“Necesitamos ser capaces de decir ‘te escucho’ en lugar de ‘te creo'”. La abogada penal Jade Dousselin, conocida por defender a hombres públicos acusados de violencia machista, pero también a mujeres víctimas de dichos crímenes, intenta poner un matiz al slogan espontáneamente creado en las manifestaciones en apoyo a Gisèle Pelicot: “Violador, te vemos; víctima, te creemos”. “Este matiz” entre escuchar y creer, asegura la abogada, “es pequeño, pero esencial”.
Con tan solo 34 años, Dousselin ya estuvo en el ojo del huracán del movimiento #MeToo, y en los dos campos: como abogada de mujeres víctimas y de hombres acusados. Defendió a la periodista que dio inicio al #MeToo francés, Sandra Muller, cuando en 2017 denunció en un tweet el acoso sufrido por Eric Brion, entonces jefe de una cadena de televisión. Condenada en primera instancia por difamación, la periodista por fin obtuvo la victoria judicial tras apelación de su abogada Dousselin.
Más tarde, sería la vez de defender, en la Justicia y en los platós de televisión, el entonces diputado Adrien Quatennens, mano derecha del líder de La Francia Insumisa (LFI) Jean-Luc Mélenchon –para el que trabajó en un proceso sobre sus cuentas de campaña presidencial de 2017. El joven diputado Quatennens ha sido condenado a cuatro meses de prisión exentos de cumplimiento por violencia física conyugal al haber propinado una bofetada en su pareja. Otros nombres masculinos buscarán la expertise de Dousselin: el locutor de radio Sébastien Cauet o el exsecretario de Estado ecologista Jean-Vincent Placé, ambos acusados de agresión sexual.
Una abogada influyente
Esta antigua militante de las Juventudes Socialistas de Poitiers (oeste) es ahora una de las más jóvenes e influyentes abogadas en el Colegio de Abogados de París. Desde su despacho en el lujoso bulevar Raspail, ella dirige un equipo de jóvenes abogadas que lidian con casos como la defensa de la reputación y derecho penal de los negocios.
Jade, próxima de macronistas como el eurodiputado y exministro de Exteriores Stéphane Séjourné, ganó la confianza de políticos de peso y de diferentes ideologías, además de la de grandes empresarios. “Tengo orgullo de la victoria del #balancetonporc (la versión francesa del #MeToo). Para que las víctimas no sean, en esencia, silenciadas”, afirmó a Artículo14. “Pero también defiendo a hombres acusados y seguiré haciéndolo con el mismo rigor”.
Sin contradicciones
Para Dousselin, no hay ninguna contradicción en ser mujer y, al mismo tiempo, defender un acusado de violación. Y ella vuelve al slogan popularizado en el caso Mazan: creer en la víctima por principio, aunque sea una mujer, imposibilita la propia idea de Justicia. “Necesitamos ser capaces de decir ‘te escucho’ en lugar de ‘te creo’. Pero, para eso, necesitamos un sistema judicial fuerte para todos”, incluyendo las mujeres que denuncian a maltratadores. Ella reconoce que la dificultad es inmensa: “(…) la realidad [es la] de un sistema judicial inadecuado en estos asuntos y que, en definitiva, maltrata a las personas”.
El caso Mazan
Que le toque a una mujer defender un acusado de violación podría parecer incongruente. Pero muchos acusados han querido (o ¿preferido?) contratar a mujeres abogadas. Empezando por el que motivó el movimiento #MeToo, el productor estadounidense Harvey Weinstein. Su abogada Donna Rotunno, que llamaba la atención en la Corte con su imponente presencia, sus trajes elegidos a dedo o su collar con un colgante escrito ‘not guilty’ (inocente), acabaría haciendo carrera al especializarse en la defensa de ese tipo de delitos.
Se podría pensar que el hecho de ser mujer juega en favor del cliente, si una mujer le defiende, él no debe de ser un violador. Pero sería engañoso (o incluso machista) pensar que el simple hecho de que la abogada de defensa de un acosador sea una mujer sin llevar en cuenta, por ejemplo, su mérito y su estrategia garantiza el éxito del cliente. Weinstein está encarcelado en Nueva York cumpliendo una condena de 23 años.
La abogada Béatrice Zavarro
En el caso Mazan, entre las abogadas que defienden a imputados, algunas llaman la atención. La más importante es, sin duda, Béatrice Zavarro. Ella asegura la defensa de Dominique Pelicot, el principal acusador y quien ha asumido su culpa. Siempre con dignidad hacia la víctima, Zavarro intenta probar que los demás hombres acusados son igualmente violadores, y no juguetes de Dominique, como muchos de los imputados se han empeñado en probar.
En una estrategia muy discutida se sitúa Nadia El Bouroumi. Su tono virulento hacia Gisèle ha desentonado. Defensora de dos acusados en el caso (Jean-Marc L. y Omar D.), ella sembró la polémica al colgar en las redes un vídeo en el que se graba bailando en su coche, con la canción de fondo ‘Wake me up before you go’ (Despiértame antes de salir). En un dossier que trata de sumisión química, el video generó una oleada de críticas.
La abogada Isabelle Crépin-Dehaene, que ha apostado en la línea de defensa del “monstruo Dominique” que manipuló a los demás hombres, tuvo una decisión que también generó controversia -y bastante sufrimiento para la víctima. Ella solicitó la presentación de 27 fotografías en las que Gisèle Pelicot aparece desnuda y con gestos sugerentes. Con ello, la abogada sugirió que dichas imágenes, que habrían sido enviadas por Dominique a los acusados –algo que el propio Dominique negó–, eran la prueba de que la víctima buscaba relaciones de “swing” (cambio de pareja). Enseguida, otro abogado inquirió lacónicamente “¿Acaso nos escondes alguna tendencia exhibicionista?” Gisèle, visiblemente impactada, contestó: “¿Qué buscamos en esta sala? ¿Que yo sea culpable?” Mientras dure el juicio, ella tendrá que hacer frente a esta presión de parte de los abogados de defensa que, para tomar el matiz propuesto por la jurista Jade Dousselin, no parecen preparados para escucharla.