En la guerra

“Las niñas se han convertido en objetivos directos de los ataques”

Las organizaciones internacionales denuncian la violencia sexual y vulnerabilidad que sufren las niñas en zonas de conflicto

Una niña gazatí. EFE

Hoy es el Día Internacional de la Niña, pero hay poco que celebrar. Las niñas de todo el mundo son las que más sufren los gravísimos problemas que surgen de los conflictos armados y de las guerras, que ponen en riesgo sus derechos más fundamentales, desde la educación hasta su seguridad personal. Frente a esta tragedia, las organizaciones internacionales aprovechan este día para subrayar la gravedad de la situación que enfrentan los millones de niñas en contextos de guerra y desplazamiento forzado, una realidad que sigue empeorando en varios puntos del mundo.

Amnistía Internacional se ha aliado con Entreculturas, Mundo Cooperante y Save the Children dentro de la coalición “No Quiero”. Juntos, denuncian el impacto de los conflictos para las niñas, que son especialmente vulnerables a la violencia de género, el abuso sexual y el secuestro: en muchos casos, los grupos armados las utilizan como armas en sus tácticas de guerra. “Las niñas se han convertido en objetivos directos de los ataques, lo que constituye una grave violación de sus derechos humanos y supone un incumplimiento por parte de los Estados y la comunidad internacional de su deber de proporcionarles una protección especial”, señala Amnistía Internacional.

En Sudán, por ejemplo, más de un millón de niñas han sido desplazadas desde el inicio del conflicto en abril de 2023. Estas niñas, en muchos casos alojadas en campos de refugiados en países vecinos como Chad y Egipto, no solo han perdido sus hogares, sino que también enfrentan una mayor vulnerabilidad frente a la violencia sexual y la explotación. Así lo destacan los informes de ACNUR, que afirman que “las niñas y mujeres en Sudán están expuestas a elevados niveles de violencia de género, que incluyen acoso, secuestro, violación, agresiones sexuales y explotación sexual”, un problema que se extiende también a los países receptores de refugiados.

La educación se resiente

Además de la violencia física, la educación de las niñas también se ve gravemente afectada por los conflictos. En zonas de guerra, las niñas tienen 2,5 veces más probabilidades de estar fuera de la escuela en comparación con los niños, según Save the Children. Esta situación no solo refuerza las desigualdades de género, sino que condena a las niñas a un ciclo interminable de vulnerabilidad y discriminación estructural, del que es difícil escapar. “Cuando una niña no puede ir a la escuela, se le niega no solo el derecho a aprender, sino también la oportunidad de vivir un futuro mejor y romper el ciclo de pobreza”, advierte Save the Children.

Beirut

Una niña duerme en un refugio improvisado en una institución educativa que acoge a libaneses que huyeron del sur de Líbano en Beirut

Por otra parte, los ataques a escuelas son frecuentes en los conflictos armados, afectando tanto a niños como a niñas (aunque estas últimas suelen estar en mayor peligro durante el trayecto hacia la escuela o incluso dentro de las instalaciones educativas). Según destaca Amnistía Internacional, ”las niñas en países afectados por conflictos enfrentan graves dificultades para acceder a la educación, lo que limita sus oportunidades de desarrollo y perpetúa los ciclos de vulnerabilidad y discriminación”.

Las víctimas más vulnerables

Otro de los mayores problemas es que, en muchos de estos contextos, la violencia sexual es una táctica habitual de los grupos armados. En países como Siria, Afganistán y Yemen, las niñas son agredidas mientras realizan sus actividades cotidianas, como recoger agua o leña. Save the Children destaca que “los grupos armados utilizan la violencia sexual, incluidas la violación y la esclavitud sexual, como táctica de guerra y reclutamiento”. Y no es la única forma de explotación a la que enfrentan las menores.

alto el fuego

Palestinos heridos en el suelo del hospital Al Awda tras una operación militar israelí en el campo de refugiados de Al Nusairat, en el centro de la Franja de Gaza

En los campos de personas desplazadas, donde las condiciones de vida son extremadamente precarias, ellas son especialmente vulnerables a las redes de trata. Amnistía Internacional advierte que “las niñas se ven a menudo expuestas a redes de trata, que las explotan sexualmente bajo promesas de trabajo o protección”. Las niñas en estos contextos son engañadas, desplazadas, vendidas y explotadas, convirtiéndose en víctimas de esclavitud sexual y doméstica, una de las formas más crueles de abuso.

Otro grave problema al que se enfrentan las niñas en zonas de conflicto es el reclutamiento forzado por parte de grupos armados. En Nigeria, Boko Haram ha secuestrado a miles de niñas para utilizarlas como esclavas sexuales, trabajadoras domésticas o incluso combatientes. Estas niñas, además de ser explotadas sexualmente, son obligadas a realizar trabajos forzados o incluso a cometer atentados. “Muchas niñas secuestradas fueron forzadas a cometer ataques suicidas con bombas a gran escala“, señala Save the Children.

Las consecuencias de la violencia sexual

Y el acceso a servicios médicos es otro de los derechos que las niñas ven gravemente comprometido en estos contextos. La falta de acceso a servicios de salud sexual y reproductiva agrava la situación de vulnerabilidad: ”La destrucción de centros sanitarios que prestan servicios de salud sexual y reproductiva impide que las niñas accedan a la atención necesaria, haciéndolas más vulnerables a complicaciones durante el parto y aumentando las tasas de muertes maternas”, advierte Amnistía Internacional.

UNICEF también ha denunciado que la violencia sexual afecta sobre todo a las niñas que se encuentran en entornos frágiles, aquellos donde los sistemas públicos son débiles o inexistentes, lo que las deja completamente desprotegidas. “Estamos presenciando horribles actos de violencia sexual en zonas de conflicto donde la violación y la violencia de género se utilizan a menudo como armas de guerra”, señala UNICEF. El hecho de que estas violaciones sean cometidas por personas conocidas, en quienes las niñas confían, empeora aún más el trauma psicológico.

Las consecuencias de la violencia sexual son devastadoras y se extienden a lo largo de la vida de las afectadas. UNICEF informa que las supervivientes de este tipo de violencia “corren un mayor riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, caer en el abuso de sustancias, el aislamiento social o sufrir trastornos mentales como la ansiedad y la depresión”. Además, muchas niñas no revelan sus experiencias de abuso por miedo al estigma, lo que dificulta que puedan recibir apoyo a tiempo. Y es que en conflictos prolongados como los de Siria y Yemen, las niñas que quedan embarazadas como resultado de violaciones se enfrentan a una intensa estigmatización social. Estas comunidades suelen rechazarlas tanto a ellas como a los hijos nacidos de las agresiones sexuales, lo que agrava aún más su situación.

Por último, la falta de acceso a la ayuda humanitaria en algunas zonas de conflicto empeora aún más las dificultades que enfrentan las niñas. Save the Children destaca que “las niñas pueden enfrentarse a dificultades adicionales para acceder a la ayuda humanitaria debido a sus restricciones sociales, culturales y de movilidad, especialmente en áreas relacionadas con la salud sexual y reproductiva”. Esta falta de acceso reduce profundamente las posibilidades de que las niñas reciban el apoyo necesario para recuperarse de los efectos devastadores de la guerra.