Líbano asimila sus peores horas desde la guerra civil

Al menos 569 personas han muerto ya -90 mujeres, 50 niños- y varias miles han resultado heridas como consecuencia de los bombardeos israelíes

El otro lado de los partes asépticos sobre los números de cohetes lanzados y los objetivos -a ver cómo traducir los ‘targets’ de los comunicados de los Estados Mayores- alcanzados son los centenares de muertos y miles de heridos, además de decenas de personas más que huyen de sus hogares, que deja lo ocurrido en la última semana en este reducido escenario de todas las batallas de Oriente Medio y el mundo que es el Líbano.

La jornada del pasado lunes ha entrado ya en la historia más negra del Líbano. Según datos del Ministerio de Sanidad de este martes, al menos 569 personas han muerto ya -90 mujeres, 50 niños- y varias miles han resultado heridas como consecuencia de los bombardeos de las Fuerzas de Defensa de Israel contra miembros, depósitos de armas y lanzacohetes de Hizbulá, a menudo escondidos en el interior de las casas de vecinos simpatizantes o conniventes o simples miembros de la organización, en un sinfín de municipios del valle de la Becá, en el este, y, sobre todo, en el sur. Las dos zonas con más presencia de población musulmana chiita, que es la base sectaria de apoyo a la organización proiraní que desde el 8 de octubre pasado, horas después de la matanza de Hamás en Israel, se enfrenta en un ejemplo de guerra asimétrica y desigual a la que denominan “entidad sionista”.

Majdaline, una joven cristiana maronita residente en la capital y con familia en el sur, una pequeña localidad mixta -con población cristiana y chiita- cercana a Baalbeck, en la Becá, relata a Artículo14 su indignación por cómo un vecino simpatizante de Hizbulá, muerto ayer en un bombardeo israelíes, ha puesto en peligro a la localidad entera escondiendo misiles en su garaje. “Estoy muy enfadada y muy triste. Si él se pone en peligro a sí mismo, vale, pero no a sus hijos y mujer. Tampoco a los vecinos de las casas cercanas”. “Mi tía y mi tío tienen casa cerca y han tenido suerte de no verse afectados por la explosión porque se encontraban en Beirut, pero podría haber sido una tragedia, relata la investigadora a este medio.

En las últimas horas decenas de miles de personas viajan desde las zonas más castigadas, el ya mencionado sur y la gran llanura de la Becá en el este, hacia áreas más seguras como la capital. Buscan desesperadamente un techo en el que pasar las próximas noches sin saber qué será de sus casas. Para estas personas gran parte del temor ahora, después de haber abandonado las zonas más golpeadas -Israel reivindica haber llevado a cabo más de 2.000 ataques aéreos y haber golpeado 1.500 objetivos en los últimos tres días-, está en que los bombardeos se produzcan también en las rutas montañosas porque los lanzacohetes y túneles de Hizbulá pueden encontrarse en cualquier parte. En los teléfonos de los libaneses circulan estos días videos de vehículos alcanzados por proyectiles o carreteras bombardeadas con caravanas de coches de quienes huyen observando el espectáculo.

En un país pequeño como este -con una superficie de exactamente 10.452 km2, el equivalente a la región de Murcia o a Navarra- todos conocen a alguien que está de camino en algún punto del país acompañado de familiares o amigos. A pesar de que las divisiones sectarias siguen atravesando sin remedio el Líbano, una rara solidaridad entre todos se ha creado en las últimas horas. “Odio a Hizbulá y lo que está haciendo, pero están matando e hiriendo a mi gente, los libaneses. No tengo ningún problema con los chiitas, muchos de ellos son compañeros de clase o de trabajo y son gente buena”, relata Antoine un joven beirutí residente en un barrio del sureste de la capital.

Además, los bombardeos israelíes han golpeado hasta en cuatro ocasiones la capital libanesa, concretamente en el distrito de Dahiye -feudo de Hizbulá al sur de Beirut-, en la última semana. La cadena de explosiones registradas en buscas y walkie-talkies en posesión de miembros de Hizbulá martes y miércoles de la semana pasada dejó casi 40 muertos y miles de heridos, muchos de ellos viandantes o vecinos, incluidos varios niños, que tuvieron la mala fortuna de estar cerca de los integrantes de la milicia chiita cuando estallaron los aparatos. De la misma manera la eliminación de la cúpula de la fuerza de élite de Hizbulá, que se reunía en el subsuelo de un edificio de viviendas de Dahiyeh, el pasado viernes costó la vida a cuatro decenas de personas. El último de los ataques por ahora sobre el feudo de la organización proiraní, registrado en la tarde de ayer, pretendía acabar con la vida del máximo responsable en materia de misiles de Hizbulá Ibrahim Kobeissy. Al menos 6 personas murieron y 15 resultaron heridas según datos del Ministerio de Sanidad libanés. Entretanto, niños, adolescentes y jóvenes no podrán ir a clase hasta al menos el lunes mientras la catástrofe –lo peor de la guerra está por llegar– se cierne sobre el país levantino.

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