Los grupos de ultraderecha han sido los grandes vencedores de las elecciones europeas: en algunos países, como en Francia con Marine Le Pen, han cosechado el mayor número de votos, y en total se han convertido en la tercera fuerza de la Eurocámara. Este éxito ha sido logrado, en parte, por utilizar lenguaje violento y bélico en sus discursos y comunicados, para movilizar a sus seguidores, legitimar sus posiciones y atacar a sus adversarios.
Se trata de expresiones como “lucha”, “invasión” (refiriéndose a inmigrantes), “batalla cultural”, “caza de brujas”… Una retórica que sitúa la política en el ámbito bélico, contribuye a la polarización, y en muchos casos termina justificando la violencia política. En España, es habitual oír estas expresiones desde grupos como Vox: Santiago Abascal habla de “combatir el golpe” o de “la batalla en defensa de la verdadera Europa”, y también el eurodiputado Jorge Buxadé se refiere a la “batalla global” que supone la diversidad política.
“El uso de retórica violenta es una estrategia intencional utilizada para debilitar las normas democráticas y desensibilizar al público hacia la violencia contra el “grupo externo”, que es el objetivo del ataque. Forma parte de un manual que estamos viendo en todo el mundo y que contribuye al retroceso democrático. En la práctica, se manifiesta como retórica violenta hacia mujeres, comunidades LGBTQ, minorías religiosas y otros grupos, teniendo un efecto paralizante en la participación de estos grupos en la democracia”, explica a Artículo14 Jiore Craig, analista y experta en el Institute for Strategic Dialogue.
Este tipo de retórica va más allá de Europa: también está presente en Estados Unidos, especialmente durante y después de la presidencia de Donald Trump (que amenaza con repetir y las encuestas lo confirman). Se trata de expresiones como “luchar como demonios” o “invadir”. El caso paradigmático es su mítico discurso del 6 de enero de 2021, en el que alentó a sus seguidores a marchar hacia el Capitolio — y lo invadieron. Aunque no se mencionaron objetivos específicos, la retórica inflamatoria sirvió para canalizar la frustración y la rabia hacia acciones violentas.
Algo que se vuelve justificable dentro de la retórica bélica. “El uso de este lenguaje desensibiliza al público a la retórica amenazante con la esperanza de que, a medida que se implementen políticas para socavar las libertades, los derechos humanos y restringir la participación democrática de ciertos grupos, se pase por alto [la violencia] como algo necesario para luchar contra un supuesto “enemigo””, afirmó Craig.
El efecto ya es palpable: En Europa, la violencia política fue plaga durante la temporada pre-elecciones. Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, sufrió un intento de asesinato durante un acto de campaña por parte de un hombre de 71 años de ideología prorrusa, quien le disparó cinco veces. Este ataque dejó a Fico en estado grave en el hospital.
En Alemania, varios políticos han sido atacados, como la exalcaldesa de Berlín Franziska Giffey, quien fue golpeada en una biblioteca, y Matthias Ecke y un trabajador de Los Verdes, quienes fueron agredidos violentamente en Dresde. Además, en Bélgica, el primer ministro Alexander De Croo denunció incitación al odio después de que un periodista sugiriera “fusilar al primer ministro”.
Polarizar a los jóvenes
Los líderes políticos con muchos seguidores en las redes ven cómo sus mensajes se retuitean y comparten ampliamente. Los seguidores, a su vez, comentan y comparten estos mensajes con sus propias interpretaciones, perpetuando un ciclo de odio y violencia. La retórica extrema desplaza lo que se considera aceptable en el discurso público (algo que se conoce como la “ventana de Overton”).
Cuando los líderes de opinión respaldan discursos prejuiciosos, se anima a las audiencias a expresar y actuar sobre prejuicios que anteriormente podrían haber ocultado. Las mayores víctimas de esta manipulación son las personas más vulnerables, las primeras en ser radicalizadas, según Craig.
“Aunque realmente cualquiera es susceptible a ataques engañosos en línea como la desinformación, estos ataques violentos y cargados se aprovechan de aquellos que experimentan tensión económica o aislamiento social, culpando a los oponentes políticos y señalando a quienes defienden la libertad democrática como la supuesta causa de los problemas que los votantes pueden estar experimentando. Los medios de comunicación también son vulnerables, ya que sus incentivos, desafortunadamente, a menudo se alinean con dar una plataforma más amplia a las personas que utilizan este lenguaje”, explica.
Alimentar la violencia
Tras los muchos comentarios anti-musulmanes de Trump en 2016, hubo un aumento del 32% en crímenes de odio contra musulmanes y también un incremento significativo, aunque menor, contra la comunidad hispana. Y es que el discurso de odio no solo incita a la violencia física, sino que también provoca emociones negativas en la audiencia hacia las comunidades objetivo. Según Craig, esto puede hacer que la violencia política parezca más legítima a los ojos de aquellos que la escuchan.
Un estudio del think tank Brookings Institution ha demostrado que la exposición a retórica violenta de los políticos aumenta el apoyo a la violencia política en Europa. La retórica violenta no solo afecta a los atacantes, sino que también puede radicalizar a los grupos objetivo, creando una espiral de radicalización recíproca. Esto puede justificar la violencia y movilizar el apoyo adicional, exacerbando el conflicto y empoderando a más demagogos.
Para abordar este problema, es esencial que los políticos ejerzan moderación y condenen a sus colegas cuando cruzan la línea entre inspirar a sus seguidores y alentar la violencia. Es crucial que las empresas de redes sociales vigilen y detengan la retórica violenta, y que las fuerzas del orden anticipen y repriman rápidamente la violencia antes de que se propague. Estas medidas, aunque importantes, solo abordan el problema a corto plazo y no resuelven la raíz más profunda del problema.
“Las figuras públicas deben ser conscientes de cómo los incentivos en el ecosistema mediático actual, tanto en línea como fuera de línea, pueden alentar declaraciones sensacionales o impactantes. En la lucha muy real por la atención y el alcance entre los votantes, por no mencionar la confianza, las figuras públicas deben comprender lo dañina que puede ser esta retórica en un clima donde las personas viven bajo presión y cómo nos aleja de las normas democráticas que protegen nuestras libertades y derechos humanos”, termina Craig.