El escenario político de Francia es cada vez más complicado. En el último de una serie de episodios tensos, que empezó el pasado 9 de junio cuando el presidente Emmanuel Macron perdió las elecciones europeas y convocó unas legislativas, Macron ha rechazado la candidatura de Lucie Castets, propuesta por el Nuevo Frente Popular (NFP) como primera ministra. La decisión entra dentro de un contexto de fragmentación parlamentaria, y de una victoria muy justa de las fuerzas progresistas contra la ultraderecha de Marine Le Pen.
La candidata era Lucie Castets, una alta funcionaria con una trayectoria destacada en la defensa de los servicios públicos. La coalición de partidos de izquierda NFP, que incluye a socialistas, comunistas, ecologistas y La France Insumisa, logró un acuerdo tras semanas de negociaciones y disputas internas sobre quién debería liderar el nuevo gobierno.
El anuncio de la candidatura de Castets estuvo programado estratégicamente para obligar a Macron a tomar una postura rápida, justo antes de una entrevista televisada del presidente. Sin embargo, Macron desestimó la candidatura argumentando que “no debería tratarse de un nombre decidido por una formación política”, sino que “depende de la mayoría que pueda surgir en la Asamblea Nacional”.
En su entrevista, Macron subrayó que no nombraría un primer ministro hasta después de los Juegos Olímpicos de París, que concluyen a mediados de agosto. Afirmó que hasta entonces, el enfoque estaría en los Juegos, y solo después evaluaría la situación para nombrar a un nuevo jefe de gobierno. “Hasta mediados de agosto nos centraremos en los Juegos y luego nombraré un primer ministro”, afirmó Macron.
Contradecir a la izquierda
La respuesta de Macron fue percibida como un rechazo directo a la izquierda, lo que desató fuertes críticas por parte de los líderes del NFP. Castets, en declaraciones posteriores, acusó al presidente de una “negación de la democracia”, señalando que su candidatura representa una esperanza para un cambio y que está preparada para asumir la responsabilidad de gobernar.
“Una esperanza se ha levantado, estoy lista, estamos listos y le pido al presidente de la República que asuma sus responsabilidades y me nombre primera ministra”, declaró Castets.
Jean-Luc Mélenchon, líder de La France Insoumise y una de las figuras principales del NFP, expresó su indignación, afirmando que Macron estaba ignorando el resultado de las elecciones y tratando de imponer una coalición que obligaría a la izquierda a renunciar a su programa. “El presidente niega el resultado de la elección y nos quiere imponer, a la fuerza, un nuevo frente republicano y obligarnos a renunciar a nuestro programa al aliarnos con él. No lo haremos. Respeta el voto de los franceses. O nos aceptas o te vas”, clamó Mélenchon.
Francia, dividida
La decisión de Macron no hace más que reflejar la complejidad del sistema político francés, donde el presidente tiene la potestad de nombrar al primer ministro, pero tradicionalmente ha seguido las mayorías en la Asamblea Nacional. En la actualidad, la coalición progresista del NFP tiene unos 200 diputados, superando al grupo centrista de Macron y al ultraderechista Agrupación Nacional, aunque ninguna fuerza tiene una mayoría clara.
Al rechazar la candidatura de Castets, Macron está indicando su preferencia por un gobierno más centrista y plural, sugiriendo la necesidad de cooperación entre diferentes partidos para lograr una mayoría funcional. “La cuestión no es esa”, respondió Macron cuando le preguntaron sobre la idoneidad de Castets, cofundadora también de la asociación Nuestros Servicios Públicos, que defiende la educación, sanidad y la vivienda públicas.
El retraso en la nominación de un nuevo primer ministro hasta después de los Juegos Olímpicos se interpreta como una estrategia de Macron para desactivar la presión inmediata y ganar tiempo para negociar con posibles aliados.