Cuando este sábado el Arzobispo de París oficie en la reapertura de la catedral de Notre Dame, parcialmente devorada por las llamas en abril de 2019 en un accidente que sacudió al mundo, 1.500 personas se sentarán en las nuevas sillas diseñadas por la francesa Ionna Vautrin. Con raíces mallorquinas por parte de su abuela materna, esta diseñadora de 45 años logró imprimir levedad y sencillez a los muebles de roble macizo.
“Al principio, estaba muy presionada por el peso de la tradición. Pero como artista, tuve que superarla para tener algo de libertad creativa”, relata en una charla con Artículo14. El peso al que se refiere son los 850 años de un símbolo a la vez religioso y artístico: la más importante catedral gótica del mundo, que atravesó épocas y fue testigo de la coronación de Napoleón como emperador francés (1804), del matrimonio por poderes entre Felipe II de España e Isabel de Francia (1559) y de una Revolución francesa (1789) que estuvo cerca de reducir el templo a escombros.
El resultado de la obra de Vautrin es una elegante conciliación entre la tradición y lo contemporáneo: la transparencia y la altura de la silla, evocadora de la arquitectura gótica, son reforzadas por un toque moderno y simple en sus líneas finas y en las esquinas redondeadas. El efecto del conjunto es de simplicidad, levedad y amplitud. Subraya la posición de humildad de quienes se sientan a la vez que destaca la descomunal verticalidad del edificio.
“Cada silla siempre vivirá con sus hermanas”
Algo que la Diócesis, en la convocatoria pública a la que Vautrin se presentó en 2022, designó de ‘silencioso’. “Querían un estatuto de humildad y de retiro en la catedral”, explica la diseñadora. Para acceder a esta atmósfera, uno debe mirar al conjunto, “porque cada silla siempre vivirá con sus hermanas”, subraya. Y es así, ‘en familia’, que el mobiliario logra transmitir un ritmo propio, con los arcos que siguen a otro, en fila, y con el horizonte creado por el respaldo bajo de las sillas.
La practicidad también fue un punto importante a considerar. “La vida de la catedral es muy cíclica, cada semana se retira la mitad de las sillas, y se vuelven a colocar al final de la semana para las ceremonias y los oficios”. Pensando en ello, cada una de estas sillas de 6 kilos se puede apilar.
De acuerdo con esta bretona que vivió 20 años en París antes de trasladar su taller a las orillas del mar, cerca de Nantes, estos objetos están concebidos para durar como mínimo entre 30 y 50 años. Para sustituir las antiguas sillas dañadas por el plomo del incendio, pero también los bancos y los reclinatorios, la diseñadora trabajó codo a codo con los artesanos y artesanas de una empresa de la región de las Landas (suroeste) especialista en madera.
La reconstrucción
Todo, en el símbolo supremo del estilo gótico que es la catedral de Notre Dame, es grandioso. Su reconstrucción también. Ya sea para reconstituir el gran tejado, el armazón de la aguja o las bóvedas, pero también las estatuas de los hastiales y los rellenos de las ventanas, o para encontrar los 2.000 troncos de robles y los 1.300 m3 de piedra necesarios a la reconstrucción, miles de profesionales y voluntarios se involucraron en las obras desde el 2019.
Cordeleros, caldereros, organeros, gruistas, operarios de góndolas, vidrieros, arqueólogos, arquitectos, restauradores de pinturas, de esculturas, tallistas de piedra y otro sin fin de profesionales dejaron su huella en el edificio que solía recibir antes del incendio a 9 millones de visitantes y fieles anualmente. La catedral volverá a abrir sus puertas en una ceremonia que movilizará a 6.000 policías y militares y que obligará al cierre del barrio que acoge el templo (Île de la Cité).
La restauración también ha suscitado polémicas. La más vehemente ha sido la preferencia del presidente Emmanuel Macron y del Arzobispado de París por sustituir las vidrieras del siglo XIX por otras más modernas. Las actuales que sobrevivieron al incendio fueron concebidas por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc, quien llevó a cabo una restauración en la catedral para hacerla más luminosa. Si sigue adelante, la sustitución, que ha dividido a los especialistas en patrimonio, tendrá lugar en 2026 y las vidrieras originales se quedarán expuestas en un futuro museo.
Donaciones
Los costes van de la mano con la ambición del proyecto: un total de 846 millones de euros recaudados entre 340.000 donantes de 150 países. Casi la mitad del valor procede del magnate francés Bernard Arnault del grupo LVMH (200 millones) y de la familia Bettencourt Meyers, que controla L’Óreal (otros 200).
La atracción para esta reapertura es tal que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó su presencia al lado de Guillermo de Inglaterra, Felipe de Bélgica, Abdalá II de Jordania, Olaf Scholz de Alemania, entre otros dirigentes. Todos ellos sentados en las sillas diseñadas por Vautrin.