En esta historia llena de oscuridad hay un único elemento de luz que ha ayudado a Gloria, Mirjam y Samuelle a poder seguir adelante: la sororidad. Una palabra que ellas mismas repiten, en italiano ‘sorellanza’, y que es fundamental para entender el momento actual en el que se encuentran estas tres mujeres. Gloria Branciani denunció por primera vez en 1994 ocho años de abusos psicológicos, espirituales y sexuales mientras era monja por parte del exjesuita esloveno Marco Rupnik.
En aquel momento el silencio y la indiferencia de diversas jerarquías eclesiásticas la condenaron a abandonar los votos de religiosa y a transitar décadas de dolor físico y mental que modularon por completo su personalidad. Solo la ayuda de su familia y la búsqueda de su fe pudieron darle la posibilidad de vivir con un mínimo de esperanza. Formó parte de la Comunidad de Loyola de Liubliana, hace 30 años, donde conoció a Mirjam Kovac, que denuncia duros abusos psicológicos y espirituales en aquella etapa. Ambas dieron la cara el pasado mes de febrero al mundo para contar un relato de horror que abría sin punto de retorno una caja de Pandora, la de los abusos a mujeres dentro de la Iglesia.
Cinco víctimas que se han atrevido a denunciar
En este momento son ya cinco las víctimas que han denunciado, presentando un acto introductorio a un juicio al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, asistidas por la abogada experta en Vaticano Laura Sgrò.
Tras la rueda de prensa de hace cuatro meses de las dos primeras víctimas, a este relato se une Samuele, que aún sigue siendo monja, pero que decidió retirarse a una vida de rezo y soledad en un lugar desconocido en Francia, tras el trauma vivido. Conoció a Gloria y Mirjam hace un año y esa unión le ha dado una fuerza muy necesaria. Desde su retiro se conecta en una llamada con sus compañeras para esta entrevista. Conoció a Marco Rupnik en el ámbito artístico, colaborando en su atelier de Roma en la creación de los famosos mosaicos que se encuentran en todos los lugares del mundo, desde el propio Vaticano a la Almudena de Madrid pasando por la basílica de Lourdes. Allí denuncia haber vivido acoso sexual verbal y repetido por parte del ex jesuita.
En la actualidad y tras la petición del Papa Francisco el dicasterio para la Doctrina de la Fe investiga las denuncias de abusos psicológicos y sexuales por parte de Marco Rupnik, que fue expulsado de la Compañía de Jesús en 2023, pero que sigue siendo sacerdote tras haber sido revocada su excomulgación en extrañas circunstancias. Las tres han pedido oficialmente hace solo unos días, además, que se retiren sus obras al considerar que no son adecuadas a un lugar de culto y que suponen una violencia más, que se acumula a todas las que han sufrido en estos años. Esa petición obtuvo rápidamente el respaldo del cardenal Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, que pidió “prudencia pastoral” para impedir que la exposición de algunas obras pueda indicar indiferencia por el dolor de las víctimas de abusos. Por ahora solo el obispo de Lourdes, Jean-Marc Micas, se ha pronunciado diciendo que los mosaicos no serán iluminados durante la noche, pero, por ahora, seguirán donde están. Los Caballeros de Colón, organización fraternal católica americana, han decidido, sin embargo, cubrir con papel temporalmente las obras creadas por Rupnik en el Santuario Nacional de San Juan Pablo II en Washington D.C.
Manipulación
“Llegué a Roma en 2008 con mi congregación religiosa, precisamente para ayudar en su atelier, en el trabajo de los mosaicos y me quedé hasta 2014. Mi historia fue de manipulación psicológica muy fuerte, no hubo agresión sexual física, pero sí psicológica de carácter sexual. Seis años después esta situación me había hecho perder completamente mi identidad. Dejé mi congregación religiosa, donde era apartada constantemente por las demás personas, y ahora decidí vivir como diocesana, apartada de todo, aquí en Francia”, relata Samuele recordando cómo comenzó todo. La historia de la religiosa ofrece la perspectiva del cambio de Rupnik a nivel artístico y de cómo llegó a convertirse en una verdadera estrella del arte religioso en el mundo y cómo siguió siempre, con el paso de las décadas, sus mismas estrategias de control sexual, como apunta Mirjam. “Por su atelier pasaban continuamente obispos y cardenales debido a su fama intencional, se hacían comidas y cenas oficiales con estos personajes”, exclama.
Explica que la manipulación que sentía por su parte era constante y para hacer entender qué tipo de comentarios le realizaba pone un ejemplo. “Él me insistía, por ejemplo, en enseñarme el modo de vestir mejor para ser más femenina. Sobre esto, una vez una chica del atelier me dijo que a ella le había dicho la misma cosa. Cuando escuché sus palabras me di cuenta de todo”, añadió Samuele. También para Gloria el paso del tiempo consiguió darle algunas explicaciones sobre todo lo que durante años vio en la comunidad. “Allí dentro nadie hablaba con nadie. Ahora entiendo tantas hermanas a las que vi llorar, especialmente tras encuentros con él. Rupnik al inicio nos decía: este tipo de relaciones las puedo tener solo contigo, nadie tiene que saberlo porque es muy especial, y otras justificaciones”, añade Gloria. Esa era su manera, describen las víctimas, de mantener todo bajo control y usar el silencio impuesto entre las hermanas. “Pero ahora el silencio para nosotras ya no es una opción”, coinciden las tres.
Agresiones a través de argumentos místicos
Cuando Gloria dio a conocer su historia en el mes de febrero, junto a Mirjam, ofreció un relato de dolor profundo y describió el nivel de abuso psicológico, espiritual y sexual que había sufrido. Rupnik, dijo la víctima, justificaba las agresiones a través de argumentos místicos. Por ejemplo, según su propio relato, le proponía relaciones sexuales a tres con otra monja invocando a la Santísima Trinidad. La mujer, que hoy tiene 60 años, cuenta que Rupnik entró en su vida deformando su mundo espiritual hasta manipular su estado cognitivo y convertirse en la única autoridad posible. A eso, dice, se añadía el contexto “para abusar”, creado por el propio ex jesuita, que tenía controlado el silencio de todas las monjas de la congregación y les impedía relacionarse. De hecho, aunque Mirjam y Gloria compartieron aquellos años durante finales de los 80 e inicios de los 90, no podían tener relación, se encontraron solo con el tiempo para hacer frente a su condición de víctimas.
“Conocí Rupnik en 1985 y entré en la comunidad en 1987. Mi denuncia fue la primera que fue más allá, escribí diversas denuncias y ningún eclesiástico me quiso escuchar. Hablé con un encargado provincial esloveno de los jesuitas que me dijo que nada era verdad. Todos los escalones: primero la superior de las monjas, luego el arzobispo, luego el provincial… Todos eligieron ignorar”, añade Gloria, que en algunos momentos de la conversación se muestra conmovida. “Él siempre decía que era nuestra palabra contra la suya”, añade Mirjam, que conoció a Rupnik en 1981 en Eslovenia. “Creó un grupo espiritual con amigos, yo tenía 19 años. En 1983 decidí ser monja, en aquellos años era treintañero. Viví todo aquel período, pero tardé mucho tiempo en entender qué estaba pasando. Solo ocurrió en 1993 cuando Gloria intentó escapar y me di cuenta de que yo también había vivido enormes abusos espirituales, me distanció de cualquier persona, me controlaba, juzgaba si me relacionaba con mi familia, destrozó mi autoestima, me decía que no era capaz de rezar ni de conseguir nada”, relata.