La victoria parlamentaria sin precedentes del Rassemblement National (RN) –el partido de Marine Le Pen– en primera vuelta había abierto la puerta a la llegada al poder de los nacionalistas de Le Pen, lo que supondría un hecho inédito en Francia desde la Segunda Guerra Mundial, y un trueno con repercusiones mucho más allá de las fronteras francesas. La extrema derecha tiene el potencial de conducir a una desestabilización más amplia tanto de Europa como del propio curso de la integración europea.
Todo empezó el 9 de junio, poco después de las nueve de la noche, cuando Emmanuel Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional. “Conmoción”, “apuesta”, “absurdo”… Todo se utilizó para describir esta decisión presidencial, de la que muchos se enteraron por televisión, incluso en la “familia Macron”.
577 diputados fueron enviados bruscamente de vuelta a la contienda, un primer ministro, Gabriel Attal, entre la espada y la pared, y un Gobierno estupefacto. Solo la Asamblea Nacional descorcha el champán.
En la izquierda, los dirigentes se ponen rápidamente de acuerdo sobre una bandera, la del Nuevo Frente Popular, y un programa. Entre el partido los Republicanos -la derecha moderada- hubo psicodrama después de que su presidente, Éric Ciotti, se uniera al Rassemblement National.
En general, se está organizando el aluvión contra el RN, que parece dar sus frutos en los sondeos de los últimos días antes de las elecciones: el partido presidido por Jordan Bardella ya no puede aspirar a la mayoría absoluta.
La participación en la segunda vuelta de las elecciones legislativas fue más de 60%. Se trata de la participación más alta desde 1981 – año de la primera victoria socialista en las elecciones presidenciales bajo la V República – y es la prueba de la movilización de los franceses para estas elecciones históricas, de las que la Agrupación Nacional podría salir victoriosa, aunque es muy incierto que pueda asegurarse la mayoría absoluta en la Asamblea.
Los macronistas, que se han presentado dos veces a las elecciones legislativas como favoritos, son por primera vez la “minoría presidencial”. Se trata de un verdadero punto de inflexión en la joven historia del bloque central. Ya ausentes de un centenar de circunscripciones antes de la primera vuelta para favorecer a posibles socios, sus representantes han reducido aún más su espacio entre las dos vueltas.
Ahora bien, contra todo pronóstico, fue el Nuevo Frente Popular o NFP (una coalición de izquierdas que abarca desde radicales como Jean-Luc Mélenchon a moderados) el que ganó por un amplio margen, a pesar de que la RN está bien asentada en la arena política. Por su parte, el partido de Macron consiguió salvar su posición. Como resultado, ningún bloque tiene mayoría absoluta.
Sin duda, los macronistas tendrán que mirar a la izquierda para encontrar un terreno político estable. Sin embargo, esta opción presenta obstáculos. En primer lugar, en el seno del Nuevo Frente Popular, la unanimidad no está clara debido a la diversidad de partidos miembros (socialistas, ecologistas, comunistas, etc.) y de personalidades (¿quién sería el candidato común a la presidencia del Gobierno?). En segundo lugar, a falta de mayoría absoluta, el bloque de izquierdas tendrá que buscar uno o varios acuerdos con el partido presidencial o con la derecha moderada. Por último, la cohabitación entre el presidente Macron y cualquier coalición liderada por el nuevo Frente Popular será tensa y podría conducir a una parálisis de las instituciones de la V República.
A continuación de los resultados electorales, el paisaje político francés se ha fragmentado por primera vez. Esta fragmentación ha coincidido con la frustración del electorado, que ya no se reconoce en sus representantes. Excepto que una parte en su seno no quiere el RN en el gobierno.
Mientras tanto, las tactaciones y negociaciones se anuncian como duras y difíciles puesto que quien se inscribe en una coalición – figura desconocida en la historia de la V República – tendrá que hacer concesiones en cuanto a su programa político. También, el presidente Macron tendrá que elegir a su presidente de gobierno quien podría ser un izquierdista moderado o un… macronista, como el actual presidente de Gobierno.
Otra situación a tener en cuenta. El 18 de julio, los diputados deberán elegir al Presidente de la Asamblea Nacional. La elección de este último, además de la del primer ministro, deberá iluminar el horizonte político francés y también el europeo. Tanto los franceses como los europeos hemos temido lo impensable, pero el alivio de una noche no debe dejarnos lejos de la atención porque las elecciones presidenciales francesas se presentan en 2027. Tres años son poco tiempo para (re)construir un paisaje político que no se polarizado. Si la vuelta a un sistema político regido por mayorías absolutas es imposible debida a la fragmentación política, las mujeres y hombres políticos tendrán que aprender las virtudes de la cultura de la coalición política, con o sin Jean-Luc Melenchon (NFP) y Marine Le Pen.