Testigo directo

¿Qué ha pasado en los bastiones de la ultraderecha?

“La culpa es de Macron, que ha enfrentado a los extremos”, dicen del presidente de la República de Francia

Francia

El cordón sanitario ha funcionado. Marine Le Pen ha pasado de ser la gran favorita a quedar tercera en las elecciones legislativas francesas. La primera ronda electoral, celebrada el 30 de junio, resultó en un triunfo del partido Rassemblement National (RN) en más de dos tercios de las circunscripciones francesas. Finalmente, en la mayoría de las comunas se decidió el representante definitivo este domingo, en la segunda vuelta, y en muchos, la alianza contra los ultras ha surtido efecto.

La victoria de Le Pen abarcaba toda Francia (excluyendo París y alguna zona más), pero su región más leal fue sin duda el Pas-de-Calais, al norte del país, cerca de Bélgica. Este pequeño asentamiento de ciudades mineras, con Arrás como capital, es la base política del RN y deposita en él toda su confianza. En cinco de sus once circunscripciones, el RN ganó en la primera vuelta sin necesidad de segunda.

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Un resultado que sembraba el temor en Arrás, ciudad pequeña y pintoresca, un clásico francés con fachadas de ladrillo y cafés de toldos a rayas. A horas de las elecciones, es un islote entre comunas donde ya ha ganado la ultraderecha, y su futuro pende de un incierto hilo.

Dedos cruzados por la victoria del centro

A pesar de estar perdida en una de las regiones pertenecientes a ‘los altos de Francia’, los habitantes de Arrás sienten que viven en el centro del mundo: un tren de alta velocidad conecta su estación con Lille y París en apenas dos horas, y este fin de semana se celebra en su plaza un festival de música en el que tocan Avril Lavigne, Lenny Kravitz y Louis Tomlinson. Pero Arrás también tiene su toque lugareño; perros que pasean sin correa, conocidos que se encuentran por la avenida, y pósters en los escaparates pidiendo votos para la candidata local al concurso de Miss Pas-de-Calais.

Allí, el candidato de Le Pen, Alban Heusèle, cosechó el 37% del voto. Agnès Pannier-Runacher, del partido del presidente Emmanuel Macron, solo logró un 21%, y Alexandre Cousin, de la superalianza izquierdista Nuevo Frente Popular, el 20%. “Me parece un resultado evidente”, argumenta Laurie, que tiene 58 años y gestiona el club de rugby de Arras. “Yo voté al Rassemblement National y lo he vuelto a hacer, para resistir contra el avance de la extrema izquierda. No es el partido que más se acerca a mis ideas, pero es necesario que paremos los pies al Nuevo Frente de Izquierda”, afirma.

Muchos han pensado como ella. De los 43.631 franceses asentados en Arras, 22.239 concedieron su voto al RN en la primera vuelta. “La prioridad número uno es que no nos domine la izquierda. Ahí sí que nos quedamos sin opciones de progreso”, sentencia Laurie. Su segunda prioridad, comenta, es la jubilación; Macron quiere aumentar la edad legal de 62 a 64 años. “Me parece inadmisible. He vivido toda mi vida convencida de que a cierta edad podría dejar de trabajar. Y ahora Macron quiere hasta subir la duración de cotización necesaria para obtener una pensión completa a 43 años”, se queja.

Prejuicios y retroceso social

Pero a pesar de que Laurie forma parte de la mayoría, existe una minoría muy vocal que no entiende este apoyo a la ultraderecha, y teme las consecuencias de que Francia se incline hacia los extremos. Y es que finalmente, un 61,39% de los votantes de Arrás se han decantado por la candidata del campo presidencial, Agnès Pannier-Runacher.

Con todo, algunos no perdonan a Macron la incertidumbre en Francia. Que su presidente les haya puesto en esta tesitura. “En mi opinión, ha hecho muchas cosas mal, pero la peor ha sido enfrentar de esta manera a los extremos. Ha provocado la confrontación, la polarización. Y en dos años se irá y dejará que los franceses lidiemos con esta lucha de extremos”, critica Amandine.

Amandine es tapicera, de 60 años, y pasa la tarde de su sábado sentada en una de las callejuelas que emanan de la Grand-Place, a la sombra de un torreón de 1517 reconocido por la UNESCO. Acaba de almorzar junto a su amiga Christine, que a sus 64 ya está jubilada, y juntas disfrutan de un vino al sol.

“Macron solo hizo bien la gestión del covid. Por lo demás, ha abandonado a los franceses. Su política es buena de cara al exterior, pero ha ignorado completamente la situación doméstica”, afirma Christine, a lo que Amandine agrega: “Concentra todos sus esfuerzos en París. Eso, al resto de las ciudades, nos asfixia”.

Las consecuencias de esta dinámica se sufren en lugares como Arrás; los hijos de ambas partieron nada más llegar a la edad adulta, para buscar trabajo en otros lugares. “Aquí cada vez hay menos opciones y a los jóvenes no les interesa invertir en la zona. Y se vive un fuerte retroceso social”, señala Amandine.

Ella misma enfrentó prejuicios de los más conservadores, cuando vivía en una de las ciudades que rodean Arrás. “La gente me retiró la palabra por estar divorciada. Intenté abrir una tapicería, pero nadie quería ser cliente mío. Terminé por mudarme a Arrás, que es mucho más cosmopolita”, explica. Amandine vivía en Harnes, una de las ciudades que demostró tanto apoyo por el RN en la primera vuelta que ya no necesitan volver a las urnas.

Incertidumbre entre los jóvenes

Los pocos jóvenes que permanecen asisten a la Universidad de Artois, que tiene un campus en Arras, o trabajan en sectores manuales. Así es por ejemplo el caso de Daniel, de 20 años, que el lunes empieza su primer trabajo; “Me he metido de aprendiz en una carpintería”, anuncia orgulloso. Daniel no votará porque no cree en la democracia; su novia, Elisa, va a elegir a la candidata de Macron. “Yo soy trabajadora social, por lo que el ascenso de la ultraderecha me preocupa muchísimo. Y tengo mucho miedo, porque creo que van a ganar a pesar de nuestros esfuerzos”, lamenta la joven.

Otro joven sumido en la incertidumbre es el hijo de Amandine, que ha venido a pasar el fin de semana con su madre para votar. Según contó su madre, aquella mañana, el chico se quedó mirando fijamente la hoja electoral, en la mesa de la cocina. “Yo veía que estaba reflexionando. Le dije: hijo, ¿qué pasa? Se había quedado un rato pensando”, explica ella. Finalmente, el joven suspiró resignado; según Amandine, terminó por decir “bueno, habrá que votar por alguno, ¿no?”.

Muchos votarán de manera estratégica. Hugo, de 28 años, también se decantará por Ensemble, la coalición de Macron, “porque es el menor de todos los males”. Ni él ni su novia, Marine, están demasiado involucrados; para ellos, el voto a Ensemble es el más neutral de todas las opciones. Su decisión refleja la estrategia que ya propuso Macron al conocerse los resultados de la primera vuelta electoral; pidió a los franceses consolidar el voto “de la república democrática” en vez de dividirlo entre centro e izquierda, y muchos de los candidatos que quedaron terceros se han retirado de las elecciones, para facilitar esta unificación. En el caso de Arras, unificar el voto en cualquiera de los candidatos que no son del RN daría un resultado del 41%. Pero la cifra es pura teoría; depende de la participación, de la voluntad de los votantes por votar estratégicamente, y de que obedezcan al presidente y elijan a un partido en el que no creen.

Votar por ideología

Otros franceses votan sin pensar, de manera automática e incoherente. “Votan por ideología. Muchos miembros de mi familia están tan acostumbrados a votar por [Le Pen] que lo hacen sin pensar. Y es absurdo, es ridículo, votan por alguien que a veces va en contra de sus propias ideas. Mi cuñado, por ejemplo, tiene una nuera negra. Explícame qué hace votando al Rassemblement”, critica Christine.

Amandine admite que, muy a su pesar, votará por el candidato del RN. “Hay que parar a la extrema izquierda, y Macron me ha decepcionado demasiado, no merece mi voto.”

Christine, sin embargo, se niega a participar en un sistema electoral que, según admite, ya no le representa. Dice que su voto será nulo. “¿Entonces votarás en blanco?”, pregunta su amiga.

“No, nulo, que no es lo mismo. No debería contarlo, pero bueno; mañana acudiré al colegio electoral y confirmaré mi inscripción en la lista. Pero cuando me toque votar en la cabina, voy a coger las papeletas de Le Pen y de Macron, las voy a rasgar en dos, y las meteré en el sobre. Así contaré como inscrita y votante, pero mi voto será nulo”, decide.

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