Aude Geiger, de 35 años, es una joven agricultora y ganadera del departamento del Hérault, en el sur de Francia. Su día a día cambia como el viento y la lluvia. Si es época de que las ovejas se reproduzcan, se despierta a las 4 horas de la mañana. Si la meteorología prevé que se acerquen fuertes tormentas, puede trabajar hasta 20 horas en un solo día. Las mujeres que encabezan las fincas son una minoría en Francia, entre el 25% y 30% del total. En una profesión particularmente difícil y castigada por el cambio climático, trabajar en la tierra exige conocimiento, inversión y mucha valentía. Todavía más ahora, cuando la presión de Bruselas por aprobar el acuerdo de libre comercio con los países sudamericanos del Mercosur agrava el malestar de los agricultores franceses, quienes consideran que este trato les deja aún más vulnerables.
“Es un fastidio que a nosotros nos exijan normas sanitarias, ecológicas, laborales y burocráticas tan costosas, y que lo mismo no ocurra con los productos importados”, se queja Aude. De hecho, una auditoría de la Unión Europea publicada discretamente a principios de octubre señaló la falta de garantías de que la carne de vaca actualmente importada desde Brasil sea isenta de estradiol 17β, hormona de crecimiento prohibida en el bloque por una directiva desde 1996 debido a su potencial efecto cancerígeno.
Francia es uno de los únicos países del bloque a oponerse frontalmente al acuerdo en su forma actual. Aunque el sector francés de bebidas como el vino y el champán, de lácteos y de servicios pueda beneficiarse con la apertura a un mercado de cerca de 300 millones de personas en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, los productores rurales la consideran una competencia desleal. En cambio, Alemania -con su pujante industria automotriz- y España -con el aceite de oliva, vino o porcino- son favorables. De las 357 Indicaciones Geográficas de alimentos y bebidas registradas en la UE, 59 son españolas, según el Ministerio de Economía.
Aude, socia junto con a su pareja y su suegro en una propiedad que cuenta con 600 ovejas, 50 vacas, 10 hectáreas de viñedos y otros 90 de cultivo de cereales y heno, reivindica políticas públicas más adecuadas en vez de las “soluciones simplistas” del Mercosur. Por ejemplo, si el mercado de aves en Francia depende en más de la mitad de importaciones, “la lucha debería ser para ayudar a instalar nuevos productores en Francia, y no importar pollo de la otra punta del mundo”. En una era donde la transición ecológica necesita aliarse con la justicia social, “qué mensaje queremos transmitir a los consumidores y a los pequeños productores?”
Una “oportunidad única” que necesita ajustes
Para Eléonore Caroit, diputada centrista por Latinoamérica y el Caribe, el acuerdo, en su forma actual, no puede asegurar “un comercio justo, equitativo y respetuoso con el medio ambiente”. Pero sería un gran error suspender las negociaciones en marcha desde hace 25 años. Ella defiende la inclusión de “cláusulas espejo” para asegurar “normas sanitarias, sociales y medioambientales idénticas a los bienes comercializados”, afirmó a Artículo 14 desde Chile, donde acompaña el presidente Emmanuel Macron en su tercera visita oficial de su mandato en la región -todas ellas en este 2024-, lo que demuestra un cambio en las relaciones exteriores de Francia.
La proximidad con los países del sur es estratégica del punto de vista comercial y geopolítico: “Frente a la expansión internacional de China y al proteccionismo de Estados Unidos, es esencial reforzar nuestras alianzas comerciales con países que compartan nuestros valores”, señaló la parlamentaria macronista del Renaissance. Además, especialistas apuntan la importancia para Europa de diversificar el aporte de minerales necesarios para la transición energética (como el cobalto, magnesio o litio), presentes en estos países.
Según datos oficiales, el impacto comercial del Mercosur para los agricultores y ganaderos europeos no sería negativo. La carne de vacuno, porcino y aves de corral importadas sujetas a derechos de aduanas reducidos en el caso de que el acuerdo se firme representan, a día de hoy, un 2% de la producción europea. Del lado francés, los números de momento son también ventajosos para Francia, con una balanza comercial positiva de 4.500 millones de euros.
En cambio, los ecologistas, contrarios al acuerdo, temen que la entrada masiva de madera y productos agropecuarios en Europa sea más una incitación al monocultivo de gran escala y a la deforestación en Latinoamérica, donde están ecosistemas como la selva amazónica, ya bastante impactada durante el mandato del ex presidente brasileño y escéptico climático Jair Bolsonaro (2019-2022), antecesor del actual Luiz Inacio Lula da Silva.
El futuro del Mercosur
Desde su finca y en el seno del sindicato Jeunes Agriculteurs, Aude apoya las demandas de su sector por mejores condiciones de trabajo y remuneración. Ellas incluyen, por ejemplo, facilitar la formación y la financiación de nuevos agricultores, además de la fijación de precios de los productos basados en los costes reales de producción (y no en la presión de los grandes distribuidores). En enero, los agricultores paralizaron el país y esta semana vuelven a la carga, mientras Bruselas presiona por la aprobación del acuerdo.
Esta parisina nunca pensó que viviría en el campo. De madre profesora de y padre científico, el oficio intelectual era lo más esperado para ella. Su plan, de hecho, era dedicarse a la genética. Pero las prácticas que hizo en una finca en el primer año de la Escuela Superior de Agronomía de Montpellier cambiaron sus proyectos.
Durante varios años trabajó en el sindicato Jeunes Agriculteurs -del cual es actualmente miembro del Consejo de Administración-, el único volcado exclusivamente a la causa de los agricultores con menos de 38 años. Su función era acompañar a quienes querían instalarse en el campo. Hasta el día que decidió ella misma dar el paso y seguir su sueño. Aunque conozca los inmensos desafíos que tiene por delante. “Cualquiera que quiera dedicarse a la agricultura sabe que es un oficio en sí mismo inestable. Por eso mismo el Estado necesita apoyarnos”. Y el Mercosur, para ella, no es un apoyo.
La parlamentaria Caroit, buena conocedora de Latinoamérica, es más optimista. Si el acuerdo incluye las cláusulas adecuadas, será “una oportunidad única”, resume. Queda por ver si Bruselas piensa lo mismo.