Clamor mundial por la libertad de Venezuela

Machado recorre las calles de Caracas pese a la fuerte represión. Miles de venezolanos se manifiestan en ciudades de todo el mundo para que Maduro reconozca la victoria de la oposición

¿Cuántos países pueden hacer una manifestación planetaria? Pero, de verdad. Una protesta con réplicas en todo el orbe (con la excepción de Corea del Norte). Nótese que el paréntesis no incluye a Cuba ni a Nicaragua, lo cual se explica por el hecho, multitudinario, de que ciudadanos de sus banderas se han movilizado ante el llamado de la líder opositora venezolana, María Corina Machado, para hacerse presente en las calles del globo donde haya no solo un venezolano fugitivo de la dictadura de Nicolás Maduro, sino una persona, de cualquier nacionalidad, sensible ante la tragedia venezolana, consciente de que un paso a favor de una democracia en el Caribe abona a la libertad de la humanidad.

La pregunta anterior nos conduce a la siguiente: ¿Cuántos países tienen un tercio de su población fuera, un fenómeno completado en menos de una década? Ese país es Venezuela; y este masivo desplazamiento le da sentido a la demostración mundial que se dio el sábado 17 de agosto.

Desde el día anterior, empezó a circular un vídeo de María Corina Machado en las redes sociales (única vía por la que transitan sus comunicaciones, censuradas en todos los medios tradicionales, incluidos las vallas, murales y volantes). En este contenido, Machado volvió sobre su mensaje de felicitación a quienes participaron en la campaña electoral y elecciones presidenciales del 28 de julio, una hazaña, dada la persecución contra las fuerzas opositoras y convocó para la congregación pública de este sábado 17. No hizo falta más.

Desde la madrugada de la Tierra empezó a salir gente a la calle. En Nueva Zelanda, Australia, Tasmania… en Uganda, donde hay tres venezolanas, que sacaron la cara por los treinta millones. Pero también lo escucharon las fuerzas represivas, que tendieron un cerco militar a Petare, zona caraqueña de extracción popular, veta de la población que dio el triunfo a Edmundo González Urrutia en los recientes comicios, que la dictadura se niega a reconocer.

En las ciudades grandes, medianas y pequeñas de Europa, Estados Unidos e Hispanoamérica y Brasil; algunos en China, Egipto, Omán, Kuala Lumpur… Basta buscar la etiqueta #YoSalíPorVenezuela en X (antes Twitter) para ver la enseña tricolor venezolana en todos los paisajes imaginables. Ubicuidad, por cierto, que permite detectar una gran ventaja para ese país suramericano en cuanto conquiste la libertad, puesto que, aún si menos de la mitad de sus emigrados regresa, no hay duda de que tendrá una red de contactos y de aliados utilísimo para cualquier emprendimiento o iniciativa.

Mientras el país de afuera cumplía con su parte del esfuerzo de cíclopes que implica zafarse de una dictadura, el de adentro sufría en carne propia las zarpas de la represión. En Maracay los militares lanzaron bombas lacrimógenas en las inmediaciones del lugar pautado para la manifestación. En Machiques, población del estado Zulia, al pie de la Sierra de Perijá, frontera natural con Colombia, la Guardia Nacional Bolivariana se llevó al párroco Elvis Cabarcas porque lo encontraron rezando el rosario con la comunidad, que había empezado a reunirse.

Al tiempo que empezaba el apiñamiento en Sol, Madrid, se supo que los petareños habían burlado el asedio y se habían dispuesto a bajar de las colinas donde se arraciman sus viviendas para correr al lugar de la manifestación en Caracas.

Pero, qué moviliza a cientos de miles de venezolanos que, si no están luchando para mantener una vida cotidiana medianamente humana en su país, están bregando en el extranjero para volver a empezar, con la edad que tengan. Por qué sacrifican un sábado veraniego. Por qué les basta el llamamiento de una mujer, a través de un vídeo, para acatar su emplazamiento. Porque están convencidos de que su gesta civil encontró su cima en las elecciones del 28 de julio, donde la ciudadanía derrotó al tirano con sus votos. Porque quieren apoyar a los miles de presos políticos que el régimen no solo admite, sino de los que se jacta ante la mirada del mundo. Porque saben que algo cambió para siempre, que Maduro está mandado a recoger, que el país en su conjunto anhela un cambio. Y quieren que el mundo también los mire a ellos, sus caras, sus banderas, su manera de caminar… hacia la libertad.

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