Michel Barnier, un político francés muy veterano, ha sido nombrado primer ministro por Emmanuel Macron tras casi dos meses de estancamiento político. Su designación llega en un momento crucial para Francia, que enfrenta una profunda división en su Asamblea Nacional después de las elecciones de julio. Con 73 años, Barnier es el primer ministro más mayor en la historia de la Quinta República, pero su carrera política de medio siglo le ha proporcionado muchísima experiencia, tanto a nivel nacional como europeo.
Nacido en 1951 en la región de Saboya, en los Alpes franceses, Barnier entró en política a una edad temprana. Con solo 27 años, fue elegido miembro del parlamento francés, uno de los diputados más jóvenes en ese momento. Desde entonces, ha desempeñado varios roles en la política francesa, incluidos cargos como ministro de Medio Ambiente y ministro de Asuntos Europeos. Su carrera ha estado marcada por su cercanía a Bruselas, donde fue comisario europeo y negociador principal del Brexit.
Como figura clave en la Unión Europea, Barnier lideró las complejas negociaciones para la salida del Reino Unido del bloque. Durante estos años, fue reconocido por su firmeza en las negociaciones y su cortesía hacia los británicos. Su equipo lo respetaba profundamente, y su manejo del proceso le otorgó mucha visibilidad por toda Europa. Sin embargo, como señala el propio Barnier en su libro My Secret Brexit Diary, las negociaciones fueron muy complicadas: “Hay algo definitivamente mal en el sistema británico… cada día que pasa muestran que no han entendido las consecuencias de lo que está en juego”.
Un político más conservador
A pesar de su relevancia internacional, Barnier no goza del mismo perfil en Francia, donde su política ha virado hacia la derecha en los últimos años. Mientras se presentaba a las elecciones presidenciales, abogó por medidas que a menudo se acercaban al territorio de la extrema derecha, como un referéndum para restringir el marco legal de la inmigración, una propuesta que se habría enfrentado a las normativas internacionales y europeas. Durante su campaña, también mencionó la necesidad de suspender la inmigración no europea durante un período de tres a cinco años, decisión que generó críticas dentro de Bruselas.
En el ámbito económico, sin embargo, Barnier mantiene posturas más cercanas a las de Macron. En su programa presidencial, defendía la necesidad de reducir los impuestos a la producción en 10 mil millones de euros y no quiso revertir la odiada reforma de las pensiones de Macron, que eleva la edad de jubilación a los 64 años. En lugar de eso, propuso aumentarla hasta los 65, una medida que, según algunos analistas, fue clave para su nominación como primer ministro. Macron, que no quiere en absoluto retractarse de su reforma de pensiones, buscaba un líder que no desafiaría este pilar de su política.
Sin embargo, Barnier también ha generado inquietud entre los círculos políticos franceses por esa postura sobre la inmigración, y por su crítica al control europeo sobre ciertos temas judiciales. En una entrevista con Le Point, afirmó: “Francia no debería estar más sujeta a los dictámenes de la Corte de Justicia de la Unión Europea y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos”.
Una Francia dividida
El nombramiento de Barnier llega en un momento clave, de profundo estancamiento político en Francia. Tras las elecciones de julio, la Asamblea Nacional quedó dividida en tres bloques casi iguales: el Frente Popular de izquierda, el grupo centrista de Macron y el partido de extrema derecha Agrupación Nacional. Pero como las tres facciones estaban empeñadas en no colaborar entre ellas, Macron enfrentaba la difícil tarea de encontrar un primer ministro que pudiera obtener suficiente apoyo parlamentario para garantizar la estabilidad.
Uno de los retos inmediatos para Barnier será, pues, formar un gobierno capaz de sobrevivir a una moción de censura. Si bien se espera que cuente con el apoyo del centro-derecha y gran parte del centro, su postura sobre la inmigración podría ser crucial para lograr un apoyo tácito de la extrema derecha, algo que muchos ven como un equilibrio complicado. La líder de la Agrupación Nacional, Marine Le Pen, ya ha dejado claro que “la Agrupación Nacional no formará parte de un gobierno de ningún tipo bajo Michel Barnier”.
A nivel personal, Barnier ha sido descrito como un político educado y respetuoso, reputación que ha mantenido a lo largo de su carrera. Sin embargo, no todos los miembros de su propio partido comparten esta visión. Un miembro de Los Republicanos, hablando con Le Figaro de forma anónima, lo describió como “desconectado” y aseguró que su nombramiento podría significar “la muerte de la derecha en Francia”.
Con su nombramiento, Francia también verá cómo Barnier vuelve a interactuar con sus antiguos colegas europeos. El nuevo primer ministro deberá enviar a Bruselas un plan multianual para reducir el gasto público antes del 20 de septiembre, en respuesta a un procedimiento de déficit excesivo iniciado por la Comisión Europea.