La batalla por la nominación demócrata ya estaba encarrilada para junio de 2019. Joe Biden era el claro favorito entre los diez aspirantes. Bernie Sanders iba muy avanzado y Elizabeth Warren tenía opciones. Kamala Harris necesitaba que el exvicepresidente Biden se derrumbara. Las cuentas no le cuadraban a la senadora con la recaudación y tenía que dar un golpe de efecto en el segundo debate para mantener viva la campaña.
Harris había arrancando la contienda con el aura de una superestrella, aunque al final resultó no ser tan sólida como podía parecer desde fuera. Era la única candidata de color en el escenario. La puesta en escena en Miami, sin embargo, mostró algo que después utilizó como nominada para el ‘ticket’ en el careo con Mike Pence. Su equipo le dijo que debía dejar atrás la relación personal con Biden e ir duro si quería batirlo.
El forcejeo con Biden
Pasó al ataque en un debate muy emotivo, en el que mantuvo un dramático forcejeo con Biden y lanzó contundentes mensajes hacia todos sus colegas de partido, con eslóganes bien construidos como “los estadounidenses no quieren peleas por la comida, quieren saber quién va a ponerle la comida en la mesa”. Se colocó así justo en el centro de una discusión entre los candidatos progresistas y los más moderados.
Harris tiró de su experiencia como fiscal para probar a la audiencia que era efectiva. Es lo que hizo antes cuando interrogó a uno de los nominados por Donald Trump para el Tribunal Supremo. Los debates, de hecho, fueron cruciales en el ascenso de la actual vicepresidenta, gracias a su habilidad táctica al manejar las interrupciones y su instinto para dejar que el rival se destruya.
La demócrata se enfrenta este martes en Filadelfia a un debate determinante, en un momento en el que no puede permitirse errores ante un Trump conocido por ser combativo, imprevisible y que aprovecha cualquier vulnerabilidad para ridiculizar a su oponente. Las encuestas muestran que tiene dificultad para desmarcarse y tampoco termina de articular su agenda.
Un primer cara a cara
Será la primera vez que Harris y Trump se encuentren en persona en el curso de sus respectivas carreras políticas, pese a haberse solapado durante los últimos ocho años. La única vez que estuvieron en la misma sala fue durante los discursos sobre el estado de la Unión que el republicano pronunció cuando era presidente y ella senadora. Él no estuvo en la ceremonia en la que juró como vicepresidenta tras dejar la Casa Blanca.
El principal reto para Kamala Harris, de hecho, es el formato pactado para el debate, calcado al que enfrentó a Joe Biden con Donald Trump. Nada de notas para guiar las respuestas, que estarán limitadas a dos minutos, como las réplicas. El micrófono estará apagado fuera del turno de palabra para evitar interrupciones y no tendrán acceso a las preguntas por anticipado. La claridad del mensaje será crucial.
El reto que supone Trump
Incluso los políticos más experimentados, como Hillary Clinton, advierten del reto formidable que representa Donald Trump en el escenario. La redujo por completo con su presencia en el primero que tuvieron en las elecciones de 2016, hasta el punto de reducirla a la nada. Atrajo la atención de la audiencia incluso cuando no era su turno de palabra mientras era palpable la irritación de ella. Algo similar pasó con Biden cuatro años después, cuando le mandó callar.
Trump es una especie única. El formato del debate, en principio, debería perjudicar a una persona inconformista como él. Sin embargo, ya jugó a su favor esa contención. Le hizo presidenciable y solo tenía que dejar a Biden colapsar. El hecho de que el micrófono esté apagado limita la flexibilidad de Harris para tirar de sus dotes de fiscal y en lugar de enfrentarse tendrá que responder a los moderadores, por eso pidieron que estuvieran siempre abiertos.
Un “escudo” para el expresidente
“Crea una desventaja fundamental porque el formato sirve de escudo a Trump ante un intercambio directo con la vicepresidenta”, lamenta la campaña Harris-Walz a la ABC, la cadena anfitriona. El formato, además permitió el republicano durante el debate con Biden lanzar una serie de falsedades sin que los moderadores reaccionaran. El hostil forcejeo sobre los micrófonos amenazó con hacer descarrilar el segundo.
Kamala Harris trata de evitar en la medida de lo posible a la prensa desde que Joe Biden renunció a la reelección. Se encuentra incómoda cuando recibe las preguntas en lugar de hacerlas, como cuando era fiscal en los interrogatorios. Eso le lleva a dar respuestas poco estructuradas cuando se le presiona en temas como la migración o la guerra en Gaza, que crean controversia.
La carrera por preparar a Kamala Harris empezó antes de la convención demócrata. El último debate que tuvo fue con Mike Pence en las pasadas presidenciales hace cuatro años. Entre sus estrategas destacan figuras del equipo de Hillary Clinton, como Karen Dunn o Philippe Reines. La demócrata se desplazó el jueves a Pittsburgh para dedicarse de lleno a preparar el debate. Una táctica que recuerda a la de Barack Obama, que se llevó a su equipo a Las Vegas.
El abandono de Biden fue gracias a Trump
Desde el equipo de Donald Trump tratan de restar importancia al hecho de que Kamala Harris sea la rival. El republicano, sin embargo, acaba de incluir a la demócrata Tulsi Gabbard en su núcleo duro de asesores. La excongresista protagonizó un intenso intercambio con la vicepresidenta en las primarias de 2020, cuestionando su trabajo como fiscal general en California. El impacto fue directo y no pudo recuperarse.
Trump, además, cree que batió tan duro a Biden que le hizo renunciar tres semanas después. “Debería haber sido más suave”, comentó en una reciente rueda de prensa, “algunos me dicen que fue horrible para mi porque le saqué del Gobierno”. El nominado también se apoya en otros republicanos para discutir cuestiones de política económica, seguridad y derechos reproductivos.
La táctica de Harris
El fuerte de Trump es que no necesita una preparación tradicional como Harris pero sí conocer cómo puede dominarla. Este será, además, su séptimo debate en tres elecciones presidenciales, por lo que tiene más experiencia que ningún otro candidato en la historia. Dicho de otra manera, es complicado tratar de competir con alguien que controla la escena con tanta maestría.
Lo que está por ver es si llega a ser tan efectivo como con Biden, siendo la candidata más joven. Los expertos en comunicación señalan que ante esta situación, la táctica ganadora para Harris pasa por afinar el mensaje, argumentar una tesis y apoyarla con evidencias. Ahí es donde su experiencia como fiscal debería florecer al tiempo que esquiva situaciones incómodas.
Los actos de Donald Trump, consciente del reto, se redujeron notablemente. El objetivo de los republicanos es obtener un resultado similar al debate con Joe Biden. Pero sus asesores admiten que Kamala Harris es un perfil muy diferente y les preocupa el tono que pueda emplear contra ella, porque la agresividad puede jugar en su contra. La demócrata se prepara para ese escenario.