Uno de los cambios que se avecinan tras las elecciones europeas del 9 de junio de 2024 es el aumento en partidos políticos que apoyan a Vladimir Putin y su invasión a Ucrania. Las encuestas ya auguran un gran triunfo de la ultraderecha: las agrupaciones Identidad y Democracia (I&D) y los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) se van a convertir en la tercera potencia parlamentaria y gozarán de mayor influencia en el hemiciclo que en la legislatura anterior.
Así, estas elecciones se están caracterizando por una polarización profunda y un enfoque en el discurso de la extrema derecha sobre la inmigración, las políticas ‘verdes’ de la Unión Europea y la pérdida de soberanía de los países, los tres pilares de su campaña. Pero además de la tendencia más amplia hacia el populismo y el euroescepticismo en varios estados miembros de la UE, las elecciones colocarán en el Parlamento Europeo a partidos identificados como pro-rusos.
El partido de Le Pen
Uno de ellos es el Rassemblement National (RN) de Francia, liderado por Marine Le Pen, que está proyectado para aumentar su representación a 25 escaños. Este partido ha sido históricamente pro-ruso, apoyando políticas de Moscú y criticando las sanciones de la UE contra Rusia. Además, los vínculos entran en lo personal: en 2014, Le Pen recibió un préstamo de nueve millones de euros de un banco ruso, lo que generó preocupaciones sobre sus posibles vínculos financieros con el Kremlin. Además, ha defendido públicamente la anexión de Crimea por parte de Rusia, argumentando que fue una decisión legítima y democrática.
Otro partido pro-ruso es la Liga de Matteo Salvini, en Italia. A pesar de una ligera disminución en su representación, seguirá siendo una fuerza importante y tiene una postura claramente a favor de la eliminación de las sanciones contra Rusia, junto a la conocida admiración de Salvini por el estilo de gobernanza de Putin. Además, Salvini ha sido fotografiado en varias ocasiones vistiendo camisetas con la imagen de Putin y ha expresado abiertamente su deseo de estrechar los lazos entre Italia y Rusia. Llegó a visitar Moscú, y se ha reunido con altos funcionarios rusos para discutir formas de cooperación y reforzar las relaciones bilaterales.
Ambos partidos se encuentran dentro de la agrupación parlamentaria de I&D, cuya mayor diferencia respecto al grupo ECR es, precisamente, su actitud más laxa respecto a Rusia tras la invasión de Ucrania.
Alemania y Hungría
Otro partido pro-Putin es el Alternativa para Alemania (AfD) en Alemania, que también se prevé que duplique su representación a 19 escaños, fortaleciendo aún más el bloque de derecha euroescéptico en el Parlamento. El AfD ha sido un crítico vocal de las sanciones de la UE y ha promovido narrativas alineadas con los intereses rusos, lo que les convierte en un actor clave en la nueva configuración parlamentaria. Los miembros del AfD visitaron Crimea tras su anexión por Rusia y han defendido públicamente esta acción, contradiciendo la posición oficial de la UE. Además, el partido sigue reiterando su oposición a las políticas de la UE que consideran hostiles hacia Rusia y han abogado por una política exterior que acerque a Alemania y a Europa a Moscú. El AfD también estaba dentro del grupo I&D, pero fue expulsado tras comentarios de su líder, Maximilian Krah, diciendo que no consideraba que los nazis de la SS “fueran automáticamente criminales”.
Finalmente, está el partido más cercano a Putin: Fidesz, de Hungría, liderado por Viktor Orbán. Orbán ha cultivado una relación cercana y pragmática con Putin desde hace años, fundamentada en intereses económicos y políticos mutuos. Hungría, bajo el liderazgo de Orbán, firmó varios acuerdos bilaterales clave con Rusia, incluyendo contratos de suministro de gas a largo plazo que aseguran precios preferenciales para Hungría. Además, Orbán ha criticado repetidamente las sanciones de la UE contra Rusia, argumentando que perjudican más a Europa que a Rusia y ha defendido una política de no intervención en los asuntos internos rusos. En 2014, durante la crisis de Ucrania, Hungría fue uno de los pocos países de la UE que no apoyó con entusiasmo las sanciones impuestas a Rusia tras la anexión de Crimea. Este enfoque ha sido parte de una estrategia más amplia de Orbán para colocar a Hungría como un puente entre Oriente y Occidente, utilizando su relación con Moscú para obtener ventajas estratégicas.
En conjunto, el ascenso de estos partidos pro-rusos y de extrema derecha supone una transformación en la dinámica del Parlamento Europeo. La coalición de centro-izquierda perderá terreno, mientras que una alianza potencial entre los grupos ECR e I&D podría emerger como una fuerza dominante. Esta nueva composición podría influir en una serie de políticas, incluidas las relacionadas con la inmigración y el cambio climático, además de reducir el apoyo a las sanciones contra Rusia.