El domingo 23 de febrero concluye la campaña electoral más intensa de la historia de Alemania, algo insólito en un país acostumbrado desde hace tiempo a los intercambios amables entre partidos e impregnado de una cultura del compromiso. Los resultados de las elecciones también son seguidos de cerca por los gobiernos europeos, ya que tendrán repercusiones para la Unión Europea en varios ámbitos, como la defensa europea y la respuesta de Ucrania a la agresión rusa. Esta es sin duda la razón por la que la participación electoral en las elecciones federales fue más alta de lo que había sido en décadas. Se situó entre el 83% y el 84%, la cifra más alta desde la reunificación del país.
La conservadora CDU/CSU de Friedrich Merz quedó en cabeza, mientras que la AfD ocupó el segundo lugar. El partido nacionalista AfD protagonizó un espectacular avance, situándose en segundo lugar y logrando una puntuación histórica. El partido nacionalista Alternativa para Alemania logró una puntuación sin precedentes a nivel nacional, el doble que hace cuatro años. El conservador Friedrich Merz, que sustituirá al socialdemócrata Olaf Scholz como canciller, ha descartado cualquier alianza de gobierno con el partido antiinmigración. Para el partido de Olaf Scholz, el SPD, las elecciones generales han supuesto una derrota histórica. El partido socialdemócrata quedó tercero en estas elecciones federales, por delante de los Verdes (Die Grünen). El Canciller saliente, Olaf Scholz, se jugaba su título. A pesar de su impopularidad récord, el socialdemócrata creía firmemente que su pugnacidad y serenidad le permitirían ganar otro mandato al frente del gobierno alemán. Desde finales de enero, Scholz ha intentado, entre otras cosas, movilizarse contra su rival conservador Friedrich Merz.
A pesar de su victoria electoral, la CDU no está muy satisfecha con su resultado, que no es tan bueno como se esperaba. En los últimos días, Merz había pedido a los electores que le dieran una fuerte mayoría, que estimaba en más del 30%, para estar en una posición fuerte en las futuras negociaciones con su futuro socio de coalición, probablemente el SPD o los Verdes. Ahora bien, la CDU obtuvo menos de lo esperado en términos de votos. En cuanto a los liberales del FPD, no podrán formar parte de un inevitable gobierno de coalición con el partido de Merz porque no superaron el umbral del 5% que les permitiría entrar en el Bundestag.
Consciente de que tendrá que formar una coalición que debería incluir a los socialdemócratas y excluir a la extrema derecha, Merz quiere un Gobierno lo más rápido posible ante los desafíos internacionales -la guerra comercial de Trump, la invasión de Putin– y nacionales como la inseguridad y la recesión económica que se encamina a su tercer año. Ya ha anunciado que la tarea no será fácil. Hay que moverse rápido. Dado que la democracia alemana es lenta en la formación de sus gobiernos, el ganador de la CDU insistió en la necesidad de iniciar ya los debates. Es consciente de que la prioridad es formar un gobierno que funcione en Alemania lo antes posible.
AfD
Por su parte, la extrema derecha celebra su “resultado histórico” y quiere gobernar. Alice Weidel, líder de la AfD, ha propuesto una alianza con los conservadores para gobernar Alemania, algo que Friedrich Merz descartó durante la campaña. Hay que recordar que la cuestión migratoria surgió como tema principal de la campaña, tras una serie de ataques asesinos cometidos por refugiados o solicitantes de asilo. Si bien Alternativa para Alemania ha adoptado históricamente una línea contraria a la inmigración, los demás partidos también han endurecido su postura, en particular los conservadores, abogando, entre otras cosas, por una vuelta duradera a los controles fronterizos.
Las elecciones federales alemanas son, por tanto, cruciales para Berlín, pero también para Bruselas. Motor de la UE, el motor francoalemán se ha estancado, con dos países casi en punto muerto por el estancamiento de sus respectivas situaciones políticas -la popularidad de Macron está bajo mínimos y sus gobiernos van y vienen demasiado rápido-. Con el imprevisible Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca, los líderes europeos creen que es esencial un liderazgo fuerte. Esto se ha convertido en una cuestión urgente en un momento en que Washington mantiene a los Veintisiete fuera de las negociaciones con Rusia sobre el fin de la guerra en Ucrania y planea reducir su compromiso con la OTAN.
La Unión Europea también se enfrenta a un riesgo real de desestabilización estadounidense y rusa en las elecciones alemanas. Será importante analizar el impacto de la injerencia de Elon Musk en favor de la AfD y la del vicepresidente estadounidense J.D. Vance en la reciente Conferencia de Múnich. Por parte de Moscú, dada su guerra de agresión contra Ucrania, Rusia era probablemente la más interesada en influir en las elecciones a su favor.
En cuanto a Ucrania, tiene los ojos puestos en Alemania en un momento en el que el valioso apoyo estadounidense se ve en peligro por la llegada de Trump al poder. Por detrás de Washington, Berlín es el segundo mayor donante de Kiev. La victoria de Friedrich Merz es una buena noticia para Ucrania, ya que es más duro con Rusia que el canciller saliente, Olaf Scholz. Sin embargo, Merz tendrá que hacer frente a los mismos problemas que su predecesor, a saber, el freno de la deuda, que limita la capacidad del gobierno alemán para invertir más en defensa sin recortar gastos en otras áreas. Se trata de una cuestión en la que la coalición de Olaf Scholz había tropezado en gran medida antes de hundirse.