El ministro del Interior del Gobierno de Unidad Nacional (GUN), Emad Al-Tarabulsi, anunció ayer en una entrevista la introducción de la ‘policía de la moral’, un cuerpo -similar al que opera en las calles iraníes– destinado a preservar las “tradiciones sociales” y restringir, por ende, la libertad de las mujeres.
El plan del Ejecutivo libio es que los agentes del cuerpo de la moral estén patrullando las calles de las ciudades del país magrebí el próximo mes de diciembre, según adelantaron medios regionales como The Levant o Middle East Eye. Su objetivo no será otro que mujeres con vestimenta considerada “poco modesta”, la mezcla de personas de distintos géneros en público, y hasta ciudadanos que presenten peinados “extraños”, según las propias palabras del titular de Interior del GUN.
El ministro anunció además que los agentes del cuerpo obligarán a la población femenina a llevar el hiyab o velo islámico y avanzó de que los salones de belleza que violen las normas sociales serán cerrados. Igualmente, el titular de Interior del GUN aseguró que las mujeres acompañadas en un lugar público por un hombre que no sea su esposo o miembro masculino de su familia serán detenidas (al igual que el varón infractor en cuestión).
De la misma manera, Al-Tarabulsi avisó de la posibilidad de prohibir a las mujeres viajar en el interior del país sin compañía masculina, en una medida que replica las restricciones talibanes en Afganistán. El ministro, al frente de Interior desde hace ahora exactamente dos años, fue más allá en sus declaraciones de este miércoles para instar a “marchase a Europa a quienes busquen libertad personal”.
Los anuncios y declaraciones del ministro del Interior libio no han pasado inadvertidos para la sociedad libia. Redes sociales como TikTok son el escenario de una discusión pública entre quienes defienden el regreso de la ‘policía de la moral’ a fin de poner freno al “deterioro moral” imperante y quienes se oponen a ver limitadas aún más sus libertades.
Desde 2015, menos de cuatro años después de la caída del régimen de Muamar el Gadafi, el país norteafricano quedó dividido en dos partes: una de ellas controlada por el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), al frente del cual se situó el antiguo ministro gaddafista Fayez al Sarraj. Contó con el apoyo en su nacimiento en 2015 de Naciones Unidas, aunque militarmente lo sostuvieron Turquía y Qatar. La otra parte fue territorio del conocido como Ejército Nacional Libio (ENL), que encabezó el mariscal Khalifa Haftar. Lo apoyaron Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Francia y Egipto –territorialmente suya era la mayor parte del extenso territorio libio.
A raíz del alto el fuego de octubre de 2020 y tras contar con el respaldo de la Cámara de Representantes, un ejecutivo interino reconocido por las dos facciones en litigio y apoyado por Naciones Unidas, el Gobierno de Unidad Nacional, se hará cargo -hasta hoy- de los destinos de una Libia que sigue profundamente dividida, inestable e insegura. El primer ministro del GUN desde febrero de 2021 es Abdul Hamid Dbeibah. Teóricamente, se trata de un mandato interino a expensas de la celebración de unas elecciones que llevan esperando desde diciembre de 2021.
Desde la caída del régimen autocrático de Gadafi, el aumento de la inseguridad ha ido creciendo en paralelo al de la falta de libertad religiosa. Los musulmanes no suníes y miembros de otras minorías religiosas sufren la persecución tanto del Gobierno como el de las varias milicias y facciones que actúan sin control en territorio libio.