Crisis en Venezuela

“Una ruptura de las relaciones en Venezuela y España no tiene antecedentes”

Si los vuelos entre Venezuela y España son suspendidos, haría la vida todavía más difícil a los venezolanos, cautivos casi en un territorio cada vez más incomunicado y que tiene un tercio de su población en la diáspora ocasionada por el chavismo

Sin disimular la furia, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, reaccionó con gritos a la decisión del Congreso de España de aprobar una propuesta para que el Gobierno de España reconozca a Edmundo González Urrutia como presidente electo Venezuela.

—Que se rompan de inmediato todas las relaciones diplomáticas, comerciales y consulares, que se vayan de aquí todos los representantes del Reino de España y todos los cónsules. Y nos traemos a los nuestros de allá— vociferó Rodríguez ante el aplauso de los diputados del régimen.

Pero lo que provocó el espanto generalizado es que Rodríguez pidió también que suspendan los vuelos entre los dos países, lo que vendría a hacer la vida todavía más difícil a los venezolanos, cautivos casi en un territorio cada vez más incomunicado. La falta de conectividad es una tragedia para un país que tiene un tercio de su población en la diáspora ocasionada por el chavismo.

Contra la vajilla hasta el último platico

—La ruptura de relaciones diplomáticas— explica la letrada Milagros Betancourt, funcionaria del Servicio Exterior de Venezuela entre 1973 y 2002 —supone la interrupción del contacto político entre dos gobiernos. Las relaciones diplomáticas las deciden los gobiernos, no los Estados. Esto significa que es posible suspender las relaciones diplomáticas en el aspecto político, pero manteniendo las consulares, como ocurría en el pasado. La diferencia es que, en el último cuarto de siglo, en Venezuela, cuando rompen relaciones, rompen con todo.

Al preguntarle si las excolonias de España tienen con esta un fuero diplomático especial, Betancourt lo descarta. “Desde el año 1961, todas las relaciones diplomáticas se rigen por la Convención de Viena. Claro, las relaciones pueden tener distintos grados: embajador, encargado de negocios… (y este, a su vez, puede tener un rango más o menos alto). Esta gradación expresa la calidad de la amistad, la afinidad ideológica y los intereses comunes entre los dos gobiernos. España tiene en Venezuela un ’embajador en propiedad’, que presentó cartas credenciales a quien ejerce la Presidencia. Otros países de Europa no tienen embajador en Venezuela, sino encargados de negocios que en su país tienen el rango de embajador; estos no presentan credenciales ante la Presidencia, sino unas copias de estilo ante el ministro del Interior. Es el caso del Reino Unido, entre otros”.

Romper con la Madre Patria

—Una ruptura de las relaciones en Venezuela y España, que yo sepa, —dice la doctora Betancourt— no tiene antecedentes. Nosotros rompimos relaciones con Uruguay, en 1976, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, porque las autoridades militares uruguayas entraron a la fuerza en nuestra embajada en Montevideo para sacar a la maestra Elena Quinteros, militante anarquista, que acababa de resguardarse allí, saltando el muro de la sede de la embajada. Es el único antecedente que conozco, de ruptura de relaciones por un asunto relacionado con el asilo. Por cierto, después de nueve años de rupturas, las relaciones se renovaron con la llegada de la democracia en Uruguay en 1985. Pero con España, no hay antecedentes.

En el periodo democrático, “las relaciones de Venezuela con España siempre han sido fluidas y cordiales. Desde luego, luego con altibajos, porque en toda vinculación política y diplomática puede haber diferencias. Pero, por ejemplo, Venezuela tuvo un papel muy importante en la recuperación de la democracia en España”.

La embajadora Betancourt explica que, durante la democracia de Venezuela, “las relaciones internacionales estaban basadas en la negociación, en el respeto a las normas internacionales y al intercambio entre pares de criterios y apoyos políticos, lo cual le permitió al país un peso importante en la comunidad internacional. A la llegada de Chávez, este dejó al lado la negociación para optar por la imposición: utilizó el petróleo como arma y, como disponía de mucho dinero gracias al alza de los precios del crudo, ofreció montones de negocios a cambio del apoyo político irrestricto. Su política exterior de Chávez, particularmente la multilateral, fue estructurada con base en conceptos ideológicos y políticos, que ya había asomado antes de su elección en 1998 y que habría de confirmar el día de su juramentación e inmediatamente, en sus primeros actos de gobierno”.

—Chávez tenía una motivación ideológica y política que se separaba de los intereses del país, a lo que se sumó su propia personalidad y la manera de comportarse en el escenario internacional. Su proceder era un constante reto para los interlocutores que no sabían cómo responder ante el irrespeto a las formas protocolares, tan importantes en la diplomacia. Sus posiciones no se negociaban, se imponían. Y sus apariciones públicas buscaban su protagonismo; por cierto, con el aplauso de muchos.

Petróleo para los amigotes

Con la creación de Petro Caribe, modalidad del Acuerdo de San José para dar facilidades en la compra del petróleo a los países del Caribe, “Chávez se aseguró en la OEA el apoyo de los gobiernos de esta región, lo que le permitió imponer sus posiciones en cualquier asunto de su interés, no del nuestro país, siempre con preeminencia al de expandir el socialismo del siglo XXI”.

—Durante el chavismo— sigue Betancourt, quien fuera Primer Secretario en la Misión de Venezuela ante la OEA (1982-1985)-, pero en particular en los últimos diez años, hemos abandonado a nuestros aliados naturales en el hemisferio occidental, como Estados Unidos, Colombia, Argentina y algunos países de Europa; y hemos orientado nuestras relaciones internacionales hacia otros aliados, ajenos a nuestra idiosincrasia, cultura e intereses, como Irán, Rusia, Turquía… No menciono a China porque los vínculos con este país se limitan a lo comercial. No tenemos relaciones con Centroamérica, pero sí y muy estrecha, con Bielorrusia. Ni qué decir con los países árabes cuya influencia, así como la afluencia de nacionales, resulta preocupante.

Al preguntarle si considera factible la ruptura radical propuesta por Jorge Rodríguez en el Parlamento, Milagros Betancourt dice: “Mi única respuesta para eso es que en España sigue habiendo separación de los poderes y el Legislativo no es el gobierno. Hasta ahora, Sánchez no ha reconocido a Edmundo González como presidente electo y lo ha explicado de diversas formas. Mientras no haya un reconocimiento de parte del Ejecutivo español, el asunto molestará, pero no creo que la decisión, tanto del Senado como del Congreso de los Diputados, lleve a eso, porque ambos gobiernos tienen intereses mutuos, sobre todo comerciales, que los dos querrán preservar”.

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