La evaluación parlamentaria de Kaja Kallas está a la vuelta de la esquina. La primera ministra de Estonia ha sido designada como sustituta de Josep Borrell en el cargo de Alta Representante para Asuntos Exteriores en la Unión Europea, y por eso ahora se enfrenta a un problema grande: la reelección de Donald Trump para el gobierno de Estados Unidos, que va a tener consecuencias nocivas para las relaciones bilaterales y las capacidades de defensa de la UE y de la OTAN.
Kallas, que habría sido elegida como líder de la OTAN de no haber sido por la posibilidad, ahora real, de la reelección del misógino Trump, enfrenta la crisis de la posible reducción del apoyo militar estadounidense a Ucrania —una de las promesas de campaña de Trump.
El republicano ya declaró que “pondría fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en un día,” lo cual genera temores sobre un retiro de Estados Unidos en su apoyo a Kyiv o una imposición de condiciones de paz desfavorables para Ucrania. Este posible cambio de postura americana plantea la cuestión de si Europa está preparada para aumentar su ayuda a Ucrania en caso de un esperado descenso en la asistencia militar estadounidense. Será, sin lugar a dudas, una de las preguntas que el Parlamento le hará a Kallas durante su interrogación, programada para el próximo 12 de noviembre.
El dilema europeo
Y es que la independencia defensiva es ahora prioritaria para Europa. Tras conocerse la victoria de Trump, Emmanuel Macron, presidente de Francia, señaló que “Europa debe defender sus propios intereses” y no depender de decisiones exteriores. “Debemos preguntarnos si estamos preparados para defender los intereses europeos. Esa es la única pregunta que deberíamos hacernos,” afirmó desde Budapest, por la presión sobre la UE para asumir un rol de defensa autónomo, una iniciativa que aún no ha alcanzado consenso en Bruselas y cuya coordinación será, en parte, la responsabilidad de Kallas. Algunos países, como Estonia y Polonia, consideran la amenaza rusa como un desafío existencial y han aumentado su gasto militar, mientras que otros, como Alemania, muestran reticencia.
Por otro lado, la posible reducción de la presencia estadounidense en la OTAN preocupa a los líderes europeos. En declaraciones al medio VOA News, Jonathan Monten, analista de política exterior del University College London, señaló que “una de las pocas creencias consistentes de Trump es que Estados Unidos está siendo explotado por sus aliados.” Trump ya amenazó con retirar a su país de la OTAN en su primer mandato, aunque no llegó a tomar esta decisión. “La gran pregunta es si realmente actuará según esta amenaza,” añadió Monten, quien sugiere que Trump ve en esta postura una forma de influencia sobre sus aliados europeos.
La cuestión del financiamiento de defensa es también crítica. Estonia, país de origen de Kallas, ha superado el objetivo de gasto de la OTAN del 2 % del PIB, alcanzando el 3,43 % este año, sólo superado por Polonia con un 4,12 %. Pero la cifra no es uniforme en la región, y Europa necesita gastar más en defensa. Kallas tendrá que gestionar estas discrepancias de gasto mientras intenta mantener la cohesión de la UE frente a una posible reducción del apoyo militar de Estados Unidos.
Europa, dividida
La división y el caos en la política europea complican aún más esta situación. Algunos líderes, como Viktor Orbán en Hungría, que ha mantenido lazos cercanos con Trump y Rusia, podrían plantear dificultades en las negociaciones. Orbán, un aliado de Trump en Europa, se refirió a su reelección como la “victoria más grande en la historia política de EE. UU.” y un “triunfo muy necesario para el mundo.” Este tipo de alineamiento es de los que dificultan la posición de Kallas en temas como las sanciones a Rusia y el apoyo a Ucrania.
Otro problema para Kallas es que su llegada al cargo coincide con el cambio en la dirección de la OTAN. Mark Rutte, el nuevo secretario general, se ha mostrado más blando con Trump y hasta le ha reconocido el haber impulsado a los aliados a “superar el objetivo del 2 % de gasto en defensa.” Rutte declaró que “cuando fue presidente, fue él quien estimuló a la OTAN a moverse hacia el 2 %.” Pero este reconocimiento choca con la preocupación generalizada de que la política aislacionista de Trump mine el compromiso estadounidense con la seguridad europea. Kallas, en particular, es profundamente anti-rusa, y de hecho está en busca y captura en Rusia. Por eso, dentro de Ucrania, la perspectiva de un cambio de política estadounidense genera preocupaciones sobre la posibilidad de una solución de paz desfavorable. La tarea de Kallas es que la UE evite que Trump dicte la solución al conflicto o imponga criterios que comprometan la soberanía ucraniana.
Los países bálticos y Polonia consideran que Rusia será una amenaza existencial si se le permite controlar Ucrania. Para ellos, la reducción del apoyo estadounidense significaría la necesidad urgente de que Europa aumente su propio esfuerzo militar. Estos países están presionando por una estrategia europea más fuerte y unificada para garantizar su seguridad, tema delicado que Kallas deberá abordar en el contexto de una política de defensa de la UE aún en construcción. En vista de esta situación, en la región de Europa Central y del Este, países como Polonia y los bálticos han intensificado sus gastos en defensa, superando incluso el 3 % del PIB.