Oriente Medio

La periodista italiana Cecilia Sala cumple dos semanas detenida en Irán en condiciones inhumanas

El Gobierno de Meloni convierte la detención de la informadora de 29 años en un asunto de Estado. Teherán quiere utilizarla como moneda de cambio para traer de vuelta a un ciudadano iraní detenido en Italia por pasar tecnología militar a la Guardia Revolucionaria

Cecilia Sala
La periodista italiana Cecilia Sala

La periodista italiana Cecilia Sala lleva detenida en Teherán desde el pasado 19 de diciembre por “violar las leyes” de la República Islámica, según denuncian las autoridades iraníes, que esconden pero no ocultan los motivos reales de su detención. La informadora de 29 años sigue recluida dos semanas después en una celda de aislamiento de la prisión de Evin, el centro penitenciario de la capital donde el régimen iraní encierra a sus más conocidos disidentes.

Sala ha mantenido tres conversaciones con familiares desde prisión: el 20 de diciembre, el 26 de diciembre y el 1 de enero. Además, el 27 de diciembre recibió la primera visita de la embajadora italiana en Teherán, Paola Amadei, escoltada en todo momento por los guardias, que las exigieron hablar en inglés para entender la conversación.

Pero las condiciones de su detención no han mejorado, según el testimonio de la propia periodista, difundido por su familia. Duerme en el suelo, con dos mantas. Una luz de neón permanece encendida las 24 horas del día en el interior de la celda. Apenas hay contacto humano. Come dátiles, poco más. Amadei le había llevado un paquete con productos de higiene, libros y un panettone, pero ni siquiera llegó a recibirlo.

Un asunto de Estado

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, conversó el miércoles por teléfono con el padre de la periodista, Renato Sala, directivo del sector bancario y asesor principal de J.P. Morgan para Italia, y recibió el jueves por la noche en el Palazzo Chigi a su madre, Elisabetta Vernoni, que solo pide que el paso de su hija por la prisión de Evin, donde las autoridades iraníes torturan a los reclusos, según acreditan organizaciones en defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional, no la marque “de por vida”.

Su liberación se ha convertido en una cuestión de Estado. El ministro italiano de Asuntos Exteriores, Antonio Tajani, espera que el plazo para la liberación de Sala “no sea largo”, pero reconoce que “no depende” del Gobierno. El jefe de la diplomacia italiana exige que Sala sea “tratada con respeto a la dignidad humana” a la espera de su liberación, porque “todavía no tiene las condiciones de detención que se nos aseguraron”.

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni

Moneda de cambio

Teherán quiere utilizar a Sala como moneda de cambio para traer de vuelta a Mohammad Abedini Najafabadi, un ciudadano iraní de 38 años detenido el pasado 16 de diciembre por las autoridades italianas en el aeropuerto de Malpensa en virtud de una orden de detención estadounidense. Abedini, recluido en la prisión de Ópera de Milán, está acusado de enviar tecnología militar a la Guardia Revolucionaria Islámica. Irán, sin embargo, sostiene que los cargos “son falsos”.

La suerte de Sala está cada vez más ligada a la de Mohammad Abedini. Así se lo trasladó Teherán a su embajador en Roma, Mohammad Reza Sabouri, informa la agencia de noticias italiana ANSA.

Refriega partidista

La oposición presiona a Meloni con la liberación de Sala. “Irán pisotea los derechos de Italia, este Gobierno se ha quedado sin impulso”, denuncia la líder del Partido Democrático, Elly Schlein, en las páginas del diario La Stampa. En otra entrevista con Il Foglio, el ex primer ministro Matteo Renzi, ahora senador del centrista Italia Viva, exige a Meloni que convoque a la oposición para mantenerla al tanto de la crisis. “De momento no he recibido ninguna llamada”, incide Renzi.

“Gobernar la diplomacia de los rehenes es prioritario, por supuesto, y esperamos que la dura pegada mostrada hace dos días por el Gobierno dé pronto resultados, como parece esperar el Ejecutivo”, escribe en su editorial el director de Il Foglio, Claudio Cerasa. “Pero en este sentido no es menos prioritario recordar la razón por la que Cecilia Sala se ha convertido, a su pesar, en un símbolo de todo lo que Irán no puede dejar de detestar”.

Cerasa insta en su editorial a “llamar a las cosas por su nombre, no desviar la mirada de las causas, centrarse en las responsabilidades y no dejar nunca de recordar que la suerte de Cecilia Sala no está en manos de Biden, sino de esos señores que gobiernan en Teherán y que en nombre del Islam han dado lugar a un secuestro con fines de extorsión, convirtiendo una vez más los símbolos de la libertad en un crimen contra la dictadura de los ayatolás”.

“Traerla de vuelta a casa sin ceder al chantaje, y sin dejarse tomar el pelo por el Gobierno iraní, que como sabemos había dicho al gobierno que Cecilia estaba bien en su celda (falso), que le habían dado un espacio decente (falso), que le habían ofrecido un trato privilegiado (falso), que le habían enviado un paquete con ropa de abrigo, un antifaz y lo mínimo para sobrevivir a un encarcelamiento tan duro como injusto (falso), como unos libros (falso), quizás se pueda. Pero para ello, además de pensar en soluciones, hay que recordar las causas, no perder de vista el contexto, intentar que Cecilia vuelva a casa cuanto antes y al mismo tiempo decir nunca más”, sentencia el director del rotativo milanés, en el que trabaja Cecilia Sala.

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