La buena relación de la que han presumido la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en los últimos meses se enfrentará esta semana a una prueba decisiva. Este jueves, la líder italiana viajará a Washington para hablar con el inquilino de la Casa Blanca sobre sus famosos aranceles, que han puesto el equilibrio del mercado internacional patas arriba.
Una conversación, como mínimo delicada, en la que Meloni tendrá que calibrar al milímetro sus propios intereses, y los europeos, con la simpatía ideológica que mantiene con el líder norteamericano. No será nada fácil, porque en juego están dos visiones de la realidad, de los aranceles, completamente diferentes y la sensación de que con Trump puede ocurrir cualquier cosa. A su vuelta, el viernes, se reunirá con el vicepresidente JD Vance, que estará esos días en Roma, para poner el broche a esta misión. 48 horas “di fuocco” (de fuego), como dicen en el país transalpino.
Meloni, la interlocutora privilegiada
Es arriesgado, pero Meloni sabe que es una interlocutora privilegiada para Donald Trump en Europa. Solo hace falta recordar que el 20 de enero la líder italiana fue la única jefa de Estado europea presente en la investidura del presidente norteamericano. De hecho, a principios de enero, ya había realizado una sorprendente visita express a su residencia privada en Mar-a-Lago donde él la había descrito como “una mujer maravillosa”. Con aquellas imágenes se materializó el puente entre Roma y Washington. Una relación que, en una era de incertidumbre, corre siempre el riesgo de convertirse en un dardo envenenado para Meloni.

A esa cercanía, más o menos útil con Trump, se une también la relación privilegiada que tiene la primera ministra italiana con Elon Musk. Para la líder ultra, la posibilidad de viajar esta semana a la capital de EE UU, mientras el mercado global vive el día a día de la guerra arancelaria con la respiración contenida, es ya una victoria. Significa posicionarse como un interlocutor y a Giorgia Meloni le reconocen hasta sus adversarios una inteligencia política natural destacable y la capacidad para adaptarse en un lado, y el opuesto, con facilidad.
Con el beneplácito de Von der Leyen
Ser una interlocutora inicial para romper el hielo o un puente entre la UE y la Casa Blanca en un momento de extrema delicadeza donde cada paso dado, cada gesto, cuenta, es el gran valor ahora de la líder italiana. De hecho, cuenta con el preciado beneplácito de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con la que siempre ha tenido una buena relación, y que reconoce el valor de Meloni en una fase tan frágil. Pero más que negociar en nombre de Italia o incluso de la UE, para el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Federico II de Nápoles y experto en la líder italiana, Marco Valbruzzi, “este encuentro tiene un valor mucho más simbólico que económico”.

“Se espera que sea una conversación cordial entre dos potencias amigas, que tienen una ideología común. Sobre la mesa no habrá una negociación firme, sino un acercamiento. Meloni en las horas previas estudiará qué compromisos, qué intenciones, puede ofrecer a Trump para contentarlo”, explica Valbruzzi.
En el foco, añade el experto, está la prevalencia de un mercado occidental, que pueda alejar a los países europeos de la tentación de desviar sus mercados hacia el gigante oriental, China. La ambición de Meloni es un acuerdo de aranceles recíprocos industriales cero, pero por ahora no se prevé que sea una conversación concreta, sino una posibilidad para suavizar posturas y ganar tiempo. Al margen de los propios aranceles, en segundo lugar podría hablarse también, indica Valbruzzi, del compromiso europeo de aumentar el gasto en Defensa, que pueda acercar a Italia o otros países a los objetivos de gasto de la OTAN y satisfacer así a la Casa Blanca. En tercer lugar, uno de los temas más delicados para Meloni, el apoyo o no a Ucrania, que ha cambiado completamente con la victoria de Trump y que ahora supone un punto de fricción entre Meloni, y también la UE, con Washington.
El papel de Italia en el tablero
Hace unos días, Giorgia Meloni se reunió con varias empresas italianas para estudiar el impacto de los aranceles y reconoció la importancia de esta fase de negociaciones. No escondió su descontento, definió la introducción de las políticas arancelarias de Trump como “una decisión equivocada” y advirtió que dañarían tanto a la UE como a EE UU. De hecho, este es el tercer mercado de exportación para el país transalpino, por detrás de Francia y Alemania. No solo en los ya conocidos productos del Made in Italy, como el parmesano, que exporta el 22,5% de su producto precisamente en Estados Unidos, sino el impacto que pueden tener los aranceles en la fabricación de componentes automovilísticos. El norte de Italia es puntero en fabricación de piezas que luego forman parte de vehículos construidos en Alemania.

El contexto no es fácil y aunque Meloni es hábil haciendo equilibrismo político y en el trato piel con piel, muchos hacen notar su capacidad para hacer sentir cómodos a sus interlocutores. Lo que está claro es que su influencia sobre Trump y su capacidad política afrontarán esta semana una de sus pruebas más complejas mientras en Europa observarán con lupa cada uno de sus movimientos.