Pese a sus 68 años de experiencia en este mundo, de los que presume porque pertenece a “esa clase de mujeres que no se avergüenza de su edad”, la juez Nava Ben-Or refleja en su mirada, en sus movimientos, el ahogo y el nerviosismo de quien ha visto el horror en su máximo exponente. Ha liderado el Proyecto Dina para estudiar el uso de violencia sexual en el ataque perpetrado por el gobierno terrorista de Hamás el 7 de octubre, que le ha llevado a concluir tras recabar “clara y convincente información” que “la violencia sexual incluyendo violaciones, torturas sexuales y trato inhumano y degradante” ocurrió contra mujeres y también, en menor número, contra hombres. Con un objetivo: “usar los cuerpos para sembrar el terror y exhibirlo”. La mayor parte “fueron quemados y los órganos, mutilados”.
Ben-Or, además de trabajar como juez del Distrito de Jerusalén, ha sido abogado del Estado y fiscal de la Corte Suprema de Israel durante más de 20 años, especializada en materia penal. Vive en Jerusalén, y ha vivido la Guerra de los Seis Días del 67, en la que su casa fue destruida, y la contienda del Yom Kippur.
“Ni en nuestras peores pesadillas pensamos que esto podría suceder jamás en Israel. Un ataque no contra el Ejército, si no contra los civiles, de la manera más brutal y utilizando la violencia sexual como nunca había sucedido”.
La juez prepara al interlocutor para escuchar declaraciones como que las mujeres fueron atadas contra los árboles y violadas, algunas en grupo. Que a algunas “las torturaron a la vez que las agredían con técnicas sádicas como cortarles un pecho”. En vivo.
“El estado de los cuerpos no permitía aportar pruebas forenses”
En todos los testimonios recabados a lo largo del viaje a Israel organizado por la EIPA, desde la frontera con Gaza hasta el norte en el límite con el Líbano, se insiste de forma permanente en que nunca, desde el Holocausto, los terroristas habían entrado en sus viviendas a matar gente inocente. Entre otros motivos, aducen, es esta la razón por las que el ataque les cogió tan desprevenidos.
Alrededor de la carretera 232, por la que se accede al Kibutz agrícola de Reim, próximo a Gaza y donde se celebró el festival pacifista Nova, el paisaje transmite calma y serenidad en su llanura diáfana y verde. Es difícil imaginar que ese escenario estuviera sembrado de cuerpos, coches quemados, gente corriendo despavorida, tanques, bombas. Terroristas dispuestos a “aprovechar” el tiempo hasta que llegara la tardía respuesta israelí -este medio ha accedido al “cementerio” Tkuma, en el que se aglutinan más de 200 vehículos quemados-.
Este escenario tan amplio en la operación terrorista de Hamás hizo que la recolección de pruebas fuera un caos. “Una auténtica locura”, explica la juez. “La escena no estaba protegida”. Llevó más de 24 horas asegurarse de que no hubiera terroristas escondidos, a la vez que grupos voluntarios recababan pruebas y buscaban supervivientes. “Esto no fue como la típica serie de televisión en la que se sabe quién es el policía por su uniforme y la cinta separa la escena del crimen. Estaba todo mezclado”.
En los hospitales tampoco se podía identificar a las víctimas ya que no llevaban DNI y, de fondo, el ruido permanente de familias desesperadas llamando y presentándose en los cuarteles de la policía para localizar a sus seres queridos. “Según la tradición judía, los cuerpos deben recibir inmediatamente un funeral”. Al estar la Policía identificando y entregando cuerpos tampoco se podía hacer un estudio forense con calma, así que hicieron muchas fotos de las caras para su identificación.
Otro de los “métodos” de análisis para la investigación fue mediante los vídeos que los terroristas de Hamás enviaron a los familiares a través de los propios móviles de sus víctimas, para grabar lo que les hacían y que fueran testigos de ello.
“En Israel, y asumo que en vuestros países igual, con una prueba ya es suficiente para inculpar a un criminal si es creíble. Aquí, Naciones Unidas y mi equipo encontramos varios frentes para creer que hubo violencia sexual el 7-O y después contra los secuestrados”.
“Es muy común que las víctimas, traumatizadas, nieguen inicialmente las agresiones”
En el área del festival Nova, así como en la 232, afirma, se encontraron “cuerpos, la mayor parte de mujer, desnudos en la parte de abajo o completamente desnudos, con disparos en la cabeza y atados a estructuras como árboles o postes”.
El proceso de investigación está aún abierto, ya que asegura será cuestión de años obtener las conclusiones finales. Pese a que ya hay testimonios de rehenes acerca de las agresiones sexuales que sufrieron durante su cautiverio -como el de la rehén Amit Soussana en una entrevista en el “New York Times”-, Nava Ben-Or asegura que la información final tardará años en tenerse, ya que “es muy común que las víctimas estén traumatizadas y nieguen inicialmente las agresiones por el dolor que les causa hablar de ello. Pasado el tiempo empiezan a hablar”.
Violada y asesinada
A lo largo de la conversación, la juez expone ejemplos de testigos supervivientes que informan acerca de los hechos del 7 de octubre. “Es muy difícil soportarlos”, asegura. Entre otros, este medio ha escuchado de sus labios cómo una militar escondida en una base escuchaba gritos de una mujer que estaba siendo violada entre amenazas de un hombre pronunciadas en árabe.
“Al salir vio a la mujer muerta y tapó su cuerpo, y al lado había el cuerpo de un hombre muerto con los genitales cortados”. Porque, aunque la mayor parte de las agresiones sexuales fueron contra mujeres, también hubo hombres violados.
“Las obligaban a vestirse con ropa de niña como si fueran muñecas para reírse de ellas y las paseaban con una cuerda”
Testimonios de supervivientes agazapados detrás de los árboles que escucharon durante dos horas gritos de mujeres pidiendo ayuda. Los ejemplos que va relatando la juez explicitan un sadismo y una crueldad que se podría remontar a una cruenta versión de Sodoma y Gomorra, o las más despiadadas prácticas medievales. Los cuerpos trasladados no necesitaban mucha explicación, porque es lo que en jerga de materia criminal entienden como talking bodies: cuerpos que hablan por sí solos.
Maltrato psicológico
En esta forma de tortura contra gente inocente, también tiene cabida el maltrato psicológico. “Las obligaban a vestirse con ropa de niña como si fueran muñecas para reírse de ellas”, explica la juez. “Y las paseaban con una cuerda. También las han obligado a ducharse mientras ellos miraban”.
Hamás no ha reivindicado la autoría de la violencia sexual del 7 de octubre. “Pienso que cuando la gente entra en una dinámica en la que la moral universal es inexistente se normaliza al diablo y la atrocidad”. Y esta actitud, señala, no sólo se limita a Hamás. “Hay organismos internacionales que consideran que esto debe contextualizarse en el conflicto árabe israelí y esto es inadmisible”, asegura. “Este relativismo moral lo que vierte es que en algunas circunstancias es legítimo violar mujeres”.