“Hikikomori”: ¿Por qué hay padres que se encierran para entender a sus hijos?

Algunos padres de Corea del Sur participaron desde abril en un programa educativo que incluye tres días de reclusión para aprender a tratar con sus hijos de una manera distinta a cómo lo hacían antes

Nadie dijo que encajar en la sociedad fuera fácil. Entre las personas a las que más les cuesta sentirse integrados hay quien toma la vía de la soledad y del aislamiento. La presión social es uno de los factores que provocan no querer salir de casa, del cuarto o de la cama para no exponerse al exterior. Por la razón que sea. A veces es una elección permanente y otras, pasajera. En muchas ocasiones ni siquiera es una opción. No sucede a una edad concreta, aunque el 25% de la juventud española entre 16 y 29 años está en situación de soledad. O que únicamente afecte a un estrato social determinado, a pesar del 50,6% de las personas con discapacidad que optan por aislarse. Ambos datos vienen del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada (SoledadES).

También hay una soledad voluntaria y un gran número de adolescentes y jóvenes adultos escogen este camino. En la generalidad se les suele conocer como los hikikomori, un término acuñado en Japón en la década de 1990 que se refiere al retraimiento social protagonizado por estos chicos. Si sus motivos son de lo más variados, también lo son los distintos trastornos que se les diagnostican. Los dos más comunes, según un estudio de 2016, son el trastorno generalizado del desarrollo (31% de los casos) y trastorno de ansiedad generalizada (un 10%). Los padres suelen sufrir este aislamiento y la imposibilidad de acercarse a sus hijos, de comprenderlos y de ayudarlos.

Uno de los últimos ejemplos de este fenómeno es el de los progenitores surcoreanos que deciden encerrarse en una especie de celda para experimentar lo que viven sus hijos. Es una medida de urgencia para tender puentes a su maltrecha comunicación. No saben qué han hecho mal. El testimonio de una madre que formó parte de este encierro, publicado recientemente por la BBC, lo dice todo. Cuando la periodista le preguntó qué le diría a su hijo si llega a salir de su aislamiento, “los ojos de la madre”, describe, “se llenaron de lágrimas”. Confesó que lo que le diría sería: “Has pasado por tanto. Ha sido muy difícil, ¿no? Yo voy a cuidarte”. Su hijo de 24 años de edad lleva tres de ellos, encerrado en su habitación.

Esta madre y otros progenitores de Corea del Sur participaron desde abril en un programa educativo de 13 semanas de duración que incluye tres días de reclusión en la réplica de una celda de aislamiento. El lugar se llama la Fábrica de la Felicidad y les sirvió para aprender a tratar con sus hijos de una manera distinta a cómo lo hacían antes.

“¿Por qué tengo que formar parte de eso?”

Vosot Ikeda es un veterano que se considera un hikikomori. En una carta abierta, explica cómo descubrió este concepto en los años 80, durante su veintena, aunque por aquel entonces se le conocía con otro nombre: el síndrome del rechazo. En su misiva resalta que se sintió “oprimido” por la sociedad consumista japonesa “¿Por qué tengo que formar parte de eso?”, se preguntó en la época. “Mis amigos no parecían estar tan preocupados y todos parecían estar disfrutando de su prosperidad económica. Me encontré cada vez más aislado. Me volví cada vez más retraído mentalmente”. Ikeda llegó a tener pensamientos suicidas.

Los tiempos han cambiado y no precisamente para bien. En la actualidad, la comunicación y los videojuegos online, las redes sociales, las consecuencias de la pandemia, las dificultades económicas, la presión social para casarse y tener hijos a una determinada edad o el bullying componen un cóctel que alimenta la retracción social y el aislamiento. El hikikomori es tan común que el Ministerio de Sanidad de Japón estableció algunos criterios para definirlo como: estilo de vida centrado en el hogar, desinterés para atender a la escuela o al trabajo, exclusión en grupos de amigos o estar encerrado durante un periodo superior a seis meses… El académico nipón, Saito K. Shishunki, lo definió como “el estado de evitar el compromiso social (por ejemplo, la educación, el empleo y las amistades) con un retraimiento generalmente persistente en la propia residencia durante al menos seis meses como consecuencia de diversos factores”. Este concepto también trasciende más allá de Japón.

Perfil en España: varones tres años aislados

En España, un estudio publicado en 2015 y elaborado por Ángeles Malagón-Amor, David Córcoles-Martínez, Luis M Martín-López y Víctor Pérez-Solà, evaluó 164 casos de hikikomori que sirvieron para determinar que se daba predominantemente en varones jóvenes con una edad media de inicio de 40 años y un periodo medio de retraimiento social de 3 años. “Los trastornos psicóticos y de ansiedad fueron los trastornos más frecuentes. Las escalas administradas describen la presencia de síntomas graves y deterioro en el funcionamiento social, con una alta prevalencia de escasa colaboración con el tratamiento”, concluyeron los investigadores españoles. “Este estudio muestra la existencia de hikikomori en España (…) Su difícil detección y tratamiento pone de manifiesto la necesidad de equipos domiciliarios especializados. La elevada comorbilidad nos lleva a concluir que puede no tratarse de un nuevo diagnóstico, sino de un síndrome grave asociado a múltiples enfermedades mentales”.

En el programa educativo en el que los padres surcoreanos se encierran en la Fábrica de la Felicidad, las celdas donde permanecen tres días son de cinco metros cuadrados, les dan la comida por una rendija y no pueden usar dispositivos electrónicos. Además, durante casi dos semanas les ofrecen charlas sobre salud mental dentro del ámbito familiar, las relaciones entre padres e hijos y las interacciones interpersonales que existen en la actualidad. Aparentemente, la experiencia está sirviendo para que algunos participantes comprendan con mayor claridad la ansiedad y la soledad de sus hijos.

Padres hipercríticos y exigentes

Algunos de los perfiles de esos padres coinciden, y en muchas ocasiones son hipercríticos con sus hijos y demasiado exigentes. Según el grupo Psicólogos Bogotá, esto puede provocar estrés, baja autoestima, falta de autonomía, inseguridad emocional, ansiedad, depresión o déficit en las competencias sociales. En algunos casos, el hecho que algunos progenitores no sepan controlar su ira también puede provocar efectos de retracción en los hijos. Los más extremos son los hikikomori. En Corea del Sur, los jóvenes surcoreanos se aíslan debido a las presiones laborales, a los problemas emocionales y las exigencias familiares. La Fundación de Jóvenes Coreanos estima que, en 2023, las pérdidas económicas y el coste de tener aparte de la sociedad recluida fue de casi 5.000 millones de euros. Según SoledadES, el coste de la soledad no deseada en España es de 14.141 millones de euros. Si se considerara también la voluntaria, esta cifra podría ser superior.

La clave, según los expertos, para evitar que los adolescentes opten por ser hikikomori es tener una buena comunicación, establecer lazos de apoyo, diagnósticos tempranos y más estudios para que exista una mayor concienciación de este problema.

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