Estados Unidos vuelve estos días la mirada a la Convención Nacional Demócrata y lo que ve son muchas mujeres poderosas reunidas por una misma causa. La cita en la ciudad de Chicago servirá para proclamar oficialmente a Kamala Harris como candidata demócrata a la Casa Blanca en las próximas elecciones de noviembre en un momento en que las encuestas la muestran en una posición cada vez más favorable frente a su rival republicano, Donald Trump, pero también para mostrar un poder femenino concentrado en el objetivo común de ayudarla a convertirse en la primera presidenta de la historia.
Las convenciones nacionales de los dos grandes partidos son magnos eventos que suelen captar la atención de los medios y del público durante los días en los que se desarrollan y sirven como puesta de largo para los candidatos, que lanzan sus principales mensajes a la nación cuando encaran su decisión electoral. La de Chicago no será una excepción en eso, pero sí en que estará marcada por un gran protagonismo femenino. Los miles de delegados llegados de todas partes del país, y periodistas de medios de todo el mundo, verán a las primeras espadas demócratas arropar a Harris con un solo objetivo: vencer a Trump.
Jill Biden, la penúltima gran aparición de la primera dama que no quería serlo
La todavía primera dama tiene en Chicago uno de sus últimos momentos estelares. Su marido y ella son unos de los protagonistas de la primera jornada, que ella aprovechó para hacer un llamamiento a “la unidad” de sus compatriotas, manteniendo “la fe de unos en otros y confianza en un futuro más brillante”. Biden tomó el escenario justo antes de la intervención de su marido, el presidente Biden, en lo que para gran parte del público sonó como la despedida de una pareja que ha vivido en los entresijos de la política de Washington las últimas cinco décadas.
La señora Biden ha dicho alguna vez que su matrimonio con Joe y la carrera política de él la abocaron a “una vida bajo los focos que nunca había querido”.
Sin embargo, en las semanas que siguieron al desastroso debate de su marido con Trump, cuando las presiones para que renunciara a una candidatura que cada vez se veía más condenada al fracaso, algunos comentarios la señalaron a ella como la figura en la sombra empeñada en convencerlo de que siguiera en la carrera pese a su evidente declinar. Nunca se presentaron pruebas de un relato que destila un sospechoso aroma a algunos tópicos machistas habituales. Sea como sea, los Biden han asumido que están de salida y han decidido sumar lo que les quede de capital político a la candidatura de Harris.
Hillary Clinton, la derrotada que se convirtió en referente
La exsecretaria de Estado iba camino de ser la primera presidenta de la historia de su país, pero en las elecciones de 2016 cayó ante cualquier pronóstico contra un entonces novato Trump, que se benefició de las particularidades del sistema electoral estadounidense y alcanzó la Casa Blanca pese a que Clinton lo superó en voto popular. Para Clinton fue una derrota devastadora. Según ella ha misma ha relatado, la digirió a base de paseos por el campo y soledad.
Durante algún tiempo fue repudiada por los nuevos líderes demócratas, que la veían como vestigio de una etapa política anticuada y desconectada de las mayorías, y achacaban a eso su derrota. Una figura destacada en ese nuevo liderazgo era Kamala Harris. Ambas ya se habían visto en bandos opuestos cuando en las primarias demócratas de 2008, Harris fue una de las primeras dentro del partido en apoyar la candidatura de un senador por Illinois llamado Barack Obama.
Desde entonces, las vidas de ambas han dado muchas vueltas. Clinton ha logrado con el tiempo recuperar algo de la ascendencia dentro del partido que le arrebató su fiasco frente a Trump y desde 2020 la relación entre ambas, antes inexistente, se ha ido estrechando, hasta el punto de que Kamala es una de las invitadas habituales a las cenas que el matrimonio Clinton organiza en su mansión de Whitehaven, a solo unos metros de la Casa Blanca.
En esas veladas, Clinton puso a Harris en contacto con veteranos asesores demócratas que ahora colaboran también ocasionalmente con la vicepresidenta, como Rahm Emanuel, ex jefe de gabinete de la Casa Blanca, o Jennifer Palmieri, que si hace años asesoraba a Hillary Clinton, ahora trabaja para Doug Emhoff, el marido de Harris.
Hillary está ahora entregada a la tarea de lograr que una mujer dirija los destinos del país y quiere que Harris llegue a donde ella no pudo. Por algo, ella y su marido fueron de los primeros referentes demócratas en darle su apoyo cuando anunció su intención de sustituir a Biden tras su retirada. Su venganza contra Trump sería el mejor regalo a estas alturas de su carrera. “Nada le haría más feliz que ver a la primera en la historia derrotar al peor de la historia”, afirmó Philippe Reines, uno de los asesores de Clinton que ahora trabaja en la candidatura de Harris.
Nancy Pelosi, un poder fáctico y una adicta al triunfo
A sus 84 años, Nancy Pelosi ha perdido la cuenta de las convenciones demócratas a las que ha asistido. Pero esta vez es seguramente en la que ha tenido mayor protagonismo en decidir quién sería finalmente el candidato.
La congresista por California vio horrorizada lo sucedido en el debate entre Biden y Trump y se decidió a mover sus hilos para convencer al presidente de que lo mejor que podía hacer era apartarse. Pelosi no estaba dispuesta a perder su asiento en el Congreso arrastrada por Biden y no dudó en dejarlo claro en llamadas al propio presidente y a su equipo, aunque ella insiste públicamente en que no tuvo tanto protagonismo como se le atribuye en el cambio de candidato.
De Pelosi es conocida su habilidad para ganar elecciones y, sobre todo, entender las preferencias de los votantes en cada momento, una de las claves que explican su larga vigencia en la política estadounidense y que sea una de las figuras más influyentes dentro del Partido.
Azote habitual de Trump, al que detesta tanto como él a ella, tiene ahora su colmillo afilado para una nueva elección. Lo dejó claro a su llegada al almuerzo con el que arrancó la convención de Chicago. “Let’s win, baby”, fue su saludo al llegar.
Michelle Obama, la potencial presidenta que no quiere serlo
Encuesta tras encuesta deja claro que es la favorita de los votantes. Sí, Michelle Obama sería una candidata invencible. El único problema es que no quiere serlo. La ex primera dama ha dejado claro que no le interesa el cargo de presidenta, quizá porque sabe de primera mano en qué consiste y las presiones que acarrea.
Ella parece más cómoda en su papel de promotora de causas sociales y de líder que inspira a los jóvenes, perfiles que ha cultivado desde que su marido y ella dejaron la Casa Blanca para entregársela precisamente a Trump.
En Chicago, donde nació, los Obama son una institución y el auditorio escuchará entregado a una mujer que siempre que habla demuestra habilidades oratorias superiores a las de la mayoría de los cargos públicos activos. Su presencia enardecerá además a las afroamericanas, un colectivo que ha venido ganando peso y protagonismo entre los demócratas y que la tiene a ella como ídolo. Son la fuerza que la señora Obama intentará movilizar para ayudar a Harris a culminar su remontada frente a Trump.