Tribuna
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Milei contra mi ley

El presidente de Argentina, Javier Milei, durante la presentación de su libro “El camino del libertario” este viernes en el Auditorio del diario 'La Razón', en Madrid. EFE/Borja Sánchez-Trillo

No hay nada más serio que una broma ni una política exterior más interesante que la que se convierte en polémica. Desde luego, en el caso español, solo interesa cuando la convertimos en política doméstica. O sea, en pura polémica. Véase lo que ha ocurrido en esta legislatura. Sin duda alguna, y sin exagerar, la peor en términos de política exterior desde la llegada de la democracia a España.

Como dije en esta misma tribuna hace unas semanas, hay un dato. En estos momentos, España no tiene una buena relación con cuatro países del mundo. No uno, ni dos; son cuatro los países y no poco importantes: México, Argelia, Argentina e Israel. Si no esto no fuese suficiente para preocuparse, al menos debería serlo para ocuparse.

Refresquemos la memoria porque son tantas las cosas que pasan, que se olvidan. La cadena de errores empezó cuando decidimos enfadar a Marruecos acogiendo al líder del Frente Polisario (FP), Brahim Gali, en España para tratarse un tema de salud. La decisión, que no tenía por qué ser necesariamente mala, precisamente por los lazos que unen a España con el Sahara Occidental se podrían justificar razones humanitarias; se convirtió en una crisis de primer orden, con la retirada de la embajadora de Marruecos, precisamente por no haber tenido el coraje de hacerlo abiertamente. El Gobierno decidió ocultárselo, no solo a Marruecos, sino también a todos los españoles y convirtió una acción loable en una vergüenza para todos –para nuestro servicio exterior, para los prosaharauis y para los promarroquíes- y una de las mayores crisis que hemos vivido con el país vecino.

No contentos con no haber sabido gestionar semejante bochorno diplomático, la solución fue todavía peor. Mismo método: todo bien opaco. “Que no se sepa, que nadie se entere. Esto lo arreglamos vía epistolar”. Y Sánchez rubricó que la idea marroquí de la autonomía del Sahara Occidental era la correcta. 50 años de diplomacia, de política de Estado, de interés de país se iban así a la basura. Un presidente que utiliza el interés nacional para intentar remediar su forma de hacer política: frágil y advenediza. Siempre a punto de caerse porque sólo se sujeta en todos los demás. Evidentemente con esta solución, el enfado pasó a Argelia que retiró también a su embajador.

Del Sahara Occidental ni hablamos, como si aquellos refugiados fuesen de menor categoría que los muchos otros de los que tanto se habla. Fue así como, un mes después de que Putin invadiera Ucrania y la UE decidiese cortar la dependencia europea del gas ruso, España rompe relaciones con su principal proveedor de gas. Insisto: todo son aciertos.

Si hay una relación que es importante -y compleja- en la política exterior de España, como manda la diplomacia, es con los vecinos. Pues es en esa política clave donde este Gobierno ha fallado estrepitosamente. Y persevera. Porque podríamos preguntarnos por la oportunidad histórica que hemos perdido como país, de cerrar una importante negociación con los británicos sobre Gibraltar. Un vecino, en este caso, interior. Tras el Brexit, con la ayuda de la Comisión Europea, con unos gobiernos británicos en horas bajas y con la legalidad internacional en la mano, nada. Imposible pensar un escenario mejor, nunca ha existido. Tres gobiernos, tres opciones: con Johnson, con Truss y con Sunak. Nada. Que no hay avances. Quizá en la próxima. Incapaces.

Albares

El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares

Y estando así la situación en las cosas importantes, centrémonos en lo urgente. Y lo urgente es Milei, que no mi ley. Ahí no se puede decir que no se haya actuado con valentía. Toda. Incluso con determinación, rapidez y una extraordinaria transparencia. Casi como si no fuesen los mismos. Los mismos que pasean de la mano de la mujer de Erdogan sin rubor, pero cuando el presidente democráticamente elegido de Argentina –y alabado esta semana por JP Morgan y FMI por sus políticas económicas- expresa sus opiniones libres en un país libre como es España, ahí sí que el peso diplomático cae con toda gravedad. Se retira la embajadora, se rompen relaciones, elevamos el tono y convertimos las anécdotas en categorías para dejar bien claro que no tenemos ni idea de lo que queremos hacer con nuestra política exterior.

Eso sí, sabemos muy bien lo que tienen que hacer Netanyahu y Milei, incluso lo que tiene que hacer Trump. Pero, por favor, que nadie nos pregunte a nosotros ni qué hemos negociado con Marruecos -nos dirán que es discreto para no llamarle secreto-; ni como vamos a resolver con Argelia, ni por qué no tenemos un solo avance en Gibraltar. Estamos muy ocupados construyendo un muro. Un muro interior y un muro exterior.

Es verdad que, estando la cosa así, aun puede empeorar haciendo que, entre cordones y muros, necesitemos un Puente como ministro de Exteriores de su amo.