Los misiles de Hizbulá impactaron por primera vez este domingo cerca de la ciudad costera de Haifa, una señal evidente de que el conflicto abierto entre la milicia chiita y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) sube otro peldaño. Con el devastador bombardeo israelí del viernes en Beirut, en que el alto comandante chiita Ibrahim Aqil fue abatido junto a otros pesos pesados de la milicia, la aviación hebrea habría neutralizado un plan orquestado por el grupo proiraní de invadir poblados de la Galilea, en una invasión semejante a la perpetrada por Hamás el 7 de octubre.
Según señaló el ministro de defensa, Yoav Gallant, “nuestras acciones continuarán hasta que devolvamos a los residentes del norte a sus casas”. En una decisión sin precedentes en la historia del país, el primer ministro Benjamin Netanyahu ordenó el desalojo de todas las comunidades cercanas al límite fronterizo con el Líbano poco después de que Hezbolá disparó las primeras salvas de misiles el pasado 8 de octubre. Desde hace casi un año, estas localidades pasaron a ser poblados fantasma, con la vida civil y económica totalmente paralizada.
“La escalada de los últimos días no es nada nuevo para nosotros. Vivimos a ocho kilómetros de la frontera (más allá de la franja desalojada por el gobierno), y desde que empezó la guerra oímos sirenas, intercepciones, misiles y drones. Es una realidad insufrible”, comentó a Artículo 14 la analista militar Sarit Zehavi.
No hay soluciones mágicas al conflicto en el frente norte. Una solución diplomática, que parece utópica en el contexto actual, dejaría el poderío militar de Hezbolá intacto. Cuando en agosto de 2006 se firmó la tregua tras la Segunda Guerra del Líbano, la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU instaba a la milicia chiita a retirar sus efectivos al norte del río Litani, ubicado a 29 kilómetros de la frontera con Israel. La resolución jamás fue aplicada, y ni los cascos azules ni las fuerzas armadas libanesas lograron frenar el rearme y la expansión de Hezbolá. Difícilmente, los residentes del norte de Israel aceptarían volver a sus casas en estas circunstancias.
Por otra parte, la guerra total supondría afrontar escenarios complejos y altos costes militares y humanos. Con un arsenal estimado de más de 100.000 proyectiles, Hezbolá podría hacer colapsar las defensas antiaéreas hebreas y sumir todo Israel bajo fuego. En 2006, las tropas israelíes se vieron forzadas a retirarse al ser incapaces de eliminar a un “enemigo fantasma”, que combate incrustado a la población civil libanesa y conoce el territorio al dedillo. Las FDI tomaron nota de aquellos errores operativos: falta de preparación de sus soldados, fallos graves en la transmisión de órdenes y deficiencias en las cadenas de suministros militares.
“Será una guerra similar a la que vivimos”, considera Zehavi, que da por hecho que la operación terrestre ocurrirá. “Pero Hizbulá está mucho más preparado por su experiencia de combate en Siria (apoyando al régimen de Bashar al-Assad). Operan como un ejército regular, con capacidad de mover brigadas y ocupar territorios. Llevan 18 años de entrenamiento. Su capacidad de contraataque es mayor que en 2006”, vaticina.
Ante este escenario, Netanyahu afronta dilemas. Abiertamente enfrentado con el aparato de seguridad y con el ministro de defensa Gallant -a quien pretende reemplazar por tensiones internas-, el primer ministro parece ahora interesado en tensionar el frente norte. “Netanyahu evita el acuerdo (para liberar a los rehenes israelíes en Gaza) y terminar la guerra en los múltiples frentes por una razón obvia: pretende borrar la vergüenza por su responsabilidad en el 7 de octubre”, consideró el articulista Rubik Rosenthal en Ha’aretz.
Desde el estallido del conflicto en el norte, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, prometió seguir disparando proyectiles mientras la guerra en Gaza perdure. Para Rosenthal, Netanyahu no solo trata de diluir que la peor masacre de judíos desde el Holocausto ocurrió bajo su mandato. Existen más motivos: “fortaleció a Hamás en detrimento de la Autoridad Palestina, consideró que los islamistas estaban suficientemente intimidados, e ignoró la crisis interna que provocó su reforma judicial”. Y concluyó: “Por ello, cree que cuanto más dure la guerra, menos se recordará su rol en no devolver a los rehenes ni a los residentes del norte a casa, y en las futuras elecciones podrá hacer su magia”.
Por el contrario, Walter Block apuntó en Israel Hayom que las acusaciones de que a Netanyahu le interesa prolongar la guerra son “una difamación insultante, y quienes la difunden jamás han aportado evidencias que sostengan esto”. Block cree que la tesis de que “Bibi” huye de la tregua para evitar así un hipotético ingreso en prisión por sus causas de corrupción en marcha es una falacia. “¿Qué sentido tiene que adopte una postura más firme contra los enemigos genocidas de Israel por miedo a ser encarcelado?”, se pregunta.
En cualquier escenario, el comandante en jefe de las FDI, Herzi Halevi, aclaró que el ejército tiene preparados los próximos golpes a Hezbolá. Lo afirmó tras el estallido masivo de buscas y walkie-talkies de la semana pasada, que causó unos 32 muertos, más de 3.000 heridos, y daños severos en los sistemas de comunicación interna y la capacidad operativa del enemigo chií.
“El objetivo de una invasión terrestre del Líbano ha de ser permitir el retorno de los residentes del norte. No veo otra opción viable que comporte la reducción de las capacidades militares de Hezbolá”, indicó la analista Zehavi desde el refugio antibombas de su casa. Para la ex militar, el golpe sobre la comandancia de la milicia proiraní en Beirut “debilitó sus capacidades y mejoró las de Israel”. No obstante, lamentó que los debates diplomáticos y mediáticos internacionales “no toman en cuenta nuestras necesidades de seguridad”.
Pese a la intensificación de los bombardeos aéreos y de artillería de las FDI sobre posiciones y milicianos de Hezbolá en los últimos días, la mayoría de sus arsenales, ubicados en zonas urbanas de Beirut y el sur del Líbano, siguen intactos. “Hay que seguir golpeando a sus altos mandos y a su infraestructura civil. Son un estado dentro de un estado, y hay que cortar el mecanismo que impulsa y financia el terror”, concluyó Zehavi. Las decisiones que apruebe Netanyahu dictarán si lo peor de esta guerra librada en múltiples frentes aún está por venir.