El hombre elegido por Donald Trump para ser el próximo secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, cree que en su país “no deberíamos tener mujeres en puestos de combate”, una polémica afirmación de un polémico personaje que ignora biografías como la de la capitana Jacky Munn, una de las primeras estadounidenses en prestar servicio en las fuerzas especiales.
Munn es una veterana de las guerras de Irak y Afganistán, donde, como acredita su hoja de servicios, desmintió con sus acciones el argumento de Hegseth. “Las mujeres de Estados Unidos hemos demostrado que podemos combatir y hemos participado en todas las guerras desde la revolución americana”, le dice a Artículo14 desde Ciudad de México, donde ahora reside.
Primeras incorporaciones
Munn pudo ser una de las primeras boinas verdes en la historia del Ejército de Estados Unidos precisamente porque el conflicto afgano convenció al Pentágono de que, al contrario de lo que cree Hegseth, las mujeres podían jugar un papel clave en las misiones más peligrosas y delicadas. Corría el año 2012 y tras años de veto, el Ejército decidió permitir la incorporación de ellas a las fuerzas especiales. “La experiencia había demostrado que era crucial tener mujeres porque en la cultura afgana se veía como impropia la interacción entre hombres y mujeres, y muchas veces eso causaba problemas con nuestros soldados hombres”.
Cuando se abrió la veda, Munn, graduada de West Point que ya tenía la experiencia de Irak, no dudó en solicitar su adhesión a uno de los comandos encargados de adentrarse en las montañas y desiertos afganos en los que a menudo se emboscaban los talibanes. Su misión era mantenerlos lejos de las comunidades locales y fortalecer las frágiles instituciones del gobierno afgano.
Emboscadas continúas
Así, se sumó a un equipo de doce efectivos en el que solo había otra mujer, que tenía bajo su responsabilidad el distrito de Zazi, en la explosiva y porosa frontera entre Afganistán y Pakistán, donde los insurgentes aprovechaban su conocimiento del terreno y para emboscar con frecuencia a las tropas estadounidenses.
Ahora vive volcada en una batalla diferente, la de criar a sus dos hijos de once y dos años, pero cuando no está cambiando pañales o leyendo algún cuento, echa la vista atrás y algunas de las cosas que hizo le parecen “locas hoy día”.
“Los talibanes solían atacar nuestra base con proyectiles de mortero y recuerdo una vez en que uno de esos ataques me sorprendió al volante de un auto sin protección. Llevaba gente y estábamos lejos del búnker en el que solíamos resguardarnos”, así que le tocó sortear las bombas hasta ponerlos a salvo.
Interactuar con las mujeres
En ese ambiente hostil, Munn mostró su valor y su utilidad. “En aquellas comunidades las mujeres eran las que lo sabían todo, adónde era seguro ir, en quién se podía confiar… Nosotras podíamos interactuar con ellas y tener esa información era muy valioso para el Ejército”, recuerda.
Experiencias como esa son las que le llevan a rechazar los comentarios de Hegseth, que considera “hipócritas”. Para ella, las palabras del elegido por Trump para gestionar las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo, “solo ponen de manifiesto su incomodidad cuando tiene que trabajar con mujeres y su incapacidad para comportarse de una manera profesional cuando está con ellas”.
Hegseth, un nombramiento dudoso
El nombramiento de Hegseth se tambalea ahora precisamente por su dudoso historial, que incluye una acusación de agresión sexual que se resolvió con un pago a la presunta víctima, apariciones públicas en estado de embriaguez, acusaciones de mala conducta que le llevaron a renunciar a algunas asociaciones de veteranos de las que formaba parte y hasta reproches de misoginia de su propia madre. Hegseth ha negado las acusaciones y su madre se arrepiente ahora de lo que en su día le dijo en un correo filtrado a los medios, pero el cúmulo de escándalos ha llevado a Trump a plantearse reemplazarlo por el gobernador de Florida y su rival en las últimas primarias republicanas, Ron DeSantis.
Lo que parece más difícil cuestionar es la aportación que Munn, y otras como ella, hicieron al Ejército de Estados Unidos. “Demostramos que las mujeres podemos servir en las fuerzas especiales”, dice, y se declara “orgullosa” de algunas de las cosas que logró. “Conseguimos establecer una buena comunicación con las autoridades en nuestro distrito y gracias a eso descubrimos que los talibanes en la frontera con Pakistán estaban desviando los recursos destinados a las escuelas. Reforzamos la seguridad y gracias a eso pudimos formar a la Policía local, de manera que ir a la escuela volvió a ser seguro para las niñas de la zona”.
Munn desmiente a Hegseth
La experiencia le dicta a Munn que Hegseth y quienes piensan como él están equivocados. Afirma que ella y sus compañeras, no solo estaban a a la altura de la exigencia física, sino que mostraban otras cualidades requeridas en situaciones hostiles que cree menos frecuentes en los hombres. “Las mujeres tendemos a mantener la cabeza más fría y creo que nuestra capacidad para ser sensibles es en realidad una fortaleza, porque nos ayuda a procesar las emociones”. Según cuenta, eso le ayudó a superar el golpe de la muerte en combate en Afganistán de un querido compañero de armas.
En su tiempo en la milicia vio a algunos hombres que parecían carecer de esa capacidad para procesar sus sentimientos en un escenario tan extremo como el de la guerra y acabaron cayendo en el abuso del alcohol, uno de los hábitos dañinos que se atribuyen a Hegseth y que llevaron a la conclusión de que, al contrario que las mujeres para el combate, él no era apto para el cargo de secretario de Defensa.