Unos 615 millones de mujeres y niñas viven en estos momentos en zonas de conflicto en el mundo, según Naciones Unidas, una realidad inseparablemente unida a la de la de la pobreza menstrual, que se da cuando la población femenina no tiene capacidad para acceder a los productos de higiene y salud -también a instalaciones como baños- vinculados a la menstruación. Entre quienes sufren este problema se encuentran centenares de miles de palestinas y libanesas.
Los últimos datos al respecto de Naciones Unidas -de comienzos de año- aseguraban que más de 540.000 mujeres y niñas en edad reproductiva en Gaza tienen problemas cotidianos de acceso a productos de higiene y salud vinculados a la menstruación. UN Women estimaba entonces que se necesitan cada mes diez millones de paquetes de compresas para preservar la dignidad de las mujeres y jóvenes en la Franja.
Falta de agua
Además, la falta de agua, especialmente acuciante desde que comenzara la ofensiva israelí hace más de 13 meses, está estrechamente vinculada a la situación de pobreza menstrual que padecen la mayoría de mujeres de la franja de Gaza. En un informe fechado el pasado mes de mayo, la ONG Anera -cuyo trabajo se centra en la ayuda a refugiados en Líbano y Gaza- recuerda las largas colas de mujeres en espera durante horas para poder usar un sanitario -se estima la existencia de un aseo por casi 500 personas- y la imposibilidad para muchas de ellas de poder ducharse durante semanas.
“Sin agua, jabón o productos de higiene menstrual, las mujeres y niñas recurren a trapos, pañales, jirones de ropa o de tiendas de campaña”, recuerda la citada ONG sobre la situación cotidiana de las gazatíes. A la vista del deterioro humanitario en el exiguo territorio palestino tras más de un año de calamidades y a falta de actualizaciones de las cifras en el último medio año, la situación seguirá previsiblemente empeorando al respecto.
La crisis en Líbano
Por lo que hace referencia a Líbano, antes del estallido de la actual confrontación bélica entre Israel e Hizbulá, la pobreza menstrual era ya un grave problema para decenas de miles de mujeres debido a la sucesión de crisis económicas. La depresión provocada por la explosión del puerto de Beirut (agosto de 2020) y la pandemia del covid-19 ha supuesto un incremento de los precios de las compresas y otros productos de higiene femenina entre un 98% y un 234%. En abril de 2020, en plena crisis sanitaria, el 66% de las niñas del país levantino aseguraban no estar en condiciones de adquirir productos de higiene menstrual, según datos de UN Women. Por su parte, la citada ONG Anera aseguraba en un informe de la pasada primavera que el incremento acumulado de los precios de los productos de higiene menstrual en el último lustro en Líbano alcanza el 500%.
Por su parte, según datos de la organización no gubernamental libanesa Female -la entidad feminista fue fundada en 2013-, más de la mitad de las mujeres libanesas sufren en distinto grado pobreza menstrual y el 66% de las jóvenes no tienen medios económicos para poder acceder a los productos de higiene necesarios.
Un estudio de otra ONG, Plan International -más reciente, 2021-, arrojaba el dato de que el 76,5% de las mujeres libanesas tenían dificultades para el acceso a los productos de higiene menstrual. Entre las mujeres participantes en el estudio, el 57,6% aseguraron haber dado un uso prolongado a los productos sanitarios de que disponían y el 56,9% admitía verse obligada a optar por alternativas más baratas.
Según las conclusiones del mismo trabajo, el 43% de las mujeres participantes admitían ansiedad y estrés al respecto de la salud menstrual, el 36% de las mismas presentaban síntomas físicos y el 35,9% evitaba llevar a cabo actividades cotidianas por las mismas razones. Además, el 46,5% de las mujeres participantes en el trabajo confesaban vergüenza de su menstruación y el 47% temía que el resto supiera que estaba menstruando.
Si la situación ya era muy grave antes del escenario bélico que vive el país en estos momentos -desde finales del pasado mes de septiembre hay al menos 1,2 millones de desplazados internos-, la situación de emergencia humanitaria agravará las cifras relativas a la pobreza menstrual -de manera particular entre la población que se continúa residiendo en la gobernación sur y en el valle de la Becá- a falta de nuevos estudios por parte de ONG.
Entretanto, la cuestión sigue siendo un tabú en el país de los cedros. Para tratar de avanzar en la superación del estigma en el Líbano y, más urgentemente, ayudar de manera directa a la población más afectada, entidades como la citada Female, Roof and Roots, WingWoman Lebanon o Dawrati (‘mi período’, en árabe) -especialmente las dos últimas dedicadas a la cuestión de la menstruación- se emplean en estos momentos a fondo para llegar donde las administraciones no pueden. Todas ellas trabajan tanto en la sensibilización sobre higiene menstrual a través de campañas y también por medio de las redes sociales como en el trabajo directo repartiendo gratuitamente productos sanitarios entre la población o recaudando fondos para la adquisición de los mismos.
Más mujeres que hombres
Al respecto de la actual crisis que vive el país levantino, la cofundadora de Dawrati, Line Masri, recuerda a Artículo14 que “entre los desplazados internos hay más mujeres que hombres” y que “no se trata de familias pobres, sino que eran personas que tenían sus hogares, trabajos y sueños antes de la situación actual, por lo que la pobreza menstrual hay que abordarla en este caso de una manera distinta”. “Hay que tener en cuenta que además de libanesas, hay muchas trabajadoras extranjeras que han perdido su trabajo en las últimas semanas y se encuentran sufriendo pobreza menstrual”, precisa.
La activista explica que la mayoría de lugares de refugio de estas familias son colegios públicos, que “no están preparados para acogerlos desde un punto de vista sanitario”. “Hay necesidad de productos para la menstruación y alimentarios, pero sobre todo faltan aseos y duchas, cocinas, lavadoras e intimidad, así como lugares para el descanso cuando las mujeres tienen dolor”, relata Masri. “Este es un reto mucho mayor que el de la falta de compresas”, asevera a este medio la cofundadora de la ONG libanesa Dawrati.
Masri cree que “no tenemos ninguna esperanza en nuestro Gobierno”, de tal forma que la respuesta la está dando la población civil libanesa. “Desde que comenzó la guerra nosotros en Dawrati hemos asistido repartiendo compresas a 12.000 mujeres a lo largo del país, sobre todo en el sur y el valle de la Becá”, explica la joven a Artículo14. La cofundadora de Dawrati insta a otras organizaciones no gubernamentales con más posibilidades financieras y medios, donen, además de productos de higiene menstrual, lavadoras a los colegios que sirven de acogida. “Además de a las mujeres, unas mejores condiciones sanitarias en general servirán para prevenir la propagación de infecciones y enfermedades, un riesgo del que ya advierte Naciones Unidas”, concluye la activista libanesa.
Por su parte, UNFPA Lebanon (Fondo de Población de Naciones Unidas para Líbano) ha organizado talleres educativos en torno a la menstruación, entre otras iniciativas sobre embarazo y maternidad. Coinciden los distintos colectivos en la necesidad de concertar esfuerzos públicos y privados y de trabajar en el frente educativo y de sensibilización para avanzar en la mejora de la situación de las mujeres libanesas.