TRIBUNA

La hora de los valientes

Frente a las tiranías, democracia. Frente a la represión, Estado de Derecho. Y frente al populismo y la demagogia, principios firmes. Venezuela ya no tiene miedo. Es la hora de los valientes

Un hombre encadenado se manifiesta afuera de la embajada de Venezuela este viernes, en Lima (Perú). Venezolanos residentes en Perú se concentraron para seguir manifestando su apoyo al líder antichavista, Edmundo González Urrutia EFE/ Paolo Aguilar

Sin actas, ni legitimidad, ni respaldo internacional de ninguna nación democrática del mundo. Completamente solo ante sus lacayos y sicarios, el tirano Maduro juró un cargo que no le pertenece ni política, ni moralmente. Ha necesitado cerrar las fronteras, poner sistemas antimisiles, redoblar la represión y el secuestro y blindar militarmente el Palacio de Miraflores para coronarse de nuevo dictador. Si eso es democracia plena para el gobierno de Sánchez, y no lo que clamaban las calles de toda Venezuela por Edmundo González y María Corina Machado, que salga Albares y lo explique. Mientras tanto, lo único que nos queda a quienes creemos en la libertad, la justicia y el Estado de Derecho es vergüenza, indignación y rabia por un gobierno pusilánime que solo condena dictaduras cuando el rédito político favorece sus intereses.

El pasado 18 de diciembre, el Parlamento Europeo concedió en Estrasburgo el premio Sájarov a la libertad de conciencia a Edmundo González y María Corina Machado. Fue una ceremonia emocionante, de esas que reafirman la fe en los valores fundamentales de la civilización. Después de 25 años de tiranía, éxodo y ruina, la oportunidad de poner fin al chavismo era más real que nunca. Europa se situó donde debía: junto a Edmundo, junto al pueblo venezolano, en su camino hacia la democracia. Nos guiaba la legitimidad de la victoria, pero, a veces, ni la democracia más justa es capaz de resistir ante la amenaza de las balas. Y esta derrota duele doblemente porque se construye con el silencio de los que se autoproclaman demócratas.

Estoy segura de que la democracia regresará a Venezuela. Que los millones de venezolanos exiliados podrán volver algún día a su tierra, y que Nicolás Maduro se sentará ante la Corte Penal Internacional para pagar por sus crímenes contra la humanidad. Pero el golpe de Estado perpetrado este 10 de enero no es solo contra el pueblo venezolano, sino contra todas las democracias del mundo. Es una advertencia: no importa la tradición democrática de las naciones. No importa que los cimientos del Estado hayan sido sólidos en el pasado. La democracia no es un regalo que hemos heredado y dure para siempre, sino un privilegio que todos tenemos el deber de proteger. El riesgo de perderlo existe, y es real.

Nicolás Maduro personifica una amenaza para el mundo libre, pero es una amenaza visible, identificable. Sin embargo, el peligro no siempre viene de quienes empuñan un fusil, ni utilizan la violencia, la censura y el miedo contra el pueblo, sino de aquellos que, desde dentro de la democracia utilizan discursos populistas que blanquean y retuercen las instituciones para desmantelar el Estado de Derecho y perpetuarse en el poder.

Como europeos, es nuestra obligación seguir apoyando al pueblo venezolano, articular nuevas sanciones contra Maduro y presionar con todas las herramientas a nuestra disposición para que se siente ante la justicia. Pero también es vital que entendamos la fragilidad de las democracias europeas e identifiquemos todas esas amenazas internas y externas que pueden socavar la Unión. La complicidad del gobierno de Sánchez, con Zapatero como embajador en la sombra, es un ataque contra los principios y valores europeos y una traición al legado de aquellos que lucharon por la democracia en nuestro continente.

Cuando este golpe de Estado se estudie en las escuelas, reviviremos la vergüenza y la indignación por un gobierno español que miró hacia otro lado mientras dos matones amedrentaban y extorsionaban al vencedor de unas elecciones en la residencia del embajador de España en Venezuela. Hoy han ganado, pero la historia no la escriben los tiranos ni los dictadores. Para el Partido Popular, el ejemplo de bravura de María Corina Machado y todo el pueblo venezolano servirá de inspiración para seguir trabajando por la libertad en todas las naciones. No nos callaremos. No seremos cómplices. Seguiremos hasta el final, sin descanso, sin excusas, con el convencimiento de luchar por la causa más noble, y no pararemos hasta que la libertad, por fin, se abra paso, el dictador caiga y con él todos los que un día le blanquearon a cambio de intereses personales.

Frente a las tiranías, democracia. Frente a la represión, Estado de Derecho. Y frente al populismo y la demagogia, principios firmes. Venezuela ya no tiene miedo. Es la hora de los valientes.