Tres semanas después de que Israel pisara el acelerador de la operación total para destruir Hizbulá y siete días desde el inicio de las oficialmente “limitadas” incursiones terrestres al otro lado de la línea azul, las Fuerzas de Defensa libran cada vez más encarnizados combates con Hizbulá en el sur del Líbano. Mientras la ofensiva sobre el terreno se amplía -Tel Aviv anunció este lunes la participación de una nueva división en el operativo libanés-, los bombardeos de la aviación israelí continúan en la zona sur del país levantino y el sur de Beirut. Además, las autoridades israelíes instaron a las poblaciones libanesas situadas al sur del río Awali que se abstengan de estar en la playa o el mar y declararon varias localidades fronterizas en el noroeste de su territorio -Rosh Hanikra, Shlomi, Hanita, Adamit y Arab al Aramshe- como zonas militares cerradas, lo que anticipa una operación marítima en las próximas horas.
Entretanto, hoy martes se cumple el otro aniversario: el del 8 de octubre, fecha en que la milicia proiraní lanzó sus primeros cohetes hacia el norte de Israel en auxilio de Hamás -durante casi un año el fuego a un lado y otro de la línea azul ha sido una constante– y también fecha en que Israel comenzó su ofensiva (inconclusa) contra la organización islamista palestina en la franja de Gaza.
A juzgar por la duración y la ampliación de la operación israelí en suelo libanés, hay cada vez menos dudas de que el objetivo de Tel Aviv va más allá de lo contenido en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (11 de agosto de 2006) -que no haya fuerza militar desde el río Litani y la línea azul que no sea o la FINUL o el Ejército libanés- y coincide con lo establecido por otra resolución, la 1559 (2 de septiembre de 2004), que exigía el desarme de todas las milicias que operaban en el interior del Líbano, incluida Hizbulá. Asumiendo que la milicia proiraní no renunciará nunca a las armas, Tel Aviv cree llegado el momento, tras dieciocho años en que ha dejado a la organización libanesa convertirse en el formidable ejército que es hoy, de acabar con su liderazgo político y militar y destruir gran parte de su arsenal.
Después de horas de máxima tensión -avivadas por el anuncio en la noche del domingo por parte de las autoridades iraníes de que el espacio aéreo nacional quedaba cerrado a la aviación civil- ante la que parecía inminente respuesta israelí al masivo lanzamiento de misiles balísticos en la noche del día 1 de octubre, por el momento el ataque sigue sin producirse. La región vive una suerte de impasse tras la jornada de duelo de ayer en Israel en el aniversario del 7 de octubre y en vísperas del Yom Kippur o Día de la Expiación, el más sagrado del calendario judío. Nadie duda, en cualquier caso, de que Tel Aviv golpeará infraestructura sensible de la República Islámica más pronto que tarde. Por si hubiera dudas sobre el apoyo del presidente saliente de Estados Unidos -dudas alimentadas por el inicial rechazo del mandatario a apoyar un ataque contra instalaciones nucleares del régimen de los mulás- a una operación israelí en suelo iraní, ayer Joe Biden reiteró el derecho de Israel a la “autodefensa” ante los ataques de Teherán y sus milicias afines.
Un día más, los aviones israelíes volvieron a bombardear zonas del Dahiyeh, el populoso suburbio del sur de Beirut donde Hizbulá tenía su feudo político y una parte de su arsenal. Pasadas las diez y media de la noche, la Aviación israelí anunciaba haber atacado “el cuartel general de los servicios de inteligencia de Hizbulá” en el sur de la capital libanesa, según anunciaba la radio de las FDI en un mensaje en X. Al filo de la media noche, Israel volvía a golpear infraestructura de la milicia proiraní en otro punto del extenso suburbio beirutí.
Tampoco hubo ayer lunes noticias sobre el paradero del presidente del Consejo Ejecutivo de Hizbulá -y uno de los nombres que sonaban para suceder a Hasán Nasrala-, Hachem Safieddine. Ayer un portavoz del Gobierno israelí admitía a la agencia Reuters no poder confirmar la muerte del también primo de Nasrala en el bombardeo del viernes pasado sobre el sur de Beirut.
En medio de los rumores cada vez más fuertes de que el comandante en jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, Esmail Qaani, murió en otro bombardeo israelí sobre el Dahiyeh beirutí, las autoridades iraníes aseguraron a primera hora del lunes que el militar se encuentra en buen estado, aunque sin precisar dónde se encontraba y se encuentra en estos momentos.
Al sur de la línea azul, en medio de una jornada marcada por la solemnidad y el recuerdo de los más de 1.200 asesinados por Hamás el 7 de octubre, el sistema defensivo israelí fue capaz de neutralizar un nuevo misil lanzado por la otra gran milicia proiraní, los hutíes de Yemen, contra la ciudad de Tel Aviv. A última hora del día, desde Hizbulá se aseguraba haber lanzado una salve de cohetes en dirección a la principal base de la Inteligencia militar israelí, la de Glilot -situada cerca de Tel Aviv, sin que las autoridades israelíes confirmaran la agresión al cierre de esta edición. En un comunicado, las autoridades militares israelíes informaron de que solo este lunes Hizbulá lanzó un total de 190 proyectiles en hacia su territorio.
También en la noche de ayer el jefe del Comando Norte del Ejército israelí, el general de división Uri Gordin, aseguraba que los habitantes de la frontera libano-israelí “podrán regresar a sus casas en menos de tres semanas”, según declaraciones recogidas por la cadena Al-Arabiya.