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Las mujeres afganas afrontan un duro 2025 bajo el férreo control talibán

Los fundamentalistas cerraron el pasado curso con la prohibición a las mujeres de ser vistas a través de las ventanas. "Es difícil imaginar qué más se les puede arrebatar a las mujeres afganas", lamenta la activista Zubaida Akbar

Mujeres en Afganistán - Internacional
Mujer afgana con hijab en Kabul Shutterstock

Después de reconquistar el poder en Afganistán tras la ofensiva relámpago de agosto de 2021, los talibanes prometieron suavizar sus posturas más intransigentes hacia las mujeres y las minorías étnicas y religiosas que habitan el país. Lanzaron un mensaje de contención perfectamente coreografiado a la comunidad internacional. Los talibanes 2.0. Uno de los miembros del grupo fundamentalista se dejó entrevistar en directo por Beheshta Arghand, periodista del canal TOLO News, y su portavoz, Zabiullah Mujahid, se comprometió ante la prensa internacional a respetar los derechos de las mujeres dentro de la sharía.

Tres años y medio después, sin embargo, los talibanes no han cumplido ninguna de sus promesas, especialmente en relación con los derechos de las mujeres. Arghand, escéptica, decidió abandonar el país junto a su familia semanas después de aquella insólita entrevista en televisión. “No cambiaron sus ropas, su pelo o sus barbas… ¿cómo van a cambiar sus ideas?”, expresó la reportera en declaraciones recogidas por la BBC. Estaba en lo cierto.

Afganistán

La presentadora Beheshta Arghand entrevista al talibán Mawlawi Abdulhaq Hemad

Prohibido ser vista

Los talibanes cerraron el pasado año con una nueva batería de prohibiciones dirigidas contra la mitad de la población. El líder supremo, Haibatulá Ajundzadá, jefe del autoproclamado Emirato Islámico de Afganistán, emitió la semana pasada desde su refugio en Kandahar una orden que prohibía la construcción de ventanas en edificios residenciales que dieran a zonas utilizadas por mujeres.

Según el decreto, las ventanas ya construidas que no se ajusten a las nuevas directrices debían ser bloqueadas. Así, los nuevos edificios no deben tener ventanas a través de las cuales sea posible ver “el patio, la cocina, el pozo del vecino y otros lugares habitualmente utilizados por las mujeres”, explicó Zabiullah Mujahid a través de la plataforma X. En su defecto, los talibanes instaban a los propietarios a construir un muro u obstruir la vista “para evitar las molestias causadas a los vecinos”.

De acuerdo con el portavoz talibán, rostro de la moderación inicial tras la caída de Kabul, “ver a las mujeres trabajando en las cocinas, en los patios o recogiendo agua de los pozos puede dar lugar a actos obscenos”. Por eso, a partir de ahora, las autoridades municipales y otros departamentos gubernamentales tendrán que vigilar las obras en curso para cerciorarse de que se cumple la normativa.

Además, a principios de diciembre, los talibanes prohibieron a las mujeres estudiar obstetricia y enfermería, una de las pocas carreras profesionales que podían emprender hasta la fecha. La decisión, que afecta a cerca de 35.000 mujeres, según los datos del Ministerio de Salud, implica que ni siquiera ellas podrán tener acceso en el futuro a la atención básica, dado que no pueden ser atendidas médicos varones.

“Es difícil imaginar qué más se les puede arrebatar a las mujeres afganas, pues ya han perdido mucho. Las prohibiciones que has mencionado son solo una parte de las medidas opresivas de los talibanes. Han promulgado más de 100 edictos que afectan a todos los aspectos de la vida de las mujeres”, explica Zubaida Akbar a Artículo 14.

“La filosofía de los talibanes es clara: borrar por completo a las mujeres de la vida pública. No olvidemos que, incluso antes de volver al poder, los talibanes envenenaron y mataron a colegialas y asesinaron a mujeres periodistas, activistas y funcionarias. Ahora que gobiernan, trabajan sin descanso para encarcelar a las mujeres en sus hogares y, trágicamente, lo han conseguido en gran medida”, añade esta reconocida activista afgana de los derechos de la mujer y de la sociedad civil.

Apartheid de género

Desde que recuperaran el poder dos décadas después como resultado de la abrupta retirada militar de Estados Unidos, los talibanes han recrudecido su guerra contra las mujeres. La ONU denuncia un “apartheid de género”.

Los fundamentalistas comenzaron vetando el acceso a la educación secundaria a las jóvenes afganas. También restringieron el empleo de las mujeres y bloquearon su acceso a parques y otros lugares públicos, y las prohibieron cantar o recitar poesía en público, entre una extensa nómina de medidas restrictivas.

“Impiden que las mujeres sean vistas. Están impidiendo que las mujeres vean el mundo. Es una aniquilación total de la personalidad de la mujer y está claramente en curso. No tenemos ni idea de dónde acabará esto”, denuncia Heather Barr, subdirectora interina de derechos de la mujer de Human Rights Watch, en declaraciones al diario británico The Independent. “La gente ha hablado de que los talibanes borran metafóricamente a las mujeres, pero cada vez más, no es metafórico en absoluto. Ya han ordenado que no se escuche la voz de las mujeres en público, y ahora están impidiendo que las mujeres miren por la ventana”.

Niñas

“Urjo una vez más a las autoridades afganas de facto a que revoquen este decreto tan discriminatorio, así como otras medidas que persiguen erradicar el acceso de mujeres y niñas a la educación, el empleo y servicios públicos como la sanidad, restringiendo su libertad de movimientos”, expresó a través de un comunicado el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk. “Ningún país puede progresar en lo político, lo económico o lo social si excluye a la mitad de su población de la vida pública. Por el bien de Afganistán, las autoridades tienen que cambiar de rumbo”.

Pero la comunidad internacional no está presionando lo suficiente a la cúpula talibán. “Estados Unidos considera a los talibanes aliados en la lucha antiterrorista y sigue colaborando con ellos sin rendir cuentas ni actuar con transparencia ante y con los afganos”, señala Akbar, que recuerda que los países de la región ya han reconocido de facto a la administración fundamentalista.

“La Unión Europea tiene una delegación en Kabul, y los enviados occidentales se reúnen con frecuencia con los líderes talibanes, se hacen fotos y la UNAMA (Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán) les elogia por los llamados «avances positivos». La ONU excluyó a las mujeres del proceso de Doha a petición de los talibanes en junio de 2024”, incide la activista afgana, que se muestra “profundamente decepcionada” con la comunidad internacional.

¿División interna?

Sin embargo, no todos los talibanes parecen estar de acuerdo con la línea dura que traza e impone la facción del líder supremo. Otra corriente interna del movimiento fundamentalista, encabezada por el actual ministro del Interior, Sirajuddin Haqqani, un “terrorista global” por cuya cabeza Estados Unidos ofrece una recompensa de hasta 10 millones de dólares, tiene interpretaciones menos severas de la ley islámica. Un enfoque algo más pragmático de la sharía que busca limar sus asperezas con la comunidad internacional y, así, romper el aislamiento diplomático al que están sometidos, sobre todo, por los países occidentales.

Akbar, en cambio, considera que esta narrativa es “un mito promovido por gobiernos como Estados Unidos para justificar su compromiso con los talibanes”. “Las mujeres de Afganistán están pagando el precio de este engaño, sufriendo bajo un régimen que no tiene intención de cambiar. De hecho, han cambiado para peor con cada día que pasa”, sentencia.

En su primera entrevista con prensa internacional, ofrecida en mayo del pasado año a la CNN, Haqqani adelantó que pronto habría “buenas noticias” para las mujeres. Pero esas buenas noticias no llegan. Y difícilmente lo harán en los próximos doce meses.

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