, sintió que “es un lugar ideal, que me hizo pensar en vivir aquí”. Pero en su “burbuja” de Los Ángeles, con una “comunidad preciosa y un rabino modélico”, se sentía plenamente realizada como judía.
Tras el ataque de Hamás
“Mis miedos se desataron tras el 7 de octubre”, aclara. El ataque sorpresa de Hamás, en que en un solo día 1.200 israelíes fueron asesinados y unos 250 secuestrados en Gaza, ocurrió tras salir del hospital con su hijo. Aquel Sabat negro, que también cambió el porvenir de los judíos en el mundo, le pilló volviendo de la fiesta de Sukot en casa de unos amigos. “Caminando de vuelta a casa, unos israelíes nos identificaron y gritaron desde su coche: hay guerra en Israel”, rememora. Pese a que los ortodoxos no usan el teléfono en días festivos, la mayoría se saltaron los preceptos para enterarse de la magnitud de la tragedia.
“Los judíos estamos unidos en todo el mundo. Pese a que no fue tan traumático como para los afectados por la masacre en Israel, fue un shock tremendo”, aclara. Tenía sentimientos contrapuestos: excitación por el retorno en vida de su bebé; y agonía por el golpe sufrido, la peor matanza de judíos desde el Holocausto. Pocos días después, Brooke le pidió a su marido hacer las maletas. “Fue extraño. Amigos de familiares míos en Israel expresaban su deseo de marcharse, lo veían todo perdido. Incluso pensaban en moverse a España, dónde el gobierno odia a Israel”, comenta.
Los Korda aterrizaron en el aeropuerto de Ben Gurion el 15 de agosto de 2024. Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Interior y la Agencia Judía, unos 31.000 judíos, procedentes de más de 100 países, llegaron a Israel desde el estallido de la guerra. Los países al frente de la lista son Rusia, Estados Unidos y Canadá. En comparación a los primeros ocho meses de 2023, se registró una caída de un 42% en el número total de llegadas, sobre todo por la reticencia de judíos procedentes de las exrepúblicas soviéticas de mudarse con la guerra abierta en todos los frentes.
Una inmigración cargada de simbolismo
Pero en el caso de Estados Unidos, dicho periodo registró un aumento del 11%, con un total de 2.202 llegadas. “Esta inmigración simboliza el profundo vínculo del pueblo judío con su país” consideró Ofir Sofer, el ministro de Aliyá y Absorción. En el círculo cercano de Brooke, muchos judíos, incluido su hermano, piensan en seguir sus pasos. Los datos publicados también revelan un incremento sustancial en las solicitudes de potenciales nuevos inmigrantes.
“Fue un llamamiento a despertarnos. Viendo la oleada de odio desatada tras el 7 de octubre, nos dimos cuenta de que ya no había futuro para nosotros ahí. Me siento más segura en Jerusalén que en América. Sentimos la necesidad de estar aquí, apoyar a Israel, vivir en nuestra tierra. Es una lucha de la luz contra la oscuridad”, considera.
Ante el desafío de vivir en Israel
La aliyá de los Korda despertó sentimientos encontrados. Su familia lo recibió con tristeza, dado que se mudaron a la otra punta del mundo. Algunos estaban alegres, otros celosos. Su hermana alertó: “En Israel todo es una lucha, prepárate”. Pese a que el estado judío da ayudas económicas temporales a los recién llegados y los israelíes celebran la llegada de nuevos inmigrantes, la vida cotidiana se hace cuesta arriba para quienes llegan desde Occidente. Los modales son muy distintos: en Israel no se suele pedir permiso, ni tampoco perdón. “Es caro. Es duro. Pero si un judío quiere, debe venir aquí”, aclara.
Optaron por dejar California e instalarse en Ramat Beith Shemesh, una localidad de población mayoritariamente ortodoxa cercana a Jerusalén. “Aquí hay muchos americanos, lo cual me ayuda, ya que mi hebreo es terrible”, lamenta. Pese a que muchos israelíes hablan su idioma, aprender la lengua es fundamental para integrarse. “Debo aprender cómo funciona el sistema médico por las necesidades de mi hijo. Por suerte, mi marido habla hebreo”, prosigue. Su hija mayor también sufre el choque cultural por el cambio de idioma en la escuela.
Oleada de antisemitismo
Pese a los retos, está segura de que el cambio valió la pena. “Quienes nos odian son muy crueles. Recientemente, atacaron varios negocios judíos en Los Ángeles. No hecho de menos esa ciudad, solo a mi gente”, remarca. Alain Cohen, dueño de una pastelería kosher, declaró al ‘Los Angeles Times’ que “como todo empresario judío aquí, ya no me siento seguro. Estamos señalados”. En Ramat Beit Shemesh, una localidad donde apenas ocurren incidentes, los Korda corrieron al refugio durante el ataque de misiles lanzados desde Irán, y en otras contadas ocasiones.
Desde la lejanía, Brooke sigue lo que ocurre en los campus universitarios de su país, donde se impulsaron acampadas y protestas propalestinas. “Ahora está de moda ser antisionista, que viene a ser lo mismo que ser antisemita. Quienes visten kefiyás, y piden liberar Palestina desde el río hasta el mar, son quienes votarán y decidirán el futuro de América”, cree.
La victoria de Trump
Pese a que celebra el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, ya que “es mejor para la seguridad de Israel”, cree que supondrá una mezcla de cosas buenas y malas, ya que “sus opositores también serán más ruidosos”.
La comunidad judía estadounidense sigue siendo mayoritariamente favorable al Partido Demócrata, pero Brooke cree “América debe seguir siendo el mejor aliado de Israel, algo que no iba a ocurrir con Kamala Harris”. En este nuevo escenario, Brooke celebra que “Israel podrá terminar el trabajo (objetivos de la guerra) sin objeciones. Es necesario para la seguridad de los judíos en todo el mundo”.