La fascinación que Lady Di continúa ejerciendo en el imaginario popular convierte cualquier objeto que hubiese pertenecido a la anterior princesa de Gales en una pieza de coleccionista, en un fragmento de historia disponible al mejor postor para disfrute de quienes tienen tantos fondos en su cuenta personal como añoranza del pasado.
La incorporación más reciente al catálogo de souvenirs relacionados con la mujer que hizo tambalear a los cimientos de la Casa Real británica es el que se considera su primer contrato laboral, un documento escrito a mano por ella misma en el que se postulaba para una agencia de cuidado de niños solo al alcance de las mejores fortunas del Londres de finales de los 70.
Una subasta organizada en la ciudad inglesa de Bristol demuestra, una vez más, que cualquier recuerdo que lleve el sello de Diana aspira a caballo ganador. En este caso, además, el escrito cuenta con el interés añadido de mostrar una faceta más personal de la joven que, allá por 1979, acababa de mudarse a la capital británica y tenía como máxima aspiración trabajar de nanny para los ricos y famosos. En la solicitud, Diana escribió que su año de nacimiento era 1960, doce meses antes de la fecha real, una artimaña, según los organizadores de la puja, la firma Auctioneum, destinada a presentarse mayor de lo que era, con los 18 años ya cumplidos, probablemente para facilitar la obtención de un empleo, o quizá para conseguir un sueldo mejor.
Fundada por Mary Cook, condesa en Portugal
Es posible que Diana fuese consciente de que su currículo no tenía mucho más que ofrecer, y considerase conveniente adornarlo. Después de todo, aunque por entonces es difícil que pudiese preverlo, su vida estaba a punto de cambiar. El contrato data de mayo de 1979, apenas dos meses antes de alcanzar la mayoría de edad, el 1 de julio, y está dirigido a la agenda de contratación de nannies Solve Your Problem (Arregla Tu Problema, en inglés), fundada en su día por una mujer llamada Mary Cook, quien tras haber adquirido el título de condesa en Portugal, se había asentado en Londres tras divorciarse de su marido.
Descrita por la propia casa de subastas como una empresa “para la clase alta, responsable de comprobar las credenciales del personal que aspira a unirse a las residencias reales o a los hogares de los ricos y famosos basados en Londres”, la propia Cook fue quien había mantenido el contrato de Lady Di como recuerdo de quien se convertiría, sin duda, en su trabajadora más célebre. Sin embargo, los dueños actuales de la compañía parecen estar afectados de menor nostalgia, ya que son quienes han decidido ponerlo a la venta. El precio de salida se fijo entre las 5.000 y las 8.000 libras (entre 5.900 y 9.400 euros).
Bailarina y amante de los animales
Entre las curiosidades, el documento define a Diana, entre otras cosas, como “bailarina de ballet”, llama la atención sobre el largo de su falda, mantiene que le gustan los animales y contiene otro ardid aparente de ella misma para mejorar sus posibilidades de contratación: entre sus talentos, cita cocinar, pese a que, años después, Darren McGrady, su chef privado en el Palacio de Kensington desde 1993 hasta la muerte de ella en 1997, confesó que era una “cocinera terrible” y que “no le gustaba nada cocinar”.
Lo que sí queda claro es que buscaba un puesto “tan pronto como sea posible”, no en vano, acababa de llegar a Londres, ya que la dirección que aparece es su primera residencia en la ciudad del Támesis, en Cadogan Place, lugar del que pasaría meses después a su propio piso en el barrio de Kensington.
Alguien añadió en su perfil: “Chica maravillosa, mándenla donde sea”, una apelación que parece haber funcionado para conseguirle un empleo a tiempo parcial como nanny para una empresaria norteamericana de nombre Mary Robertson, quien le pagaba 5 libras por hora por cuidar de su hijo Patrick. Fue durante este período cuando Diana comenzó su relación con Carlos, el por entonces heredero al trono, esos famosos apenas trece encuentros que tuvieron antes de que él le pidiera en matrimonio en febrero de 1981, cuando ella no llegaba a 20 años.
Fin de la normalidad
La propia Lady Di habría advertido a su jefa de que, cuando saliese a trabajar, se encontraría con periodistas y fotógrafos al final de la calle en la que vivía, y cuando Robertson le preguntó qué hacían ahí, la joven respondió: “Están ahí por mí”. Sería el final de lo más parecido a la normalidad que Diana experimentaría en su vida. Su boda a final de julio de ese mismo año marcaría el inicio del mito que la convertiría en el rostro más perseguido del planeta, una condena que la acompañaría hasta su muerte en un túnel de París en agosto de 1997.