Hasta en la embajada de Siria en Moscú, precisamente donde se le ha concedido asilo al sátrapa Bachar al Asad, se ha cambiado ya de bandera por la de la revolución, con sus icónicas tres estrellas. El día después a la toma de Damasco y el derrocamiento de casi 54 años de dictadura ha llegado y la oposición no tiene ni un minuto que perder.
Las celebraciones de los sirios continúan en las calles de las principales ciudades, aunque según han contado varios a Artículo14, además del júbilo y la esperanza hay cierta preocupación. “Nos han pedido que no salgamos de casa a partir de las 16:00 para evitar el caos y los actos ilegales. Es por nuestra seguridad”, explican.
Bashir, el hombre de la transición
En el plano político, el líder de Hayat Tahrir al-Sham -grupo considerado terrorista por Occidente-, Abu Mohamed al Jolani y ejecutor de esta campaña exprés, se reunió con varios altos cargos sirios para poner en marcha el gobierno de transición que traiga la tan ansiada democracia a Siria. Jolani, junto al primer ministro de Asad, Muhamad Ghazi al Jalali, y el considerado como jefe del Gobierno de Salvación de Siria, es decir, el primer ministro en el exilio, Mohamed al Bashir, decidieron que al Bashir liderará la transición durante los próximos 18 meses hasta que se convoquen elecciones. En un hecho inédito, Jalali ha aceptado ceder el poder a Bashir, cercano a Jolani.
En un acto de buena voluntad, la oposición también ha decidido conceder una amnistía a todos los soldados del Ejército sirio.
En la prisión de Sednaya
Pero no todo son noticias esperanzadoras las que llegan de Siria. El horror en los alrededores de la prisión de Sednaya continuaba este lunes, donde miles de familias buscan a sus seres queridos, que han estado desaparecidos durante más de una década.
Se trata de un escalofriante símbolo del brutal régimen de Asad, un centro de torturas en la capital siria conocido tanto por activistas de los derechos humanos como por los propios sirios como “el matadero humano”.
Esta instalación militar situada en las colinas al norte de Damasco, es en las últimas horas un lugar de peregrinaje. Durante más de 13 años ha sido escenario de un inmenso sufrimiento, con decenas de miles de sirios detenidos, torturados y a menudo desaparecidos en sus oscuras celdas. Sednaya, que en su día fue un centro destinado a albergar a prisioneros militares, se ha convertido en una alegoría de la campaña del régimen autocrático para silenciar a la oposición, aplastar la resistencia e infundir miedo entre su propio pueblo.
Una historia de represión
Sednaya se creó originalmente en la década de 1980 bajo el régimen de Hafez al Asad, padre de Bachar, que gobernó con puño de hierro hasta el año 2000. Se diseñó para albergar a presos condenados por delitos graves o delitos militares, pero con el tiempo se convirtió en uno de los centros de detención más infames del mundo, por sus condiciones inhumanas.
Durante los primeros años de la dictadura de Asad hijo, Sednaya comenzó a utilizarse no sólo para prisioneros militares, sino también para civiles, en particular los que se oponían a su Gobierno. Cuando el levantamiento sirio de 2011 se convirtió en una guerra civil, la población de la prisión aumentó con disidentes políticos, activistas de derechos humanos, periodistas y ciudadanos de a pie atrapados en la marea de la revolución.
De las más de 100 prisiones de este estilo que hay en Siria, esta es sin duda, en la que más atrocidades se han cometido.
La magnitud de la brutalidad
Los relatos de supervivientes y organizaciones de derechos humanos describen las terribles condiciones que reinaban en Sednaya. Amnistía Internacional, que ha investigado la prisión con gran detalle, la califica de “matadero”, y menciona los malos tratos y la tortura sistemáticos. Antiguos presos denuncian haber sido sometidos a brutales palizas, descargas eléctricas, inanición y condiciones insalubres que han causado numerosas muertes. La prisión, que alberga tanto a hombres como a mujeres, es famosa por el hacinamiento, con detenidos a menudo hacinados en celdas diseñadas para muchas menos personas.
En las últimas horas, se han liberado a mujeres y a niños (que nacieron allí) y que han conocido la libertad (y la luz natural) por primera vez en su vida. También se han encontrado horcas, cámaras de torturas, y un sinfín de galerías subterráneas.
Cadáveres en hornos
Raed al-Saleh -director de la organización de Defensa Civil de Siria, también conocida como los Cascos Blancos- declaró a Al Jazeera que la prisión era un «infierno» para los detenidos en ella. Añadió que los equipos de rescate vieron cadáveres en hornos y que en el complejo se producían ejecuciones a diario.
ما تزال الفرق المختصة في الدفاع المدني السوري تبحث في سجن صيدنايا الذي كان يضم آلاف المعتقلين ويعتبر من أبشع السجون في العالم، تبحث عن أبواب سرية أو أقبية غير مكتشفة بعد يتم الحديث عنها ويحتمل وجود معتقلين فيها غير الذين خرجوا يوم أمس، ويرافقنا في البحث أشخاص يعرفون كل تفاصيل… pic.twitter.com/QTKeWiDyex
— Raed Al Saleh ( رائد الصالح ) (@RaedAlSaleh3) December 9, 2024
Hasta este lunes, cinco equipos de Cascos Blancos han ayudado a liberar entre 20.000 y 25.000 prisioneros de Sednaya.
Secretismo y torturas
Uno de los aspectos más inquietantes del funcionamiento de Sednaya es su carácter secreto. Durante muchos años, el Gobierno sirio negó la existencia de torturas y ejecuciones generalizadas en la prisión. No fue hasta que desertores y supervivientes empezaron a hablar de la verdadera magnitud de los horrores de Sednaya empezó a salir a la luz. Según los informes, en Sednaya se ejecutaba cada año a cientos de presos, a menudo en ahorcamientos masivos que se llevan a cabo en secreto, sin juicio y sin ningún respeto por la humanidad de las víctimas.
Es el caso de Ahmed Mahmoud Hamada, desaparecido desde 2011, en el contexto de la Primavera Árabe. Su hermana ha contado a la agencia EFE que él, su sobrino y otras once personas se desvanecieron en el camino a Damasco en aquél año. Este lunes, esperaba frente a las puertas de la cárcel para ver si sus familiares están entre los supervivientes de la infame prisión.
If you are to watch one thing about the Assad regime, make it this 4:20 minutes.
Note: The rebels found this little kid in the same prison he’s talking about. pic.twitter.com/ZyeN1YtlrY
— Hassan I. Hassan (@hxhassan) December 8, 2024
“En 2011, venía (Ahmed Mahmoud Hamada) aquí a Damasco desde Alepo para que trataran a su hijo. Desapareció junto a su hijo y otros once pasajeros. No supimos de él desde entonces. Hicimos todos los intentos, con enchufes y todo, nos mentían. Nos dijeron que preguntaron en comisaría, los abogados… ¡unos perros!“, asegura entre lágrimas, con la foto de su hermano.
El silencio del mundo
Hoy nos echamos las manos a la cabeza, pero ya hubo numerosos informes de organizaciones de derechos humanos, supervivientes y ex guardias de prisiones, la comunidad internacional ha tardado en responder. El régimen de Asad negaba reiteradamente cualquier delito en Sednaya, tachando tales afirmaciones de «falsas» o «inventadas». El carácter secreto de la prisión, combinado con la amenaza constante de represalias por parte del Gobierno, ha dificultado el acceso de observadores independientes a las instalaciones.
Durante años, la existencia de la prisión permaneció envuelta en el secreto, y el régimen autocrático se negó a reconocer la magnitud de sus operaciones. Sólo Asad y sus víctimas conocen realmente el alcance de las atrocidades cometidas. Un símbolo del poder desenfrenado y la crueldad marca de la casa de los Asad. Su nombre es sinónimo de tortura, muerte y silencio. Las familias que tienen seres queridos encarcelados entre sus muros se enfrentan a toda una vida de incertidumbre y angustia. Para muchos, el periodo de espera puede prolongarse durante años, sin apenas contacto con los detenidos. Muchos nunca regresan, se desconoce su paradero y su destino queda sellado tras los altos muros de la prisión.