El viernes, un potente BMW con un saudí al volante arrasó con los pasillos del mercado navideño de la ciudad alemana de Magdeburgo, acribillando uno a uno a los visitantes a lo largo de unos 400 metros. El atentado se produjo casi ocho años después de que se cometiera un acto similar en un mercado navideño de Berlín, en un momento en que Alemania, en plena campaña electoral, está en alerta máxima ante posibles atentados terroristas.
Para las autoridades, la fecha no es casual y fue elegida deliberadamente. Pero nadie sacó inmediatamente la conclusión de que se tratara de un atentado yihadista, como en Berlín en 2016.
Un responsable del partido socialdemócrata del canciller Olaf Scholz, Dirk Wiese, advirtió el sábado de que no había que sacar conclusiones precipitadas y dijo que el perfil del sospechoso era más el de un simpatizante del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) o de Elon Musk, que el de un radical islámico.
La AfD saca partido
No obstante, la extrema derecha alemana ha aprovechado este caso en vísperas de las elecciones legislativas anticipadas del 23 de febrero, en las que el tema de la inmigración jugará un papel importante, tras varios atentados cometidos por extranjeros en los últimos meses.
«¿Cuándo acabará esta locura?», escribió Alice Weidel, copresidenta de la AfD, cuyo partido ocupa el segundo lugar en las encuestas, con casi el 20%.
El partido se sitúa por detrás de los conservadores, que también piden apretar las tuercas a la acogida de refugiados, pero por delante de los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz.
Varios atentados o planes de atentados de motivación islamista con ciudadanos extranjeros han sacudido el país en los últimos meses. A finales de agosto, un ataque con cuchillo cometido por un sirio y reivindicado por el Estado Islámico mató a tres personas e hirió a varias más en una fiesta en Solingen (oeste). En junio, otro ataque con cuchillo, atribuido a un afgano en una concentración anti-islámica en Mannheim, mató a un policía que había intervenido.
A principios de septiembre, la Policía alemana mató a tiros a un joven austriaco conocido por sus vínculos con el islamismo radical cuando se disponía a atacar el Consulado General de Israel en Múnich.
Aumenta la seguridad
Desde el ataque sin precedentes del movimiento islamista palestino Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, que desencadenó la guerra en la Franja de Gaza, las autoridades alemanas, como muchos países del mundo, han aumentado su vigilancia ante la amenaza islamista y el resurgimiento del antisemitismo.
Atentado yihadista o anti-islamista, el ataque mortal del viernes pesará mucho en la intención de voto de los alemanes. Dará argumentos a la extrema derecha y a la derecha conservadora para defender una política más dura en materia de inmigración e integración de los extranjeros. En un país asolado por la recesión económica, la inseguridad y los fallos del modelo socioeconómico del Estado, tanto en el oeste como en el este, no es de extrañar que la extrema derecha acceda al poder federal. Su partido político más representativo, la AFD, fundada en 2013 por un puñado de profesores universitarios euroescépticos, no deja de avanzar en las encuestas, restando votos a los partidos tradicionales elección tras elección.
La UE tiembla
Si un repunte electoral de la AFD sería una tragedia para los alemanes si ganaran las próximas elecciones federales anticipadas, sería una tragedia para Europa. Las consecuencias serían desastrosas para las políticas europeas, en las que los gobiernos de los veintisiete Estados miembros son los principales responsables de su progreso. Alemania es uno de los dos motores políticos de la Unión Europea. Con la AFD a la cabeza, o en coalición con los conservadores, el gobierno federal daría marcha atrás en muchos proyectos y políticas europeas.
Ahora bien, el otro motor de Europa es la Francia de Emmanuel Macron. La Francia sumida en una crisis política -incluso de régimen- con dos cambios sucesivos de gobierno y un presidente inaudible a los ojos de la opinión pública francesa. En otras palabras, las dos grandes potencias europeas están debilitadas en sus asuntos internos, donde los extremos de derecha e izquierda se perfilan cada vez más como las únicas alternativas políticas a los ojos del electorado.
La tragedia del pasado viernes preocupa a todos, no sólo a los alemanes. Giorgia Meloni y Viktor Orban lamentan el ataque al mercado navideño, pero no dejarán de utilizarlo para exigir cada vez más fronteras y cada vez menos Europa, o al menos una Europa más integrada.