Elecciones en Francia

La ‘Generación Z’ se rinde a los ultras: “Jordan y Marine vienen a salvarnos”

Los ultras seducen a la juventud francesa. Gran parte del éxito del partido de Le Pen se ha debido a su brillante campaña en redes sociales, sobre todo en TikTok

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Un grupo de jóvenes se hacen un selfie con Marine Le Pen en el colegio electoral de Hénin-Beaumont Efe

Tras su derrota electoral en las europeas del 9 de junio, el presidente francés Emmanuel Macron decidió convocar elecciones legislativas por sorpresa, en un órdago que ha terminado por salirle mal. Y es que la primera vuelta electoral mostró un triunfo casi histórico de la ultraderecha, con el partido de Marine Le Pen, el Rassemblement National, cosechando casi el 30% del voto.

Uno de los datos más interesantes —y para muchos, inquietantes— de esta cifra, es que una parte sustancial del voto vino de los franceses más jóvenes. En las europeas, el RN fue el partido más popular entre los jóvenes de 18 a 34 años, obteniendo el 32% de los votos, lo que representa un aumento de 10 puntos en comparación con 2019. Y en el primer turno de las elecciones legislativas, el 23% de los jóvenes de 18 a 24 años votaron por el mismo.

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La pregunta, por lo tanto, es: ¿por qué resulta tan atractivo para la juventud un partido ultraconservador, que va contra causas como la homosexualidad y el feminismo, y que apela a nacionalismo vinculado a la Francia antigua e histórica, con la que cada vez menos generaciones se identifican?

Un vistazo a los jóvenes de Le Pen

La región del Pas-de-Calais, una de las zonas más al norte del país, es el bastión mas leal de Le Pen y su partido. En ciudades como Lens o Henin-Beaumont, el RN salió elegido en la primera vuelta con más de la mitad del voto. Se trata de antiguos asentamientos mineros, con poca diversidad y dificultades para superar depresiones económicas pasadas. A esto se suma el escándalo por corrupción que mandó a la cárcel a Gérard Dalongeville, alcalde de Hénin-Beaumont entre 2001 y 2009. Dalongeville, de izquierdas, fue acusado de desviar fondos públicos y malversar dinero. Se alegó que había participado en una red de corrupción que implicaba facturas falsas y contratos irregulares. Hurtó dinero a una región que lo necesitaba, dejando un terreno perfecto para que Le Pen llegase y “rescatase” a sus habitantes.

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Henin Beaumont La líder ultra Marine Le Pen abraza a una simpatizante tras votar en Henin Beaumont, al norte de Francia

Esta narrativa heroica es uno de los motivos que citan los jóvenes. “Jordan viene a salvarnos”, afirma un joven de 17 años, postrado junto a sus amigos frente al centro comercial Autoshopping Noyelles, colosal y Orwelliano. Es parada imprescindible para los viernes adolescentes y el punto de referencia entre los habitantes de la zona. “Jordan y Marine son los únicos que pueden hacer que Francia avance y las cosas se muevan”, afirma. Sus colegas se muestran totalmente de acuerdo, ni una palabra en contra.

Se refiere, por supuesto, a Jordan Bardella, el carismático y joven líder del RN en las listas para la Asamblea General. Bardella tiene 28 años y el plan original de los ultraderechistas era convertirlo en primer ministro de Francia. El apoyo lo tiene, porque en esta campaña se ha presentado como un genio de las redes sociales y una estrella de TikTok. La suya ha sido una estrategia estelar para atraer a los jóvenes a través de las redes sociales, y sus videos suman comentarios positivos de todas partes del mundo.

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Una de las calles del centro de Hénin-Beaumont

“A Jordan Bardella lo siento cercano, no es elitista, se comunica de una manera muy fresca y natural. Es muy de mi estilo”, explica Nora, una joven de 19 años que le ha dedicado su primer voto a Le Pen y compañía. Ha triunfado también entre sus amigos, según comenta la joven, que trabaja en la tienda de sus padres. “Todos hemos votado por Auguste [Evrard, candidato del RN para la circunscripción de Saint-Omer] y seguro que sale y tenemos a Jordan de presidente”, agrega (erróneamente).

Otras son menos elocuentes; “Me parece guapísimo”, admite Laure, que todavía no ha podido votar. Muchos de los demás adolescentes que pululan por el centro piensan de forma similar, con comentarios tipo “los pobres le tienen miedo”, “en masa siguiendo a Bardella” y “tiene muy buen vocabulario, mucho mejor que Macron”. Muchos creen, además, en el rumor absurdo que vincula a Bardella con Gabriel Attal, actual primer ministro. La suya sería una relación homosexual encubierta (Attal sí es gay públicamente), lo cual, a ojos de estos jóvenes, eliminaría el tufo de la homofobia ultraderechista.

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El líder del partido de extrema derecha Rassemblement National (RN), Jordan Bardella

Con todo, la figura es polarizante. Anaís, de 18 años, admite que ha tenido discusiones con su novio por política. “Él adora a Bardella y le sigue en todas las redes. Lo considera un meme. A mí al principio me hacía gracia, pero a la hora de votar no decidí en función de su fama de internet y voté por la izquierda. A mi novio le pareció fatal, me dijo que Marine es la única que puede salvar Francia, que he malgastado mi voto. Y a mí me da miedo, porque junto con Bardella, [mi novio] ve influencers como Andrew Tate y al final es como un mini club de chicos en TikTok”.

El miedo de la juventud

Más allá de la estrategia online de los ultraderechistas, muchos jóvenes han confiado en ellos para evitar lo que consideran un futuro lúgubre para Francia. La ‘generación Z’ ha crecido en un entorno de crisis constante, desde la crisis financiera hasta la pandemia y la guerra en Europa, lo que ha alimentado un sentimiento de precariedad económica. Por ello, muchos jóvenes sienten que su futuro será más difícil que el de sus padres, lo que les lleva a buscar soluciones económicas que perciben en los partidos de extrema derecha.

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Carteles electorales de Jordan Bardella y Marine Le Pen

Nora se encoge de hombros frente a la pregunta de por qué ha votado al RN, y ofrece una respuesta sencilla: “No quiero terminar de mendiga”, a pesar de que se ven muy pocas personas sin hogar en los alrededores de Hénin-Beaumont.

A Grégoire, de 26 años, le gusta la pregunta. Desde una esquina en Henin-Beaumont, donde a las 3 de la tarde los comercios están todos cerrados y no hay ni un alma en las calles, señala a su alrededor con orgullo. “Mira esto”, dice respecto a las calles impolutas, la absoluta tranquilidad, los coches que circulan despacio y sin agresividad. Más allá de las casas de uniforme fachada, se avistan los campos de trigo y a lo lejos el tren de alta velocidad que conecta su pueblo con París en menos de dos horas. “La gente no quiere perder esto. Estamos contentos con lo que tenemos, vivimos muy bien, con mucha paz en las calles y sin miedo a salir por la noche. Nadie quiere que los comunistas vengan a apropiarse de los espacios públicos, ni que lo llenen de personas violentas”, argumenta convencido.

Pero frente al optimismo de Grégoire, que probablemente conserve sus campos de trigo y coches lentos mínimo dos años más, está el derrotismo de otros, más jóvenes. “De todas formas, votar es inútil porque la democracia está manipulada. Siempre van a ganar los mismos”, sentencia el joven de 17 años. Sus amigos, de nuevo, asienten en sintonía, desanimados.

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