Escuchar a María Belón es una lección de vida. Sus palabras acompañan a sus gestos, a esa mirada entusiasta. Belón es superviviente del segundo mayor terremoto registrado en la historia desde que se comenzaron a medir los movimientos sísmicos. Una afortunada, pues ni ella ni su familia formaron parte de ese triste balance. El 26 de diciembre de 2004 murieron más de 220.000 personas, miles aún continúan desaparecidas y alrededor de un millón se quedaron sin hogar en un trauma compartido entre Indonesia, Tailandia y Sri Lanka.
También, por las fechas, había miles de turistas, como Belón, su marido Enrique Álvarez y sus hijos Lucas, Simón y Tomás, que estaban de vacaciones cerca de la playa en Phuket, cuando les sorprendió el tsunami que provocó el seísmo. Una ola primero de dos metros y después de nueve metros que inundó ciudades enteras y se tragó decenas de miles de vidas.
Una vida extra
Belón es consciente de la segunda oportunidad que se le ha brindado y como si se sintiera en deuda por esta vida extra, reparte sabiduría y emoción a quien lo necesita. Sus charlas y entrevistas pueden servir perfectamente como una sesión de terapia o, al menos, amortiguan el desconsuelo. Algunas de sus conferencias bajo el título de “sobrevivir para aprender a vivir de verdad” pueden visualizarse en internet cuando se tiene un bache o se sucumbe a la frugalidad de la vida. En ellas, Belón narra que es una “persona normal” que ha tenido la suerte de vivir “una experiencia excepcional”. Ella suele hacer el paralelismo entre el tsunami que provocó tanta destrucción en el sureste asiático con los retos diarios.
Erigida en una “coach” patria, tiene sentencias para cuando “esa ola gigantesca que nos llega en la vida” que al igual que el agua y el dolor, se propaga por todo “nuestro ser” e inunda nuestro “cuerpo y alma”. Belón compara el dolor físico que sintió con el tsunami, aquel muro de agua, con cualquier imprevisto que nos destroza el presente, ya sea un accidente en un paso de peatones o la pérdida de un ser querido. “Sientes mucha oscuridad, mucho dolor, asfixia, angustia… Sientes que no tienes ningún control sobre tu vida y sientes más dolor y más ahogo y más angustia. Y sobre todo, sientes una tentación inútil: yo ya no puedo más“.
Aunque parezca exagerado, Belón reconoce siempre que “el tsunami fue un regalo para aprender a valorar la vida. Toda mi vida es tiempo extra”.
“La vida no es justa”
Doctora, abogada, MBA y psicoterapeuta explica que “no hay ninguna diferencia entre yo, una mujer española llamada María que está viva, y miles de madres que se encuentran bajo el mar”. Es consciente de las injusticias, de la enorme diferencia entre que una catástrofe natural te sobrecoja en un punto u otro y del síndrome del superviviente. Belón ha llegado a expresar que “yo no merezco estar con vida, pero la vida no es justa. Siento dolor y compasión por tantos otros que no sobrevivieron o perdieron a sus seres queridos. Toda mi historia está en mi cuerpo. Y es maravilloso, porque significa que estoy viva”.
Si Belón ya era un faro para muchos en España, tras la película del director J. A. Bayona, “Lo imposible”, su historia dio el salto a la gran pantalla y se volvió global. Alfombras rojas, “premieres” y micrófonos de cientos de medios de todo el mundo. Naomi Watts, la actriz que la interpretaba, aseguraba en sus entrevistas que estaba “enamorada de su personaje”, gracias a un guion, por cierto, en el que Belón trabajó sin descanso.
Homenaje a todos
La superviviente confesó que, durante el proceso de escritura, le obsesionada que Bayona hiciese un film que hablase de “todos los seres humanos” y es que “existir es un impresionante regalo que dura muy poco”.
En la hemeroteca de EFE se encuentra la primera entrevista de María Belón, fechada el 2 de enero de 2005. “Tú y yo no nos vamos a morir”, le dijo Belón, que entonces tenía 39 años a su hijo mayor, de 10, para calmar el pánico cuando ambos se reencontraron. “Mientras tanto, a unos 700 metros del hotel, su marido, Enrique (41 años), lograba salir a flote y aferrarse a un árbol, temiendo ser el único superviviente de la familia, después de que la fuerza del mar le arrebatara a sus dos hijos más pequeños, de ocho y cinco años, a los que había conseguido abrazar mientras huía de una ola gigante que superaba los siete metros de altura”, reza el teletipo.
La familia atendió a EFE desde el hospital de Singapur, antes de que operaran a Belón en una pierna, “pero con la incredulidad eufórica de comprobar que no corre peligro la vida de ninguno, en contra de lo que se temieron todos ellos tras la catástrofe y a diferencia de tantas víctimas que han conocido estos días”. Belón, además de contusiones, resultó herida de gravedad, tuvo hemorragias internas, y fue intervenida de urgencia en el abdomen en Tailandia.
Pero como ella formula ahora: “La vida es extremadamente generosa y nos ayuda a superar nuestros miedos”.