Cuando el pasado noviembre Ryleigh Cooper depositó su voto por el candidato Donald Trump lo hizo por una razón principal. “Quería ser madre”. Esta mujer de 24 años de la pequeña localidad de Baldwin, en Michigan, acudió a las urnas convencida de que el candidato republicano era la mejor opción para hacer realidad su sueño de quedar embarazada y atraída por sus promesas de facilitar la fecundación in vitro gratuita para todas las estadounidenses. Pero el “padre de la fecundación in vitro”, como Trump se describe a sí mismo no ha cumplido por ahora su promesa.
Lo que sí ha hecho es impulsar un plan de recorte masivo de empleos federales que ha dejado a Cooper sin su trabajo en el Servicio Forestal de Estados Unidos. Ella es solo uno de los muchos votantes de Trump que se arrepienten de haberle dado su voto y cuyos testimonios empiezan a proliferar en los medios estadounidenses.
Cooper le contó al Washington Post, que primero reportó su historia, que su marido y ella llevan tiempo intentando concebir, pero una afección del útero se lo ha impedido hasta ahora. “Cuando me dirigía a la urna de votación, la idea principal en mi cabeza era mi deseo de ser madre”, dijo, y añadió: “Tomé una decisión de la que, echando la vista atrás, no estoy orgullosa”.

Una persona sostiene una imagen del candidato presidencial republicano estadounidense Donald J. Trump durante la fiesta de observación del Partido Republicano de Nevada en el Hotel Ahern en Las Vegas, Nevada, EE. UU., el 5 de noviembre de 2024.
Cooper llegó a la conclusión de que había cometido un error cuando su superior le comunicó el pasado febrero con un mensaje de texto que debía recoger sus cosas e irse. Como otros tantos miles de empleados federales en periodo de prueba, fue una de las víctimas con las que el millonario Elon Musk se ha puesto a la tarea de cumplir con el encargo presidencial de reducir drásticamente el tamaño del aparato público federal.
Sin empleo, no hay seguro médico para ella, con lo que se esfuma la posibilidad de acercarse al sueño de la maternidad que le acercó a votar a Trump. Sin un trabajo, se evaporan las posibilidades de acceder a uno de los costosos tratamientos de fertilidad que necesita y que solo con un seguro médico hubiera podido plantearse.
Días después de su despido, Trump firmó una orden ejecutiva para abaratar el coste de esos tratamientos cuyos efectos prácticos están por verse. No hay rastro de la gratuidad que había prometido. Para Cooper, ahora desengañada, la orden no contiene más que “mentiras”.
Cooper también creyó a Trump cuando en la campaña se desmarcó del Proyecto 2025, el programa ultra de gobierno elaborado por algunos de sus simpatizantes que en sus primeras semanas como presidente parece estar siguiendo a rajatabla. La agenda del presidente resultó ser más agresiva de lo que ella había pensado y se ha llevado por delante su trabajo.

Los partidarios se reúnen afuera para escuchar al expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump hablar en un mitin de campaña en el Greensboro Coliseum en Greensboro, Carolina del Norte.
Otras votantes de Trump lamentan ahora su elección. Staci White, residente en Nebraska, le contó al Wall Street Journal que ahora se pregunta: “¿Por qué no elegí a Kamala?”, en referencia a la candidata demócrata, Kamala Harris.
Ella apostó por Trump por sus promesas de mayor seguridad fronteriza y reducción de la inflación, pero ahora teme que el empleo de su pareja, vinculado a programas y recursos públicos, peligre y con él también la vivienda familiar.
A White no le gusta lo que está viendo. “Cuando hablaba de fronteras más seguras, pensé que estaba diciendo que íbamos a impedir que las drogas siguieran entrando en el país”. No esperaba que empezase a haber redadas en centros de trabajo del país para capturar a inmigrantes indocumentados.
Ella trabaja en un centro de diálisis donde el personal ha empezado a recibir entrenamiento sobre cómo actuar si los agentes de Inmigración llegan a llevarse a alguno de los muchos pacientes que no tienen la documentación en regla. No es eso por lo que había votado.

Simpatizantes del expresidente Donald Trump a las afueras del juzgado donde el empresario fue declarado culpable este jueves, en Nueva York
En Duluth, Minnesota, Emily Anderson le dijo al Journal que votar por Trump había sido “el mayor error” de su vida. Demócrata de toda la vida, la designación de Robert Kennedy Jr. como responsable de Salud, le convenció de cambiar el sentido de su voto, pero le han bastado unas semanas para arrepentirse.
Anderson critica lo que considera decisiones “ridículas” de Trump, como la reclusión de inmigrantes clandestinos en la base naval de Guantánamo, Cuba, rebautizar como Golfo de América al de México o prohibir las pajitas de papel. Esta mujer de 30 años se siente “estúpida” y “absolutamente avergonzada” de haber votado por Trump.
Aunque el mandato de Trump está aún en sus inicios, las encuestas sugieren que estos no son casos aislados y muchos de los votantes del presidente, especialmente, los más moderados, están descontentos con su gestión, cuando no alarmados con su deriva radical. Una publicada el mes pasado por el Pew Research Center arrojó que un 47% se opone a las medidas que ha adoptado hasta ahora y su porcentaje de desaprobación se situaba en el 51%. Aunque los mismos sondeos indican que sus simpatizantes más radicales aplauden la velocidad con la que está llevando a cabo incluso sus decisiones más polémicas. Entre los críticos, muchos de los que le votaron pensando que actuaría diferente como presidente y sufren ya en primera persona las consecuencias de sus decisiones. Ya saben que no les gusta cómo empezó la segunda era Trump. Y puede que les guste aún menos como termine.