Elecciones en Venezuela

La migración venezolana tiene rostro de mujer

Sandra Kasem, viuda y madre de seis hijos, dejó Venezuela por hambre. No extraña nada de su patria: "Allá no quiero volver", confiesa a Artículo14

Venezuela
Una mujer camina sobre el puente internacional Francisco de Paula Santander que une la ciudad de Cúcuta (Colombia) con Ureña (Venezuela) Efe

Sandra Kasem camina desde las vías del tren hasta la mitad del trayecto que lleva al Metro Misterios, al noroeste de la capital mexicana, dos calles desde el campamento donde unos cuatrocientos venezolanos intentan sobrevivir mientras llega la respuesta de una cita para refugio en Estados Unidos a través del sistema electrónico CBPOne.

Madre de seis hijos, va a paso lento a pesar de la juventud de sus 35 años. Dice que se ha acostumbrado a avanzar de a poco para no perder la cordura desde que salió de Venezuela por hambre, cuando completaba su dieta diaria de arroz blanco con comida recogida el basurero hasta que eran tantos mendigos que no alcanzaba.

Sandra Kasem, junto a cinco de sus hijos

“No extraño nada de Venezuela: allá nunca quiero volver”, dice en entrevista con Artículo14.

“Que se vaya Maduro”

Con tal sentimiento, las elecciones que se realizarán este domingo en su país le importan con cierta tristeza: “Quiero que se vaya el actual presidente Nicolás Maduro, que no se reelija y a la vez no quiero volver”, dice con la niña más pequeña en la mano a punto de hacer pis, un acto que, junto con su propio baño le quitará los pesos que ganó por la mañana vendiendo paletas de caramelo afuera de un supermercado.

Los Kasem

Sandra Kasem ha logrado hacerse con un colchón y se siente con suerte

Hace un mes que se instaló en el campamento y se siente con suerte: aunque es una carpa callejera, pudo hacerse de un colchón que alguien llevó ahí y no regresó para cobrar; una estufa eléctrica y unos platos que compró de remate en un pulguero. Ese es su hogar ahora en México y es afortunada: otras personas de Venezuela no tienen ni eso.

Mientras Kasem espera a que la niña salga del baño, una pareja que huyó de Caracas por “persecución política” pregunta por un espacio en el campamento, pero no lo hay: el área donde se les permite estar como inmigrantes con permisos provisionales está saturada y cuando se desocupa un espacio, cuesta.

Escasez de albergues

“Yo pagué mil pesos (unos 50 euros) cuando una muchacha a la que le llegó la cita del CBPOne se fue a la frontera, donde debía presentarse y por eso ahora estoy tranquila”.

Los Kasem

De Venezuela a Colombia, después el Darién y su selva asesina, Panamá y Centroamérica, Guatemala y México

Ante la llegada masiva de migrantes a la Ciudad de México los albergues son escasos o no hay.
La activista venezolana Farida Acevedo, directora de la Fundación Humano y Libre, tiene documentado casos de madres que duermen en estacionamientos a quienes les cobran 50 pesos (un cuarto de euro) solo para pasar la noche y resguardarse de la lluvia, otras duermen en banquetas y se mojan; quienes tienen oportunidad de ayuda familiar o trabajo sin documentos pagan cuartos u hoteles, pero son los menos.

“En lugar de abrir más albergues se han cerrado en la sociedad civil y los del gobierno, la casa del migrante de la Cuauhtémoc, San José, Bosque de Tláhuac, la CDMX intentó abrir otro, pero solo cabían 120 personas y llegaron 4.500: nosotras les hemos dicho que necesitamos un espacio para 7.000 solo aquí”.

No hay una estadística oficial del número de venezolanos que permanecen en la capital de México, pero sí del número de detenidos por el Instituto Nacional de Migración a través de la Unidad de Política Migratoria.

Más de mil venezolanos al día

De acuerdo con el más reciente reporte que abarca de enero a mayo del presente año, del total de 560.000 migrantes indocumentados en México, casi una tercera parte son venezolanos: 160.875. Esto es 32.175 registrados mensualmente, poco más de mil al día.

Migrante

Migrantes duermen en las gradas de un coliseo, en Turbo (Colombia)

Farida Acevedo calcula con base en su observación en los campamentos que alrededor del 25% de los migrantes con mujeres y, de éstas un 12% son niñas.

Víctimas de la explotación sexual

“Hay una gran diferencia en la migración masculina y la femenina porque ellas tienen muchos más peligro de ser víctimas de trata para explotación sexual y es más difícil que consigan trabajo”, advierte. “Las enganchan con supuestos trabajos y las secuestran”.

Sandra Kasem vio en el trayecto entre Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, dos ciudades fronterizas del sur de México, cuando gente de los cárteles de droga que diversificaron sus actividades al tráfico de personas se llevaron a una muchacha con su niña.

“Yo me salvé porque uno de mis niños padece de esquizofrenia y tiene un retraso mental y yo les dije que estaba a punto de convulsionar y me urgía llegar al hospital, lo cual no era cierto, pero también podría ocurrir en cualquier momento y yo sabía que a esa gente no le interesa secuestrar a enfermos”.

Una ruta rodeada de peligros

Kasem se convirtió en indocumentada en 2018 cuando mataron a su marido y pasaba el hambre de su vida en Barquisimeto. Fue a Colombia donde al menos podía hacer café y empanadas para vender en La Línea (una autopista) hasta que un hombre que la vio como una amenaza la atacó verbalmente para que se fuera y su hijo intervino a golpes.

“Tuvimos que irnos porque después de eso lo iban a matar”, recuerda. “Además lo que ganaba ahí no alcanzaba para una casa: yo me quedé sin nada en Venezuela porque me la quitó el gobierno por abandono de país”.

México

Un grupo de mujeres cargando a sus hijos cruzan el Río Grande para intentar cruzar la frontera hacia Estados Unidos (Shutterstock)

En agosto de 2023 salió con la idea de llegar a Estados Unidos. Dejó atrás a su familia que prefirió ir a Chile y siguió sola, pasó el Darién y su selva asesina que ella palpó cuando sin querer se paró arriba del cadáver de un niño, pasó Panamá y Centroamérica, donde Médicos sin Fronteras le extirpó un tumor de la cara.

Caminó a Guatemala, la detuvo un retén migratorio en México, la deportó y ella volvió a entrar pidiendo aventón, caridad, trabajando, paso a paso hasta la meta que hoy vislumbra a unos cuántos kilómetros.

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