Donald Trump soñó toda su vida con llenar el Madison Square Garden. Nada más salir al escenario, hizo una pregunta dirigida a los indecisos que seguían el mitin por televisión. “¿Estáis mejor ahora que hace cuatro años?”, dijo tras ser presentado por Melania Trump. Los simpatizantes respondieron con un “¡No!” que retumbó en el mítico estadio. Fue un discurso bronco, rencoroso y extremo, que ilustró todo lo que enfurece a sus críticos y que anticipa cómo será su presidencia.
Las elecciones presidenciales de este martes en Estados Unidos llegan a un momento similar al de hace ocho años, con el trumpismo definiendo otra vez los contornos de la mayor democracia del planeta. “Es una elección entre tener cuatro años más de incompetencia y fracaso o comenzar los mejores años en la historia de nuestro país”, afirmó el expresidente republicano evocando uno de sus clásicos.
“Número dos” de Biden
Donald Trump trataba en sus argumentos finales vincular a Kamala Harris con las decisiones del presidente Joe Biden en cuestiones clave para los electores como la migración o la inflación. El pobre dato de empleo de octubre, publicado a cuatro días del voto, no pudo llegar en peor momento para la vicepresidenta, porque vino a sumar aún más ruido a la percepción sobre la marcha de la economía.
Los electores suelen castigar al presidente en ejercicio cuando sienten que la economía va mal, pese a que su poder real es limitado al influir en el crecimiento, la inflación o Wall Street. La política monetaria de la Reserva Federal, de hecho, contribuye más que el inquilino de la Casa Blanca. En el caso de la espiral en los precios, además, fue un fenómeno mundial por las tensiones entre la oferta y la demanda tras la pandemia.
Harris puso el broche a su campaña sin abrazar los logros de la era Biden, en un complejo equilibrio para distanciarse de su jefe pero sin renunciar a los objetivos de la agenda demócrata. La estrategia de la nominada se centró en repudiar todo lo que significa Trump, recordando su conducta en el asalto del Capitolio como uno de los múltiples ejemplos de lo inestable y peligroso que es retomar el poder.
Hasta el último minuto
La vasta mayoría de los estadounidenses ya sabe que va a votar, si es que no lo hizo ya por anticipado o por correo. Es una fracción muy pequeña la que espera hasta el último minuto, cuando se pone delante de la urna, para decidir entre uno u otro candidato. No llegan al 3% del electorado. Pero en unas elecciones tan reñidas, son suficientes para llevar a uno de los siete estados decisivos hacia uno de los dos campos.
Las encuestas muestran que dos tercios de los electores sienten que el país va en la mala dirección, lo que da una ventaja significativa a Trump sobre Harris en cuestiones como la inflación. La economía, de hecho, es la más importante (27%), especialmente para los indecisos, y muestra el reto que tiene la vicepresidenta. Está por encima de la migración (15%), el aborto (15%) o el estado de la democracia (7%).
Hay una discrepancia enorme, de hecho, entre la marcha de la economía y el sentimiento de los electores. El mercado laboral se mantiene robusto y el estancamiento en la creación de empleo se explica por el impacto de dos severos huracanes y de la huelga de Boeing, dos factores excepcionales. El crecimiento es el más sólido entre los países del G7 y el alza de precios volvió a niveles más normales, lo que permitió a la Fed empezar a bajar tipos.
Los índices de confianza y las encuestas de la Fed muestran que los consumidores entienden que la inflación se modera y anticipan que lo seguirá haciendo. Pero les frustra que los precios que pagan en el supermercado o por la vivienda sean más altos que antes de la pandemia y hace de lastre en sus finanzas personales. Y a la psique económica se le suma el factor partidista, por la división política.
Unas elecciones económicas
Los dos candidatos saben que estas serán unas elecciones económicas. Trump recurre al miedo para movilizar al electorado, hasta el punto de atribuir la creación de empleo con Biden a la migración ilegal. Harris, por su parte, no presenta soluciones específicas a las inquietudes de los electores. La realidad es que tres cuartas partes de ellos se declaran frustrados con la demonización continuada del adversario político.
Contra la abstención
Las campañas se concentraron en las últimas horas en llegar a los electores que aún no se decidieron en Pensilvania, Wisconsin y Michigan, los tres estados que necesita Harris para mantener en pie el ‘muro azul’. Pero los indecisos que importan más no son los que tienen que elegir aún entre dos candidatos sino los que ni siquiera saben si van a votar o no este martes. Es un grupo mayor que los registrados como indecisos.
“Para los que no votaron aún”, decía Harris el sábado en un evento en Georgia consciente del reto, “necesitamos que lo hagan. Sois los que vais a marcar la diferencia estas elecciones”. Biden ganó con un margen muy estrecho en este estado clave para Trump. Los dos estuvieron también en Carolina del Norte, otro campo de batalla que será crucial junto al de Nevada y Arizona y el más castigado por el huracán Helene.
Los estrategas saben que los votantes ocasionales, los que no se movilizan siempre en las elecciones, son una fuente vital a explotar para las campañas por su tamaño. Representan más de una cuarta parte del electorado. Los grupos de acción política que apoyan a Trump están dirigiendo así desde comienzos de octubre buena parte de la inversión publicitaria a movilizar a 3,5 millones de republicanos que se quedaron en casa en las últimas tres elecciones.
Puerta a puerta
Tradicionalmente se llegaba a ellos movilizando a voluntarios puerta a puerta. Trump muestra una ventaja cómoda entre los electores infrecuentes. Harris, por su parte, tiene más empuje entre los jóvenes adultos que nunca antes votaron. Para llegar a ellos de una forma más directa y animarlos a participar, su equipo recurre a las redes y la publicidad en plataformas streaming buscando influir en su comportamiento.
Como dicen los encuestadores, qué grupos de tendencia republicana o demócrata acuda a votar, afectará al resultado más que los que tienen dudas entre Trump o Harris. Es un tipo de votante que dedica más tiempo a pensar en las ventajas y desventajas de cada candidato y que, además, está al margen del ciclo informativo. Se conectan al proceso al final, lo que pone la atención de la jornada electoral en la participación.