Nos estamos acostumbrando a leer a Donald Trump bajo la premisa de la incoherencia, analizando aisladamente cada caso concreto, enfocándonos en las formas y asumiendo que no hay un fondo que conecte todos y cada uno de los eventos. Pero ¿y si hubiera una tesis de fondo y un plan real? Hoy nadie sabe exactamente cuál es el objetivo final de sus acciones, ni mucho menos cuáles serán las consecuencias, pero eso no quiere decir que no tenga un plan con un fundamento político revolucionario, que, de ser así, debemos al menos indagar.
Eso de que Trump se levanta y toma decisiones según como se sienta ese día, sin una visión estratégica general, con fines netamente transaccionales basados en intereses particulares, es una tesis que voy a desechar con fines pedagógicos, para intentar desarrollar aquí una hipótesis sobre la premisa de que MAGA sí es un proyecto político con un plan concreto. De entrada, las condiciones objetivas y subjetivas están dadas para ensayar una revolución. Por un lado, el sistema capitalista se está agotando perpetuando una crisis económica de bajo impacto, pero constante, que hace que la clase media tienda a desaparecer y las nuevas generaciones se vayan empobreciendo en relación a sus antepasados. Y, por otro lado, Trump tiene la edad que tiene y siente que sobrevivió un atentado por voluntad divina para llevar a cabo un plan. Ya con este marco parece improbable que no intente nada de fondo.
Los antepasados de Elon Musk
Hay una pieza del puzle que, por lo que sea, no ha sido evidente. Y es que Elon Musk no es un inmigrante que llegó de Suráfrica a Estados Unidos así nada más. La razón por la que Elon nace en ese país africano tiene una causa muy concreta. Su abuelo materno, nacido en Minnesota (USA), fue el líder del movimiento Technocracy Inc. nada menos que en Canadá, hasta que fue perseguido políticamente y tuvo que refugiarse en Suráfrica. Pero, ¿qué es el movimiento Technocracy Inc.? Según ChatGPT fue: “Un movimiento creado en 1932 en Estados Unidos como respuesta al fracaso del sistema capitalista evidenciado en la Gran Depresión, que promovía un sistema de gobierno basado en la optimización del gasto y la gestión técnica y científica liderado por ingenieros y expertos, en sustitución de la clase política. Impulsaba la creación de “tecnatos” capaces de ser autosuficientes en términos de energía y materiales para no depender del comercio exterior, como el Tecnato de América del Norte que abarcaría EE UU, Canadá, Groenlandia, México, Centroamérica y El Caribe”.

El fundador de Tesla y propietario de X, Elon Musk con un Air Force One de peluche a su llegada a la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos.
Al revisar los postulados tecnócratas del movimiento del que fue parte el abuelo de Musk, se pueden conseguir varias similitudes que no parecen casualidades, empezando por el rol protagónico del propio Musk en el Gobierno a cargo nada menos que de la eficiencia y optimización del gasto (DOGE). El perfil no político de los miembros del gabinete, la política arancelaria aislacionista y los conflictos con Canadá, Groenlandia, México y Panamá, encajan con la hipótesis planteada aquí. Incluso algo tan cosmético como llamar Golfo de América al Golfo de México.
Giro hacia Rusia y China
De pronto todo lo que parecía incoherente e inconexo comienza a tener sentido, hasta el cambio de actitud frente a Rusia y China en clave de pacto de no agresión, toda vez que desde la fórmula de los tecnatos autosuficientes el expansionismo queda legitimado en zonas de influencia. Es una repartición utópica del mundo que acabaría con las guerras y haría innecesario el comercio global. El caso es que hacer “América grande” pudiera incluir expandirla bajo este concepto que mezcla el expansionismo con el aislacionismo, para crear una zona de autosuficiencia energética y comercial. Esta pudiera ser la antítesis del tan mentado globalismo, enemigo declarado del trumpismo.
Claro que no todo son similitudes y habría hasta contradicciones, como la política anti migratoria de Trump con fronteras cerradas y amuralladas. Por su parte, la sustitución del dólar por certificados de energía, como proponían los tecnócratas del siglo pasado, no parece estar en los planes de nadie hoy. Aunque no deja de llamar la atención la apertura de Trump frente a las criptomonedas y la importancia que le ha dado a la demanda energética que implica el auge de la industria de la inteligencia artificial.
Gestión ineficiente de los recursos
En cualquier caso, resulta al menos interesante el argumento tecnócrata frente a la economía tradicional, en el marco de la revolución tecnológica que ya identificaban hace un siglo. Los tecnócratas argumentaban que la economía tradicional está diseñada en torno a la escasez artificial, lo que lleva a problemas como la inflación, el desempleo y las crisis económicas. Para ellos, la escasez es consecuencia de la gestión ineficiente de los recursos, lo que puede ser subsanado con la tecnología para producir bienes y servicios en abundancia. Cien años después, esto tiene aún más sentido y explica que se esté hablando en diferentes esferas (incluyendo Silicon Valley) sobre la renta universal para garantizarle a la población un ingreso básico como compensación por la automatización de los procesos que dejará sin empleo a la mayoría de los trabajadores. Por supuesto, Elon Musk considera que esto será inevitable y necesario, mientras que Trump ensayó algo similar durante la pandemia y ahora habla de eliminar impuestos.

El presidente de los EEUU, Donald Trump, brinda durante una cena de gala.
Muchas veces en política las formas son el fondo, y en el caso de Trump estas pudieran hacer inviable cualquier plan. Pero la inercia y obsolescencia del status quo actual, pudiera hacer que este se caiga por su propio peso frente a cualquier alternativa por muy caótica que parezca. Es imposible predecir el futuro en este momento e incluso valorar el presente se quedaría corto ante el reto histórico que tenemos en frente. Es necesario dar el debate sobre el nuevo paradigma que debe construir Occidente para enfrentar la revolución digital que apenas comienza y que cambiará todo, queramos o no. Un debate que debe trascender la “trumpología” y superar los viejos marcos ideológicos que ya no explican nada, así como las nuevas batallas culturales que tampoco resuelven nada. Cómo garantizar el bienestar social, la prosperidad económica y el interés general de las nuevas generaciones, parece ser algo que hoy nadie tenga claro. Si ese no es el centro de la cuestión política, no sé cuál otro pueda ser.