Una oleada de ataques en los dispositivos de comunicaciones de Hezbolá ha sacudido esta semana Oriente Medio, y se dispara el temor a que el conflicto latente entre Israel y la milicia chiita derive en una gran guerra regional. Mientras el ejército israelí ha ordenado movimientos masivos de tropas ante la opción de una inminente invasión terrestre en territorio libanés, la milicia chiita considera que su enemigo traspasó todas las líneas rojas y prometió venganza.
Sobre el terreno, los bombardeos hebreos y los lanzamientos de proyectiles y drones de Hezbolá se intensifican. Este viernes, un bombardeo israelí en un suburbio de Beirut habría dejado 8 muertos y unos 60 heridos. Entre las víctimas figura Ibrahim Aqil, subcomandante en jefe de Hezbulá. En Israel cayeron unos 170 misiles, y se ordenó a los civiles permanecer cerca de los refugios antibombas. Todos dan por hecho que la guerra total es inevitable: la única incógnita es cuándo estallará.
El martes, miles de buscas utilizados por milicianos del grupo chiita libanés explotaron simultáneamente en múltiples localidades del Líbano y Siria, tras recibir un mensaje codificado en árabe. Segundos después, los dispositivos estallaron. Un día después, walkie-talkies utilizados por el grupo proiraní estallaron durante funerales de milicianos muertos el día anterior. En las dos jornadas, que sumieron al país en el caos y la ansiedad generalizada por el temor al estallido de cualquier dispositivo electrónico, murieron al menos 37 personas y más de 3.000 resultaron heridas.
Según un agente de inteligencia occidental consultado por Reuters, el Mossad (servicio de inteligencia exterior) no habría participado solo en el operativo, que diezmó severamente las comunicaciones y la capacidad operativa de Hezbolá. La operación, que habría sido gestada durante más de un año, también fue diseñada por la unidad 8200. Desde Israel, se percibe la acción como un éxito sin precedentes. Desde el Líbano, lo ven como un ataque desproporcionado y cruel que sembró el terror entre toda la población.
La unidad 8200 es la más extensa en las FDI, y habría estado involucrada en la parte técnica del operativo, diseñando el plan para hacer estallar las cargas explosivas depositadas en los buscas. Como es habitual en este tipo de operaciones, Israel no asumió la responsabilidad por lo acontecido. Un ex oficial de la unidad 8200 dijo que “en el pasado nadie habría pensado que esto fuera posible, parecía una escena de una película de ciencia ficción. Es un ejemplo de cómo mentes brillantes pueden lograr objetivos que parecen una locura”.
El plan de la inteligencia hebrea sacó provecho de la apuesta de Hassan Nasrallah, líder del grupo proiraní, por usar buscas. Ante la evidente superioridad tecnológica hebrea y su demostrada capacidad de infiltración en smartphones, Nasrallah ordenó la adquisición de miles de estos aparatos. Fueron fabricados por la empresa B.A.C. Consulting de Hungría, subcontratada por otra compañía tailandesa, Gold Apollo, a quienes el grupo chiita encargó el pedido. Durante el proceso de fabricación, se incrustaron materiales explosivos pegados a las baterías.
La empresa húngara, que recibía también pedidos de otros clientes para aparentar normalidad, era en realidad una tapadera israelí, según publicó el New York Times. En 2022 empezó a enviar los primeros dispositivos a Beirut, y los encargos se redoblaron por orden del líder de la milicia chiita. Nasrallah prohibió a sus hombres el uso de smartphones para comunicar sus planes o movimientos, y pidió que portaran siempre los buscas, para que en caso de que estalle la guerra, pudieran coordinar sus acciones.
Al parecer, Israel reservaba esta jugada sorpresa como un golpe que pretendía dar a su enemigo en caso del inicio de una guerra masiva, pero ante las sospechas de que el plan estaba a punto de ser descubierto, la inteligencia hebrea optó por activarlo antes de lo previsto.
Los jóvenes reclutas que entran en la prestigiosa unidad de las FDI acceden a partir de los 18 años, y la unidad está sujeta a continuos cambios y una mentalidad innovadora. En sus filas solo ingresan hombres y mujeres de altas capacidades, y muchos veteranos de 8200 pasan posteriormente a integrarse en el sector de las altas tecnologías israelí. La unidad destaca por sus rápidos mecanismos de reclutamiento, y aprovecha para “pescar” nuevos talentos entre alumnos de instituto que destacan por sus habilidades informáticas.
Exmiembros dicen que la dinámica de la unidad se asemeja a la de una start-up, con pequeños equipos que trabajan para solventar problemas con un grado inusual de libertad, diseñado para fomentar la creatividad. Hay quienes definen a la unidad secreta como “la mejor escuela tecnológica del mundo”.
Sus actividades son altamente secretas, y van desde la extracción de datos, ataques tecnológicos, operaciones clandestinas sobre el terreno, vigilancia o contrainteligencia. Algunas de las operaciones en las que supuestamente ha estado involucrada la unidad 8200 incluyen el ataque del virus Stuxnet 2005-10 que inhabilitó centrifugadoras nucleares iraníes, un ciberataque en 2017 contra la compañía estatal de telecomunicaciones del Líbano Ogero, y el bloqueo de un ataque del ISIS contra un avión civil que viajaba desde Australia a los Emiratos Árabes Unidos en 2018.
No obstante, no todo son logros. La semana pasada, el comandante Yossi Sariel, que dirigía la unidad 8200, presentó su dimisión por su responsabilidad en no prevenir el ataque sorpresa de Hamás el pasado 7 de octubre, que culminó en el asesinato de más de 1.200 personas y el secuestro de 251 a Gaza. “El 7 de octubre a las 6:29 no cumplí la tarea que se esperaba de mí, como esperaban mis subordinados, comandantes y los ciudadanos del país que tanto amo”, reconoció Sariel.
Entre las alertas ignoradas aquel fatídico 7 de octubre destacan los avisos de las jóvenes reclutas apostadas en torres de observación junto a la frontera, que avisaron de movimientos sospechosos por parte de Hamás. En el Sabat negro que cambió la historia de Israel, las FDI pecaron entonces de un exceso de confianza en la tecnología.