Las elecciones legislativas que acaba de celebrar Francia han tenido un resultado sorprendente: contra todo pronóstico, ha ganado el Nuevo Frente Popular (NFP), coalición de los partidos de izquierda creada especialmente para estos comicios. Las elecciones europeas y la primera ronda electoral francesa parecían haber confirmado la victoria del Rassemblement National (RN), de Marine Le Pen, que sin embargo se pegó un batacazo en las urnas.
La Asamblea Nacional se compone de la siguiente manera: de los 577 escaños del parlamento francés, 182 estarán ocupados por los izquierdistas del NFP, 174 por diputados de Ensemble, la coalición presidencial de Emmanuel Macron, y 143 para el RN de Le Pen. Los demás escaños han ido a parar a Los Republicanos y a algunos diputados diversos.
Aunque Francia se ha librado de la temida “victoria de la ultraderecha”, el gobierno que tendrá en los próximos cinco años no es sencillo ni moderado, una solución apenas mejor que la opción del RN en cuestiones de ideología política, y peor en muchos otros sentidos. Al fin y al cabo, el resultado de estas elecciones ha sido sobre todo una polarización profunda del panorama francés, que ha enfrentado a los dos extremos por primera vez en décadas, y alejado a la población del centro de Macron.
Y el escenario que se presenta es complicado, considerado por muchos como ingobernable.
Sin mayoría absoluta
Primero, la ausencia de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional significa que cualquier gobierno necesitará negociar continuamente para lograr el apoyo necesario en cada votación. Con 182 escaños, el NFP está lejos de los 289 necesarios para la mayoría absoluta, así que tendrá que forjar alianzas con otros partidos u obtener apoyos puntuales para cada medida legislativa que propongan. Esto puede llevar a un estancamiento político de negociaciones constantes, y los compromisos necesarios para obtener apoyos diluirán las políticas y dificultarán la implementación de cualquier agenda coherente.
El segundo factor tóxico es la fuerte presencia del RN, con 143 escaños. Aunque no tienen suficiente fuerza para formar un gobierno, pueden influir mucho en el proceso legislativo. Además, su capacidad para bloquear propuestas y desestabilizar al gobierno mediante la presentación de mociones de censura crea un ambiente político volátil. Luego está la coalición presidencial de Macron, que se encuentra en una posición decisiva pero complicada. Si bien pueden actuar como bloque para inclinar la balanza en votaciones clave, deben también tener en cuenta sus propias posiciones políticas y estratégicas. Y como sienten la necesidad de mantenerse relevantes, pueden terminar tomando posiciones más duras o haciendo concesiones difíciles.
Sin entendimiento ni compromiso
Otro problema es la desconfianza y la falta de cohesión entre los distintos bloques políticos, que hacen que la formación de una coalición estable sea extremadamente difícil. Por esto, las negociaciones para formar un gobierno de coalición serán arduas y probablemente resulten en acuerdos demasiado frágiles que podrían colapsar ante cualquier crisis política o desacuerdo significativo.
Una solución posible, pero teórica, sería la formación de un ‘gobierno técnico’, compuesto por expertos sin afiliación partidaria. Pero enfrenta enormes desafíos en la práctica: sin un respaldo político claro, un gobierno técnico estaría constantemente bajo la amenaza de mociones de censura. Además, su capacidad para implementar políticas significativas sería muy limitada, ya que cualquier medida importante requeriría el apoyo de la Asamblea Nacional, lo que podría ser difícil de conseguir. Por la falta de legitimidad política y de apoyo parlamentario, esta opción es más una solución temporal que una respuesta sostenible a largo plazo.
Las políticas públicas esenciales, como la reforma del sistema de pensiones o la política fiscal, son las que más sentirán las consecuencias de esta inestabilidad, debido a la necesidad de consenso para aprobar cualquier medida importante. Esto no solo afecta la capacidad del gobierno para implementar su agenda, sino que también puede llevar a una inacción gubernamental perjudicial.
Francia debilitada
Esta inestabilidad legislativa y política será completamente perjudicial para la reputación de Francia, con un impacto negativo en la economía y la confianza empresarial. La incertidumbre sobre la dirección política del país disuade la inversión y afecta negativamente el crecimiento económico. Las empresas y los mercados financieros tienden a reaccionar negativamente a la inestabilidad política, resultando por desgracia en una desaceleración económica. Además, la dificultad para aprobar reformas estructurales importantes podría estancar el progreso económico y social del país.
Otro problema grave es la polarización política, que podría intensificar las protestas y la movilización social. Francia ya ha visto muchísimas movilizaciones en respuesta a políticas gubernamentales en el pasado. Pero la polarización actual podría aumentar la frecuencia y la intensidad de estas protestas, lo que a su vez podría desestabilizar aún más el gobierno y dificultar la implementación de políticas. Esto ya se ha visto con ataques a decenas de candidatos políticos durante la campaña electoral de las legislativas, donde militantes y políticos de ambos lados de la balanza política sufrieron agresiones físicas y verbales.
En busca de la gobernabilidad
Frente a este escenario, el presidente Macron pidió al primer ministro Gabriel Attal que no dimita aún.
Como había anunciado el domingo tras conocerse los sondeos a pie de urna, Attal presentó su dimisión a Macron, quien le pidió que continúe de forma provisional “para garantizar la estabilidad del país”, aunque sin fijar ningún plazo, según informó el Elíseo.
Attal ya dijo en la noche del domingo que se quedará “tanto tiempo como el deber lo exija”, sobre todo teniendo en cuenta que los Juegos Olímpicos de París comienzan el 26 de julio, en menos de tres semanas.
Por su parte, el Nuevo Frente Popular (NFP) de izquierda, anunció que designará esta semana a un candidato a primer ministro para que sea nombrado por Macron, según indicó el primer secretario del Partido Socialista (PS), Olivier Faure.
El líder socialista dejó muy claro que el objetivo es que ese primer ministro gobierne con el programa de la izquierda y no en coalición con los macronistas, que han perdido la mayoría que han tenido en los últimos siete años.