Si Joe Biden ha sido el presidente que menos entrevistas ha dado en la historia reciente de Estados Unidos, su vicepresidenta y reemplazo en la candidatura demócrata a la Casa Blanca, Kamala Harris, se ha mostrado hasta ahora igual de poco dispuesta a someterse a las preguntas de los periodistas.
La vicepresidenta ha eludido participar en intercambios directos con los informadores, siguiendo un intenso guion de campaña en el que participa en mítines en diferentes lugares del país, sobre todo en los estados donde el resultado electoral es más incierto, en los que lanza los mensajes y consignas que quiere que el público perciba, pero esquivando los cuestionamientos de los reporteros, que podrían obligarla a abordar los temas que le resultan más incómodos, como la migración o la economía, o arrastrarla a respuestas no medidas al milímetro como las frases que le escriben sus asesores.
El candidato republicano, Donald Trump, ya ha comenzado a criticar a Harris por esquivar a los medios. “Kamala se niega a hacer entrevistas porque no es capaz de responder preguntas, como Biden tampoco era capaz de responder preguntas, pero por diferentes razones. Él es solo un encefalograma plano y ella es solo una incompetente”, se despachó Trump en un mensaje en su red social, Truth (Verdad, en español).
El martes, cuando estaba a punto de abordar el Air Force Two, el avión de la fuerza aérea que habitualmente transporta a los vicepresidentes, Harris contestó brevemente algunas preguntas de los reporteros arremolinados en la pista. Una de las que le hicieron es cuándo piensa dar una entrevista en profundidad. Harris no llegó al extremo de Biden, que llegó a hacer chistes en la tradicional Cena de Corresponsales en Washington acerca de las pocas entrevistas que había dado como presidente, pero ventiló el tema con una promesa genérica. “Le he hablado a mi equipo. Quiero que tengamos una entrevista programada antes de que termine el mes”. Eso significarían por lo menos otra semana y media sin poder conocer en profundidad la opinión de la candidata en cuestiones clave, y el plazo podría ser mayor, ya que Harris ha hablado de cuándo quiere tener programada la entrevista, pero no de cuándo se llevaría finalmente a cabo.
En realidad, la candidata no parece tener ningún apuro por sentarse con un periodista avezado que la pueda someter a preguntas incómodas y quiera que resuma en anuncios de políticas concretas los mensajes hasta ahora bastante vagos e idealistas con los que ha reactivado a los electores demócratas. Los sondeos muestran a una Harris cada vez más fuerte frente a Trump, al que ya aventaja en muchos sondeos y en su equipo no quieren romper el embrujo.
Según se comenta en los círculos periodísticos estadounidenses, Harris acostumbra a departir con los informadores que la acompañan en su avión oficial, a los que aplaca con esas conversaciones, pero al estar protegidas por el “off the record” impuesto por la vicepresidenta, por lo que muy poco o nada es lo que finalmente acaba llegando al público.
Jay Kaspian se preguntaba en un artículo reciente en la revista New Yorker “¿cuán genérica puede ser Kamala? y recordaba que su candidatura se está beneficiando del hecho de “no haber pasado por unas primarias, en las que todas sus vagas posturas hubieran sido cuestionadas tanto por la prensa como por los candidatos rivales”. Precisamente así fue como en las primarias de 2019 Harris se vio arrastrada en un debate por la nominación demócrata en el que su contrincante Tulsi Gabbard la atacó por haber mandado a prisión en su época de fiscal en California a más de 500 personas por infracciones relacionadas con la marihuana, un revés clave en que la candidatura de Harris finalmente no prosperara.
Ese es un peligro que no corre en 2024 y la candidata parece convencida de que la prioridad es evitar cualquier tropiezo que pueda erosionar su buena imagen entre los votantes demócratas y los indecisos, lo que le permitirá seguir hablando de cosas como “la libertad” y “los ideales que hacen grande a Estados Unidos”, pero dejará a la ciudadanía sin saber qué opina ahora de algunas de sus propuestas más polémicas del pasado, como prohibir el fracking, reducir el presupuesto de los departamentos de Policía, imponer la devolución forzosa de armas de asalto en manos de particulares o eliminar los seguros de salud privados. Son todos asuntos muy relevantes para el día a día de los estadounidenses y poco se sabe de la posición que sobre ellos tiene ahora la vicepresidenta.
Desde el bando republicano se suceden los ataques a este flanco. J. D. Vance, el candidato a vicepresidente de Trump, impulsó como tema la pregunta “¿dónde está Kamala?” en la red social X para llamar la atención del público sobre la negativa de Harris a dar entrevistas.
Aunque tampoco la candidatura de Trump puede presumir de excesiva transparencia ni de tener un líder particularmente accesible, Trump responde preguntas mucho más a menudo que su rival. Hace pocos días dio una rueda de prensa abierta en su residencia de Mar-A-Lago, en Florida, y hace algunas semanas causó gran revuelo su tenso encuentro con un grupo de entrevistadoras de la Asociación Nacional de Periodistas Negros. El problema con Trump no es tanto que no dé entrevistas, sino que en ellas desliza mentiras de grueso calibre y que se prodiga Trump es en ataques a los medios que no le agradan, a veces con ataques personales a sus profesionales.