Aun cuando el abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes es un drama social inmenso que escasea en la conversación pública, y aun cuando muchas personas dispuestas a conocer más sobre estas situaciones eligen “consumirlas” en formato ficcional, el recientemente estrenado documental “Los hermanos Menéndez”, en Netflix -una narración desgarradora que, sin imágenes explícitas, logra tocar con crudeza la violencia intrafamiliar-, demostró que cualquier prejuicio sobre el interés del público puede fallar.
Artículo14 habló con el director y la coproductora ejecutiva de este documental estadounidense, que sólo en la primera semana desde su estreno fue visto en casi 23 millones de hogares. Hablamos de personas que durante casi dos horas se empaparon de la tremenda historia de Lyle y Erik Menéndez, dos hermanos salidos de la burbuja consumista de Beverly Hills, en Los Ángeles, California, que están en la cárcel desde 1990. Ahí fueron a parar ahí luego de que, rondando sus veintes y en lo que ellos mismos describen en el documental como un ilimitado infierno de abuso sexual de parte de su padre, cometieran doble parricidio.
¿Por qué la mataron?
Quienes conocen la historia quizás se hayan detenido en la foto familiar edulcorada tan difundida de los padres junto a los chicos, y se hayan hecho la pregunta: ¿Y Kitty Menéndez, la madre? ¿Quién fue ella y por qué no logró defender a sus hijos? ¿Cuál fue su lugar en esta familia? Y lo más importante, ¿por qué sus hijos la mataron también?
Del documental se disparan varias líneas de sentido. No solo acerca de esa opacada madre; también, en relación al inevitable revival que para muchos ha de generar la cultura de los años 90; ni tan cercana, ya, ni -llamativamente- tan lejana. De esto habló Artículo14 con los realizadores.
Vale una aclaración: es inusual para un periodista entrevistar a su propio hermano. Es, además, incorrecto. Pero si debía haber una oportunidad para que esta corresponsal en Argentina rompiera las reglas, era esta.
El documental es un suceso internacional y el director, Alejandro Hartmann, es nada menos que argentino. Vive y trabaja en un país en el que, desde diciembre de 2023, el Gobierno lleva adelante una importante sangría estatal. En lo particular, se ha llevado puestas no solo dependencias como el instituto nacional del cine (INCAA) sino también a todas las áreas que gestionaban políticas de protección para niños y mujeres contra la violencia sexual.
Los Menéndez: hablar de lo que no se habla
Los hermanos Menéndez tienen en Estados Unidos miles de detractores y también un público seguidor que puja hace años para que los liberen de la prisión perpetua. En esta película, donde por primera vez hablan los dos hermanos juntos, uno de los contrapuntos más fuertes es ese bipartidismo (“a favor” y “en contra” de los hermanos) en el que desde 1989 quedó dividida la audiencia que siguió con obsesión los dos procesos judiciales llevados a cabo.
Seguramente habrá un tercero, acaba definir la Justicia, en coincidencia con la salida del documental. Nuevas pruebas podrían ratificar que los -entonces, jóvenes de 19 y 21 años- mataron a sus padres de varios balazos en defensa propia. Ahora bien, si el abusador fue su padre, ¿en qué sentido se defendieron de la madre?
En diálogo con este medio, Gina Scarlata, coproductora ejecutiva del documental, opinó que, si bien “el rol de Kitty es difícil de entender desde afuera porque José era visto como el patriarca brutal de la familia”, lo cierto es que, “en la mayoría de estas situaciones en las que el padre es tan dominante y uno cree que la madre protegerá a los niños, a veces la mujer termina empeorando las cosas. Desafortunadamente, en este caso pareciera que Kitty fue tanto la víctima como la facilitadora del abuso, tanto emocional como físico”.
Mujeres atrapadas en el abuso intrafamiliar
Scarlata apuntó varios aspectos que no terminan de llamar la atención para este tipo de dramas, que de ficcional tienen poco: “Kitty luchaba contra algunas adicciones (pastillas y alcohol) y era tratada horriblemente por José”. La mujer “sabía que cuando él se iba, tenía aventuras amorosas”. Así “la ira hacia su marido terminaba transferida a los chicos”, opinó.
Para Hartmann no caben dudas de que “el rol de Kitty en esta historia es clave”. Sin embargo, “es bastante misterioso y difícil de entender, ya que uno de los grandes puntos es por qué la mataron y cómo es que una madre puede saber del abuso de sus hijos, según ellos dicen que ella les confirmó”.
Cómplices
“Sin ser experto, entiendo que no es poco común que las madres sepan o sospechen de un abuso, en especial cometido por los padres, y no puedan hacer nada; a veces siendo cómplices o mismo generando el espacio. Eso existe”, evaluó Hartmann.
Las imágenes del primer juicio son estremecedoras. Del exhaustivo trabajo de archivo de esta producción se destaca el testimonio del psicólogo de uno de los Menéndez, quien compartió frente al tribunal la respuesta que había recibido de su paciente acerca de por qué mató a su madre. Hartmann recordó ese momento: “Él dice que le contestó que Kitty no hubiera podido vivir sin el padre; que estaba muy atada a él. El psicólogo entonces dijo: ‘Como si hubieran cometido eutanasia’”.
La pesadilla de los Menéndez
Es una pesadilla sin fin. Porque se sabe -aunque no está tematizado en el documental- que el relato de presuntos abusos cometidos por la madre, en la forma de situaciones menos explícitas que los abusos del padre (como mirar a los hijos bañarse ya siendo adolescentes) también integra el expediente.
Para Hartmann, “todo es un cocktail muy complicado y hay muchos aspectos difíciles de entender en la relación. No obstante, es evidente que Kitty era una mujer que sufría mucho también y que dependía psicológicamente del padre”. En cierto sentido, sumó Scarlata, “el hecho de que Kitty no esté al frente de esta historia parece ser un reflejo de su propia vida”.
Varones y el síndrome de la mujer golpeada en los 90
En tiempos en que las grietas ideológicas se profundizan de un modo alarmante y las noticias falsas ganan terreno, llama poco la atención (pero indigna) la incredulidad del público estadounidense que en los años 90 trató a los hermanos “mentirosos”.
De esto hablo también Hartmann: “En los 90, el tema del abuso sexual de niños existía, pero el contexto era muy machista y era un tema muy difícil de aceptar en el caso de los varones. Había una idea de que ellos no podían ser violados. Y, de hecho, la definición legal del Estado de California es que una violación es vaginal; si no, no es violación. Es muy loco. La figura legal para la penetración anal es ‘sodomy’ (sodomía), pero no es ‘rape’ (violación). Los hombres no podían ser ‘violados’ legalmente”.
Maltratada
El profundo antagonismo en la opinión pública con respecto a los Menéndez se dio alrededor del llamado “síndrome de la mujer golpeada”, uno de los ejes centrales del documental.
Este concepto “alude a la reacción de la mujer sometida a abusos psicológicos y sexuales por años, que en cierto momento se defiende matando a su victimario. La respuesta resulta desproporcionada porque no sería en legítima defensa ante una ataque concreto que puso en riesgo su vida, sino luego de una acumulación de situaciones muy violentas, después de las cuales la única defensa posible fue quitarle la vida al otro”.
¿El mismo síndrome?
¿Podían estos jóvenes padecer algo parecido al síndrome de la mujer golpeada? Ahí estuvo buena parte de la puja judicial, recordó Hartmann: “La defensa intentó probar que ellos habían actuado bajo un tipo de presión equivalente. Pero el síndrome fue tomado en cuenta como un atenuante de su situación legal solo en el primer juicio, y no en el segundo”.
La historia de los Menéndez actualiza debates que tienen total vigencia en estos días, pero no caben dudas de que haber sido unos chicos ricos en la frivolidad de Beverly Hills de los años 90, no les fue gratuito, concluyó Hartmann: “Muchos dicen que si se hubieran llamado Érica y Laila, se las hubiera tratado de manera distinta. Es muy difícil saberlo. Si uno lo piensa, a las mujeres abusadas tampoco se les ha creído en millones de oportunidades”.