El Perfil

La estrategia de Marine no le da el poder a Le Pen

Ha transformado el partido de los discursos racistas y revisionistas a posiciones que le han hecho tener una mejor llegada a un electorado más transversal pero por ahora insuficiente para gobernar

Las expectativas no se cumplieron para Marine Le Pen. Una vez más, el frente republicano ha vuelto a hacer su aparición y hacer valer su fuerza en las urnas. Y, sin embargo, es importante no dejarse llevar por las apariencias. Rassamblement National (RN) mantiene su base electoral en torno al 30%, números muy similares a los alcanzados en las elecciones europeas y también en la primera vuelta de las legislativas.

Pero ¿qué ha sucedido para que un partido que nació en 1972 y que fue durante años residual del sistema de partidos francés haya conseguido este hito? Desde su aparición, el otrora Frente Nacional (FN) creado por el padre de Marine, Jean-Marie, ha conseguido integrarse de manera más que exitosa en el ecosistema político francés y todo ello a pesar de los permanentes cordones sanitarios que se han ido activando cada vez que ha sido necesario. De hecho, es incontestable el hecho de que en cada contienda electoral su porcentaje de voto se haya ido incrementando. Así, la gran derrota sufrida en 2002, donde obtuvo el 17,8% del voto en la segunda vuelta de las presidenciales, hasta los resultados obtenidos, primero en las presidenciales de 2022, con casi el 42%, hasta convertirse en estos momentos en la principal fuerza política francesa.

Y de esta evolución en el tiempo y en la fuerza, la principal responsable ha sido Marine Le Pen. Desde que tomó las riendas del partido heredado de su padre en 2011, Marine ha transformado el partido en lo que se ha conocido como la normalización o desdiabolización con la intención de ampliar su base electoral. De los discursos negacionistas del holocausto, racistas, antisemitas y revisionistas, ha evolucionado hacia posiciones que le han hecho tener una mejor llegada a un electorado más transversal.

Y parte de la clave es que Marien Le Pen no es su padre. Ha ido vendiendo una imagen de patriota moderada y socialmente comprometida, que ha calado entre las demandas más populares. Ella ha sido consciente que el extremismo ideológico no le daría el suficiente rédito político como para alcanzar su principal objetivo, que es el de alcanzar la presidencia de la República Francesa. Puede ser estrategia o no, pero lo cierto es que está llegando, y de qué manera cada vez a más franceses.

Su táctica ha sido cuidadosamente preparada. Primero, intentando convencer a la gente de que su elección sería algo bueno para una sociedad francesa que se dice harta y poco satisfecha con lo que tiene ahora, después limpiando su imagen pública hasta darle una imagen institucionalizada y de confianza. Así, en 2015 expulsó a su padre del partido, cambió el nombre de la formación en 2018, renovó a los mandos del partido, incluyendo a gente más joven. Sustituyó a los viejos dinosaurios por jóvenes leones y comenzó a utilizar cada vez más el nombre de Marine que el de Le Pen. Con esto ponía distancia con el origen colaboracionista con el régimen de Vichy que ofrecía su padre.

Pero, además, introdujo cambios ideológicos de calado, del que quizás el más significativo haya sido el de “no más Frexit”. Desde 2022 ya no pide la salida de la UE ni la salida del euro, sino que apuesta más por una soberanía jurídica combinada con la intención de cambiar la UE desde dentro. También ha apostado por focalizar buena parte de su programa en las cuestiones que tienen que ver con la caída del poder adquisitivo de los franceses y ha dejado que otras opciones políticas se perdieran en sus propias disputas y contradicciones internas, como ha sido el caso de las izquierdas o de los gaullistas republicanos. Y esta estrategia ha dado resultados. Así, casi el 60% de la población francesa considera que Marine Le Pen es una política que se encuentra cercana a sus problemas. Y esto, claro, queda reflejado en los resultados electorales.

Así en las últimas contiendas electorales se ha podido observar como su base electoral se ha ensanchado. Ya no es el cada más pequeño reducto de clase obrera blanca que persiguió su padre, sino que ahora llega a capas más amplias de la sociedad, y, sobre todo, a una buena parte del territorio que vive su cotidianeidad enfrentada a París, lugar en el que residen, desde su percepción, la amenaza al estilo de vida francés.

Si bien los resultados de las legislativas de 2024 no le han dado una victoria que tocaba con las manos a su delfín, Bardella, y que esto ha supuesto un duro golpe moral para el partido. Lo cierto es que la tarea emprendida ha conseguido situarla como no descartable para plantear una nueva pelea política de cara a las presidenciales de 2027. Unas elecciones a las que el proyecto político macronista llegará muy debilitado y para las que tendrán que trabajar muy duro el resto de fuerzas de la izquierda. Las propuestas políticas que salgan de este frente republicano que se ha manifestado en el resultado electoral deben ser acordes con las demandas de la sociedad francesa, no escucharlas sería un error político de consecuencias catastróficas. De momento, se salva la primera bola de partido. La desdiabolización pergeñada por Marine no ha sido suficiente para darle el poder a Le Pen, sin embargo, todavía hay que permanecer alerta.

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