Las mujeres del sur del Líbano, víctimas silenciosas de la guerra entre Israel y Hizbulá

Naciones Unidas informó el 19 de agosto que 110.000 personas, el 50 por ciento de ellas mujeres, se han visto obligadas a dejar sus hogares por el conflicto en la zona

Mujeres dentro de una obra abandonada ocupada por refugiados sirios Saida-Líbano en 2015. Shutterstock

El sur del Líbano vive en estado de guerra desde los atentados de Hamás en Israel el 7 de octubre. No en vano, antes de aquella fecha y después de la misma, técnicamente Israel y el Líbano siguen viviendo su vecindad en guerra. Horas después de producirse la incursión masiva de milicianos de las Brigadas Al Qassam, el brazo armado de Hamás, y la matanza de alrededor de 1.200 personas en suelo israelí, Hizbulá, la milicia mejor dotada de cuantas cuentan con el apoyo de Irán en la región, comenzaba a apoyar a sus “hermanos” en Gaza con el lanzamiento de proyectiles contra el norte, sin distinción de si se trata de zonas urbanas o militares, del territorio de la “entidad sionista”.

La guerra intermitente que mantienen las Fuerzas de Defensa de Israel y Hizbulá ha costado la vida a más de 650 de personas en suelo libanés, de las cuales se estima que más de 470 son miembros de la rama armada de la organización fundada en 1982 por la Guardia Revolucionaria iraní y defensora máxima de la comunidad musulmana chiita del Líbano, según datos del medio local L’Orient-Le Jour.

Por tanto, una de las víctimas silenciosas de esta guerra de baja intensidad que amenaza siempre con provocar una nueva escalada a un lado y otro de la frontera israelo-libanesa son las mujeres. Cerca de medio millar de libanesas han quedado muy probablemente viudas como consecuencia de las bajas sufridas por la rama militar de la organización -que presume de contar con 100.000 combatientes— como consecuencia de los ataques llevados a cabo por las fuerzas israelíes en los conservadores y tradicionales feudos de la milicia dirigida por Nasrallah. “Los chiitas del Líbano pueden ser también vistos como las principales víctimas de Hizbulá”, explica a ARTÍCULO 14 el director ejecutivo de la sede y centro académico en Nueva York de la Lebanese American University, Nadim Shehadi. Entre otras consecuencias, recuerda el también investigador asociado del think tank británico Chatham House, “sus mujeres son a veces forzadas a usar el chador o a casarse con otros combatientes cuando su marido es asesinado en combate”.

Con datos de Naciones Unidas del pasado 19 de agosto, más de 110.000 personas, el 50% de ellas mujeres, lo que supone decenas de miles de familias completas, se han visto obligadas a abandonar sus hogares en la zona sur del Líbano -casi todas residentes en las demarcaciones de Bint Jbeil, Marjaayoun y Tiro—, un país con casi seis millones de habitantes censados pero al menos 1,3 millones más de refugiados en su suelo -que no cuentan en las estadísticas- y apenas algo más de 10.000 kilómetros cuadrados de superficie.

Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de finales de junio, el 33% de los desplazados internos son menores de edad, mientras el 34% son mujeres adultas. Además, el 13 de junio, dos mujeres murieron como consecuencia de un bombardeo israelí sobre un edificio residencial en la localidad de Jennata, en la provincia de Tiro.

Un reporte de Oxfam del pasado mes de marzo subrayaba que “los residentes [del sur del Líbano] no se han librado de la violencia, con las mujeres y las niñas sufriendo los daños de la devastación”. Además de la dureza de la situación de los desplazados, para quienes permanecen en la zona la guerra entre Israel y Hizbulá “ha transformado las que fueran prósperas zonas de cultivo en terrenos desolados”.

“La destrucción ha golpeado duramente a las comunidades, particularmente a las mujeres campesinas, sobre las que recae la supervivencia e independencia económica”, aseguraban desde Oxfam. La ONG recupera el testimonio de la agricultora y empleada de una escuela en la localidad de Rachaya Al-Foukhar de 57 años y nombre Taghrid: “El ‘timing’ de la guerra, coincidiendo con la cosecha de la aceituna, ha sido devastador. Los bombardeos durante la cosecha nos han forzado a abandonar los campos, lo cual ya ha provocado pérdidas significativas y oportunidades perdidas”. Según datos de Naciones Unidas del pasado 19 de agosto, la región meridional libanesa necesita ya al menos 110 millones de dólares para atender a las necesidades de las familias. Con todo, el control por parte de Hizbulá de la zona y la inseguridad complica mucho a los informadores el acceso a las fuentes de información y, por ende, a la realidad cotidiana de las mujeres y las familias del sur del Líbano.

Globalmente, la situación para las mujeres libanesas no es nada positiva con independencia de qué parte del país se tome en consideración. El último informe dedicado al Líbano de Naciones Unidas sobre brecha de género situaba al país levantino en un discretísimo puesto 133 sobre 146 países estudiados en el índice creado al efecto. Además, en el índice mujer, paz y seguridad, el Líbano se sitúa en el puesto 128 sobre 177 países, y en el índice relativo al empoderamiento de la población femenina en política, los datos del país de los cedros son aún peores: puesto 142 sobre 146 Estados.

Sobre la responsabilidad de Hizbulá en una eventual guerra abierta con Israel tras el atque de hoy, las opiniones difieren en el país: en un extremo, una parte de la sociedad acusa a la organización de ser un apéndice de la República Islámica que no tiene en consideración los intereses de los ciudadanos libaneses; en otro extremo, otra responsabiliza enteramente a Tel Aviv de haber creado, con la ocupación de Gaza y Cisjordania y la dureza de su ofensiva contra Hamás y la población gazatí en general, una situación que obliga moralmente a Hizbulá a actuar.

En este sentido, el último Arab Barometer -un estudio con ánimo de ser independiente que llevan a cabo distintas organizaciones, entre ellas las universidades de Princetown y Michigan— revelaba en 2022 que solo el 30% de los libaneses confiaban mucho o bastante en Hizbulá, mientras que el 55% no tenía ninguna confianza en el partido y grupo armado. El apoyo a la organización se elevaba hasta el 85% entre los chiitas, base del apoyo de la organización.

Sin embargo, al respecto de sí el Gobierno o el Ejército libanés, juzgándola contraria a los intereses de los ciudadanos, podrían disuadir a Hizbulá de una guerra con Tel Aviv, las dudas no existen: no será el caso.  Convertido en un Estado dentro del Estado, los ciudadanos libaneses, tanto de los feudos chiitas del sur y el este como los de la vibrante y a ratos despreocupada Beirut o las comarcas montañosas de aguerrida lealtad cristiana del interior, son conscientes de estar a merced de fuerzas e intereses fuera de su alcance.

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