La pagina de la historia en la que una mujer se convierte en una primera presidenta de Estados Unidos seguirá en blanco. Kamala Harris ya había logrado antes un hito fundamental al ser la primera mujer, la primera persona negra y la primera persona de ascendencia surasiática que ocupa la vicepresidencia norteamericana. Lo logró sin hacer uso ni la baza del género ni de la etnia durante la campaña en Estados Unidos. Pero en el asalto final por el despacho oval de la Casa Blanca, Trump ha arrasado con sus sueños.
Derrotada, la figura de Harris queda más tocada que nunca, y puede que hundida. Abrió el camino para muchas mujeres con su inmensa ambición y astucia política. Pero hasta aquí ha llegado.
Nacida en Oakland, California, hace 60 años, de padres inmigrantes, Harris creció impregnada de los valores del activismo y la justicia social. Su madre, Shyamala Gopalan, una investigadora sobre el cáncer de mama nacida en India, que emigró a Estados Unidos a los 19, le inculcó la pasión por luchar por la igualdad. Su padre, Donald Harris, economista de origen jamaicano, hizo hincapié en la importancia de la educación y el trabajo duro. Su nombre, que algunos republicanos fingen no saber pronunciar para discriminarla, significa “flor de loto”, una planta que emerge a la superficie solo cuando sus raíces están bien ancladas.
El camino de Harris hacia la Casa Blanca de la mano de Joe Biden estuvo allanado por una rigurosa trayectoria académica, que culminó con la licenciatura en Derecho por la Facultad de Derecho Hastings de la Universidad de California.
Tras sus estudios de Derecho, Harris ascendió rápidamente en la política californiana. Fue fiscal del distrito de San Francisco de 2004 a 2011, donde se hizo famosa por su política de mano dura contra la delincuencia. Este periodo de su carrera ha sido alabado por su compromiso con la seguridad pública y criticado por su gestión de determinados casos, así como por defender la pena de muerte.
Rompiendo el techo de cristal
El posterior mandato de Harris como fiscal general de California (2011-2017) consolidó aún más su perfil nacional. Defendió causas progresistas como la protección del medio ambiente y los derechos de las personas LGBT, aunque también recibió críticas por su gestión de la reforma de la justicia penal y su postura contraria (entonces) a la legalización de la marihuana.
En 2016, Harris se presentó como candidata al Senado de Estados Unidos, obteniendo una contundente victoria que la llevó a la escena nacional. En el Senado, Harris emergió como una crítica vocal de la administración Trump, convirtiéndose en una voz líder en temas de salud, inmigración y justicia racial. También llamó la atención por su agudo estilo de interrogatorio durante las audiencias del Senado, en particular su interrogatorio al candidato al Tribunal Supremo Brett Kavanaugh.
En 2020, Harris fue elegida por Joe Biden como su compañera de fórmula, una decisión que causó conmoción en el panorama político. El emparejamiento de un político experimentado con una estrella emergente representó una poderosa combinación de experiencia y energía fresca. Incluso habían sido rivales durante las primarias demócratas, pero una vez despejado el camino para Biden, hicieron campaña de manera conjunta. Se centraron en criticar la gestión de la pandemia de coronavirus, abordar la desigualdad económica y promover la justicia racial. Su victoria cimentó el lugar de Harris en la historia como primera mujer vicepresidenta de Estados Unidos.
Como vicepresidenta, Harris ha asumido una serie de responsabilidades cruciales, aunque no le han permitido lucirse. Se ha centrado en cuestiones como el derecho al aborto, la reforma de la inmigración y la crisis climática. Como “sheriff” de la migración, una nueva tarea encomendada por Biden, Harris viajó a Guatemala, donde protagonizó uno de sus momentos más controvertidos al decirle a los migrantes que intentan entrar en Estados Unidos: “No vengan”.
Aunque su mandato como vicepresidenta ha estado marcado tanto por los elogios como por las críticas, sobre todo a los que la han dado por desaparecida durante los últimos tres años. No fue hasta que el derecho al aborto comenzó a peligrar y reducirse en varios estados en Estados Unidos que volvió a estar en el foco. Esto le hizo ganar enteros entre las mujeres, que la han visto como auténtica en esta cuestión.
Así, en julio cuando Biden abandonó la carrera presidencial y la apoyó como candidata demócrata, Harris pudo armar su campaña en torno a la idea de libertad. En positivo, al ritmo de la canción Freedom (Libertad) de Beyoncé, se ha recorrido el país en un tiempo récord, proclamando a los cuatro vientos que Estados Unidos no va a retroceder y que los ciudadanos deben elegir entre el caos y la división o la esperanza y de la que se gozará con una “la presidenta para todos”. Finalmente, no será la presidenta de nadie.