La excanciller alemana Angela Merkel se hizo famosa por su visión estratégica y su capacidad para anticiparse a los acontecimientos internacionales. En su autobiografía titulada Freiheit (“Libertad”), cuya publicación está prevista para la próxima semana, Merkel revela cómo su oposición a los planes de integrar a Ucrania y Georgia en la OTAN en 2008 se fundamentó en el temor de que una respuesta militar rusa se volviera inevitable. Una decisión controvertida en aquel momento, pero que, según sus palabras, tenía como objetivo evitar una catástrofe mayor.
La cumbre de Bucarest y el dilema de la OTAN
En 2008, la cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest puso sobre la mesa una propuesta ambiciosa: conceder a Ucrania y Georgia el estatus de países candidatos a la membresía. Merkel comprendía perfectamente el deseo de estos países de Europa del Este de unirse a la alianza, especialmente tras su independencia del bloque soviético. Sin embargo, desde su perspectiva, la integración de nuevos miembros no solo debía garantizar la seguridad de los aspirantes, sino también la del resto de los países aliados.
Angela Merkel se mostró escéptica respecto a la capacidad de la OTAN para defender a Ucrania o Georgia en caso de agresión rusa. En su libro, reflexiona sobre las implicaciones de aquel momento: “Pensé que era una ilusión asumir que el estatus de país candidato para Ucrania y Georgia los protegería de la agresión de Putin”.
Vladímir Putin durante un acto público | EFE
Esta línea de pensamiento llevó a Angela Merkel a cuestionar si, en un escenario de conflicto, los países miembros de la OTAN estarían dispuestos a intervenir militarmente. “¿Es concebible que yo, como canciller, hubiera pedido al Parlamento un mandato para enviar tropas?”, se preguntaba entonces.
Un doble mensaje de Angela Merkel y una alerta temprana
La decisión de la OTAN en 2008 fue un compromiso entre dos posturas. Por un lado, no conceder a Ucrania y Georgia el estatus de candidatos. Y, por el otro, ofrecerles una vaga promesa de futura membresía. Para Angela Merkel, esta ambigüedad envió señales contraproducentes. Mientras que para Ucrania y Georgia significó un rechazo a sus aspiraciones, para Vladimir Putin fue una declaración implícita de que Occidente planeaba expandirse hacia el Este. Una acción que interpretó como una amenaza directa.
En retrospectiva, Angela Merkel considera que esta decisión pudo percibirse por el Kremlin como una provocación, agravando las tensiones. Este razonamiento, plasmado en Freiheit, parece ahora una advertencia no escuchada sobre las dinámicas que eventualmente condujeron a la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Un vaticinio.
Angela Merkel, Donald Trump y la fascinación por Putin
En su autobiografía, Angela Merkel también aborda la relación de Donald Trump con los líderes autoritarios, incluida su aparente admiración por Vladimir Putin. La excanciller alemana describe cómo, en su primera reunión con el entonces presidente de Estados Unidos en 2017, quedó claro que Trump se sentía atraído por figuras autocráticas.
Donald Trump durante un mitin de su campaña | EFE
“Evidentemente, el jefe de Estado ruso le fascinaba mucho”, relata Angela Merkel. Esta observación, combinada con las tensiones políticas internacionales de aquella época, contribuyó a un clima de incertidumbre respecto a la posición de Estados Unidos frente a Rusia y sus acciones en la región.
Además, Angela Merkel reflexiona sobre su estilo de comunicación con Trump, señalando las diferencias entre ambos líderes. Mientras Trump abordaba los temas desde un nivel emocional, Merkel prefería mantenerse en un plano factual. Esta disparidad, según su relato, marcó la dinámica de sus reuniones durante su mandato.
