Lodo y violencia en Papúa Nueva Guinea: el lugar más peligroso para ser mujer

Alrededor de 1,5 millones de mujeres y niñas experimentan abusos domésticos sistemáticos en Papúa Nueva Guinea. "El número de casos de violación en niñas menores de 16 es horrible", indica la coordinadora de Unicef en el país, Angela Kearney

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Mujeres afectadas en Papúa Nueva Guinea Juho Valta

Bajo el lodo de lo que era la Aldea de Yambali, en la provincia de Enga, Papúa Nueva Guinea, hay sepultadas alrededor de 2.000 personas tras el deslizamiento de tierra del viernes. Las imágenes de la catástrofe hablan por sí solas y el nivel de preocupación es máximo ante la suerte de las víctimas que estaban dormidas cuando sucedió el alud y ahora se encuentran a ocho metros de la superficie.

Sobre ellas yace el barro, los escombros, los troncos de árboles y enormes rocas que dificultan las tareas de rescate que los locales están llevando a cabo sin la ayuda de maquinaria pesada. Escarban con utensilios rudimentarios y con sus propias manos para proteger los cuerpos enterrados y honrar sus cultos, sus duelos y sus costumbres. La situación ha sido catalogada como emergencia nacional y hay un aspecto paralelo que genera mucha inquietud entre las organizaciones sin ánimo de lucro que asisten a los supervivientes en el terreno: la suerte de las mujeres y de los niños.

Hay estimaciones que indican que alrededor de 1.500 hogares se han visto afectados por el corrimiento de tierra y que unas 7.800 personas han perdido sus casas y las tierras donde cultivaban para subsistir. El 40 por ciento son niños. Ante esta situación de estrés y necesidad, la coordinadora de Unicef en el país, Angela Kearney, teme que la población más vulnerable sufra una violencia que ya existía antes del accidente y que podría ser más pronunciada a partir de ahora. El mensaje que lanza es claro: “Nuestra prioridad son las mujeres y los pequeños. Sabemos que tras esta catástrofe habrá más violencia debido a la frustración, porque han perdido sus medios de subsistencia”, explica a Artículo14.

1,5 millones de mujeres y niñas sufren abusos

Según un informe de Human Rights Watch, alrededor de 1,5 millones de mujeres y niñas experimentan abusos domésticos sistemáticos en Papúa Nueva Guinea, donde el 40 por ciento de la población vive en la pobreza. Además, la violencia entre tribus tiene un impacto directo en la seguridad de las mujeres, ya que, además de los daños físicos que sufren, las escuelas y los hospitales suelen verse afectados.

“Es un país muy pobre”, señala Kearney, “los indicadores son muy bajos. Muy pocas niñas van a secundaria. Muchas niñas se casan con menos de 16 años. El número de casos de violación en niñas menores de 16 es horrible. La violencia en las familias es espantosa. Pegar a niños para disciplinarlos es terrible. Hay mucho trabajo por hacer y este tipo de emergencias nos retrasan”, comenta.

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Mujeres afectadas por el lodo de lo que era la Aldea de Yambali, en Papúa Nueva Guinea (Juho Valta)

Además de Unicef, hay otras organizaciones que trabajan sobre el terreno y ayudan al personal del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas y a la Organización Internacional de Migración, como Care International y Seventh Day Adventist. Todos ellos están coordinados para proteger a las personas más vulnerables y la respuesta tras la catástrofe fue inmediata. “Estamos distribuyendo ácido fólico y pastillas de hierro para las mujeres embarazadas y en lactancia. Las deberían de tener en cualquier caso, pero no les llegaba”, esgrime Kearney, que es enfermera y comadrona. “El martes repartimos un gran kit de salud de emergencia, suficiente para 10.000 personas y que les durará tres meses. Hay medicinas suficientes como antibióticos, paracetamol, tiritas etc.”.

Kits de dignidad para el aseo de las mujeres

Unos de los paquetes esenciales que están entregando a mujeres y niñas son los kits de dignidad para la higiene. Incluyen un cubo con tapa para almacenar agua limpia y un bidón, jabón, detergente para que los niños no estén expuestos a enfermedades potencialmente mortales. Además, hay productos básicos para el aseo menstrual de las mujeres como compresas reutilizables y desechables o paños multiusos.

“También incluyen un silbato y linternas para su seguridad. Viven en zonas remotas y a veces deben salir solas al campo para su higiene”, agrega Kearney. “Les da dignidad en este tipo de emergencias que son complejas. Los teníamos para el día a día no solo para emergencia porque hay muchas prácticas de vudú y muchas dificultades con la regla”. La coordinadora de Unicef afirma que llevan tiempo trabajando en romper el silencio de las mujeres ante el maltrato de todo tipo, incluidas las ceremonias y rituales donde se usa sangre menstrual para invocar espíritus e intimidarlas.

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Alrededor de 1.500 hogares se han visto afectados por el corrimiento de tierra (Juho Valta)

A pesar de los esfuerzos para dignificar a las mujeres y evitar la violencia contra ellas, es imposible que las organizaciones controlen lo que sucede en sus hogares. “Lo que sucede en sus casas se queda en las casas”, añade Kearney. “El haberlo perdido todo significa a veces que la violencia es mayor”. La legislación aprobada en los últimos años para proteger a las mujeres de situaciones que aún hoy se producen como la ‘caza de brujas’ apenas se aplica en la práctica, según el informe de Human Rights Watch.

Educación contra la violencia doméstica

Una de las claves que esgrime Kearney es la educación. “Sabemos que si educas a las niñas, es mucho mejor para la antiviolencia en el futuro, por eso nos queremos asegurar d que no saquen de la escuela por esta catástrofe a las niñas que iban antes del alud. Queremos hacer reuniones comunitarias y mantener a las niñas en el colegio”. Aunque el hospital más cercano al lugar donde se ha producido el deslizamiento de tierra no se ha visto afectado, el colegio sí ha quedado destruido. “Esta semana llegarán grandes tiendas de campaña desde Australia para suplir las aulas. Ahora debemos encontrar un lugar seguro donde colocarlas”.

Otro de los asuntos que más preocupan son los bajísimos niveles de inmunización de los niños. El 50 por ciento no se han desarrollado por culpa de la malnutrición y crece el temor a que haya un brote de sarampión derivado de las malas condiciones de salubridad en la zona afectada.

“Como los niños están malnutridos, el impacto de esta catástrofe es todavía mayor. Necesitan ropa, necesitan agua, necesitan cobijo, cariño, amor, todo… pero también necesitan comida decente”, puntualiza la coordinadora. La solución más tangible en este momento para los niños afectados por la carencia de alimentos es una crema de cacahuete envasada que contiene vitaminas y minerales añadidos. Se llama “plumpy nut” y “si le das a cada niño dos al día durante dos semanas, se pueden recuperar. Estamos intentando trasladarlos hasta allí lo más pronto posible”, confirma.

Elevada tasa de mortalidad materna

Cuando este tipo de catástrofes suceden en lugares pobres y en culturas tribales con costumbres arraigadas que afectan el bienestar de las mujeres -y por ende, de los niños-, el riesgo de la población aumenta considerablemente. Otro problema es la carencia de personal sanitario cualificado debido a la cantidad de personas que viven en lugares remotos -alrededor de un 80 por ciento de la población- y al arraigo de la medicina tradicional. La tasa de mortalidad materna es de las más altas del mundo, con más de 2.000 mujeres y niñas que fallecen al año durante el parto. El reto que las organizaciones tienen por delante es mayúsculo para garantizar condiciones de vida básicas para los más vulnerables.